Eduardo Marapacuto
Fue el día miércoles 19 de febrero, antier, cuando se dio a conocer el cambio de fecha de las elecciones de gobernadores, diputados a la Asamblea Nacional y a los Consejos Legislativos, quedando dicha elección para el domingo 25 de mayo del año en curso. Igualmente, en las primeras horas de la tarde de ese mismo día también se conoció el cambio de fecha de las consultas en las asambleas de base de las comunidades para hacer las postulaciones, quedando las mismas para el sábado 15 de marzo.
Ahora bien, esta dinámica político-electoral se da en un un contexto político-social que búsca, que clama y reclama a los líderes y representantes comprometidos con el pueblo, con la revolución, con el legado de Bolívar y Chávez, con la ideología revolucionaria y la grandeza de la Patria. Así que es grande el compromiso que tienen los aspirantes a ser postulados y autopostulados. Precisamente, es ese contexto, donde el compromiso revolucionario se convierte en un pilar fundamental para los militantes.
Todos y todas hemos sido testigos presenciales de cómo Venezuela ha experimentado una serie de transformaciones políticas desde finales del siglo XX, culminando en la revolución bolivariana liderada por Hugo Chávez a partir de 1999, o quizás desde mucho antes, si tomamos en cuenta la rebelión militar del 4F. Esta revolución no solo iba por los cambios económicos y sociales, sino que también aspiraba a una profunda transformación cultural y política, basada en los principios del Socialismo del siglo XXI. Esa visión revolucionaria se caracterizó desde el primer momento por un enfoque de inclusión social, justicia económica y la soberanía plena y absoluta de la Nación; donde la lealtad se convierte en un criterio y un requisito esencial para cualquier aspirante a ser postulado o postulada.
La primera prueba es el Compromiso Ideológico, donde los postulados y postuladas deben demostrar una profunda comprensión y adhesión a los principios del socialismo y la revolución bolivariana. Esto incluye no solo conocer la teoría, sino también vivirla en su práctica diaria. La ideología revolucionaria exige que los militantes actúen como ejemplos de los valores que promueven, lo cual implica un alto nivel de integridad y dedicación. En segundo lugar, Los postulados y postuladas deben conocer las necesidades y aspiraciones del pueblo, y ello implica el compromiso revolucionario de escuchar y responder a las demandas de las comunidades. Esto requiere una conexión genuina con la base del poder popular, lo que a su vez implica un trabajo constante en el terreno (in situ, diría el comandante Guerrero Lugo).
Otra prueba de fuego es que los militantes postulados o postuladas deben demostrar una resiliencia excepcional. Esto implica no solo enfrentar desafíos internos dentro del movimiento revolucionario, sino también resistir o aguantar presiones internas y externas, ya sean económicas o diplomáticas; es decir, tener la capacidad para afrontar y superar situaciones adversas, traumáticas o estresantes, y además de eso, salir fortalecido y transformado de la experiencia.
La política no es solo una cuestión de elecciones y postulaciones, de querer mantenerse a tranca y a mocha en un cargo de la estructura partidista y usarlo en sus aspiraciones; tampoco es aspirar por aspirar, a sabiendas que no es líder de nada. La política es una lucha constante por consolidar la Patria que queremos y estar consciente del papel que nos corresponde desempeñar en favor de la Patria. Ese es el alto nivel de la conciencia política que debemos tener todos, saber qué rol nos corresponde y desde qué trinchera podemos aportar en esa consolidación; aunque postularse es un acto revolucionario porque desafía y asume aspiraciones del pueblo por un futuro protagónico y participativo.
*Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas. MSc. en Seguridad de la Nación.