El Antiguo Testamento bíblico se resume en esta frase: “es la historia de una esperanza”. Si se quiere concretar más: es la historia de un pueblo que vivió durante siglos de una esperanza. El pueblo de Israel esperó con paciencia o con impaciencia la llegada de un Mesías Salvador. La esperanza tuvo momentos de especial intensidad. Moisés fue un anticipo del el Mesías, vivió trece siglos antes de Cristo. El rey David fue otro personaje de referencia, vivió mil años antes de Cristo. Como la esperanza del Mesías se prolongó por mucho tiempo, los profetas de Israel avivaron la esperanza.
El evangelio de este segundo domingo de Adviento se centra en la persona de Juan el Bautista. Es el último profeta, el precursor que abrió la puerta al Mesías. El evangelista lo presenta como el hombre del desierto, de austeridad y de urgencia. Dios le confió la tarea de “preparar y allanar el camino del Señor” (Me 1, 1-8).
Sospecho que los venezolanos han de tornar literalmente las palabras del Bautista. Porque están tan deterioradas las carreteras, que parecen senderos de mulas o de cabras. Alguien ha contado los reductores de velocidad o “policías acostados” que destruyen los carros en la vía San Cristóbal-Barinas. Pero el Bautista se refería a otros senderos: “conviértanse”, y ofrecía un bautismo como símbolo del perdón de los pecados.
Esta Navidad-2017 pinta difícil. En vez de estrenos, de hallaras, de pernil y de pan de jamón, habrá que vestirse con una ropa vieja o piel de camello, como vestía Juan el Bautista. Hemos heredado una Navidad rica en costumbres familiares y sociales. Ojalá no se pierdan estas tradiciones tan constructivas y agradables. Misas de aguinaldo, Novena al Niño Jesús, intercambio de felicitaciones, abrazos y ayudas. Entendemos que es la mejor preparación para recibir al Señor que llega espiritualmente en cada Navidad. Desatar las correas de las sandalias del Señor es un gesto de solidaridad con los emigrantes que se nos van. Muchos venezolanos llorarán en soledad lejos de su patria en estas fechas de Navidad. Que les llegue el consuelo de nuestro recuerdo y oración.
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Benjamín García Fernández