Discurso del día 5 de diciembre con motivo del acto de graduación del primer doctorado de la Universidad Nacional Experimental del Táchira.
Pedro David Vásquez González
Un día después del solsticio de verano boreal de 1975 se iniciaron las clases en la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Habían transcurrido 481 días desde su creación. Estuvo presente, en ese primer día, el actual Rector, Profesor Raúl Casanova.
La primera clase fue dictada por el periodista Carlos Delgado Dugarte, amigo de mi papá, quien sirvió de enlace para conversar con el decano de estudios, profesor Leopoldo Coronel, quien avaló mis notas de bachiller en humanidades en Colombia y el convenio Andrés Bello como bachiller en ciencias, para así permitir mi ingreso junto a más de 800 estudiantes.
A partir de ese momento, el rocío de Paramillo pasó a ser un frecuente acompañante. En las aulas y pasillos brotaba la amistad bulliciosa y contagiosa. Conformé grupo con bachilleres de reconocidos liceos a nivel nacional y aunque contaba con su respaldo, en formación matemática, el camino de los cálculos se insinuaba sinuoso, tortuoso y ondulado.
Podría contar varias anécdotas, sin embargo, me voy a referir a dos que considero son ejemplarizantes de la vida universitaria y que a ustedes les traerán recuerdos sobre sus propias experiencias.
Estando en el primer semestre, una mañana entró el profesor Ernesto Rodríguez saludó y dijo: “Bachilleres hoy vamos a hablar de límites”. Mi memoria escaneó todos mis estudios en cuestión de segundos y solo consiguió: Límites: Por el Norte con el mar Caribe. En ese momento refrendé que me esperaban desvelos y ojeras.
Con esfuerzo y apoyo fui avanzando hasta llegar a coincidir cálculo III con mecánica racional lo que se consideraba una mezcla altamente riesgosa. Las estadísticas para aprobar, en el primer intento, no me favorecían. Compartíamos clases con el profesor Carlos Rey. Varios días preparando el primer parcial. La noche previa les dije a mis compañeros yo voy a estudiar cálculo, pasar mecánica racional es una quimera. Así lo hice, absorbiendo la guía de estudios hasta que entre tangentes y cosenos se llegó la media noche. Los compañeros insistieron, mientras se colaba el cuarto café, que revisara de nuevo los problemas tipo sobre movimientos de cuerpos y las fuerzas que los provocan. Nos fuimos a dormir a las 4 de la mañana.
A las 9 am empezó la procesión. Una agradable sorpresa al revisar el examen: El primer ejercicio que valía 35 puntos debía resolver secante y cotangente para dar paso a un problema tipo. Lo resolví. No podía disimular la sonrisa en mi rostro. Me concentré para tratar de hacer lo máximo posible de los otros dos ejercicios. Para no extenderme, obtuve 53 puntos, la mejor nota del salón. Mis compañeros me dijeron de todo lo que ustedes están pensando. Yo solo contesté: “Siempre estudiar traerá su recompensa”. La motivación me llevó a ser preparador de la materia Generación de Potencia.
El clima en la UNET al final de la década de los setenta era benevolente. El rocío matutino iba cediendo en la medida que avanzaba el día y se unía a un sol vespertino amarillo que cobijaba a una gran muchachada que practicábamos deporte. Compartimos varias disciplinas, recibí la capitanía del equipo de baloncesto de parte de Jackson Mariño.
En vista de la participación deportiva se debían definir los colores que llevarían los atletas unetenses. Fernando Osorio propuso usar blanco, rojo y azul para diferenciarnos de los colores del Táchira siendo aprobado por Jorge Mora.
Coincidíamos en el cafetín y en el comedor con los integrantes de la primera promoción entre los que figuraba el profesor Lucio Daza quien ostentó por un buen tiempo el mejor índice académico. Eran los tiempos en que la universidad exponía al país, exitosamente, sus primeros profesionales
Las solicitudes de ingenieros unetenses eran masivas y el prestigio empezaba a acompañar el esfuerzo de autoridades, trabajadores y docentes tanto venezolanos como extranjeros. Nacía la marca UNET.
Me gradué, como ingeniero industrial, en febrero de 1983, con la séptima promoción que tuvo alguna relevancia. Improvisamos en el estacionamiento de la universidad, la primera cervezada. Sin toldos, sin talento vivo; solo una cava full camuflada dentro de un camión 350. La pasamos muy bien, solo algunos compañeros bastante alegres detenían la buseta de la línea Primero de Mayo para que algún conocido se bajara. Aunque algunos no lo crean, la buseta pasaba por el frente del edificio A.
Desde el punto de vista académico, organizamos el primer congreso de pasantías, una actividad que contaba a estudiantes de todas las carreras las vicisitudes y experiencias vividas en las pasantías. Su misión fue expuesta en un artículo publicado el 31 de julio de 1982 en la página 4 de Diario La Nación. Nos cuentan que por varios años se realizó este evento.
Además, como parte de la recaudación de fondos, trajimos al Grupo Unicornio, triunfador, en 1982 del Festival de la OTI, con el tema Puedes Contar Conmigo. Aunque lo contratamos antes de que viajara al festival y su costo no fue tan alto, nuestro desconocimiento e inexperiencia no logró el objetivo propuesto. Por mi parte, ni siquiera puedo contar que los vi cantando el tema ganador, porque estaba en las oficinas del velódromo, con el poeta Luis Gerardo Tovar y sus dos guarda espaldas, contando el dinero.
¿Cómo no ser agradecido con la universidad que convirtió a un bachiller en humanidades en ingeniero y en donde el mayor gasto eran las fotocopias de los cuadernos de los mejores estudiantes?
Recién graduado ingresé al campo laboral. Cuando me enteré de que la UNET asistiría por primera vez a unos juegos universitarios, entrené con esmero. La Universidad Central de Venezuela fue la sede en 1983 de los III juegos nacionales universitarios (JUVINES) en donde tuve el honor de ser el abanderado.
Las labores profesionales me llevaron a la frontera. El profesor Luis Texier me nombró representante de los egresados para la Unidad de Entrenamiento Externo.
Las vueltas de la vida y el trabajo me trajeron de nuevo a la ciudad de la cordialidad y me fui animando a estudiar una maestría. Me incliné por Gerencia de empresas mención mercadeo. De estos estudios, muy poco que contar; excepto que culminé cuando quedaban 48 horas para cumplir con la última prórroga.
La maestría la aproveché para iniciar una agencia de publicidad y mercadeo; también recibí con beneplácito la invitación del profesor Pedro Coronel para incorporarme como docente invitado, y un par de años después como integrante de la comisión de la maestría; en esto llevamos 23 años.
¿Cómo no ser agradecido con la universidad que me convirtió en profesor de posgrado y me dio los conocimientos para montar mi propia agencia de marketing?
Y la marca UNET siguió haciendo historia a través de sus especialistas y magísteres. El postgrado fue más allá de las ingenierías, sedujo a licenciados y otros profesionales. Me atrevo a asegurar, parafraseando al cronista de la ciudad, abogado e historiador Luis Hernández Contreras, quien afirma que un alto porcentaje de la población tachirense tiene parentescos colombianos; que un alto porcentaje de los tachirenses tienen vínculos unetenses.
En medio de estas vivencias, mis dos hijos mayores se graduaron y tengo la fortuna, gracias a la diligencia de la secretaria Dra. Elcy Núñez, de colocar la medalla a mi hijo Miguel Alfonso.
La educación fue impregnando mi vida y cuando apareció el primer doctorado de la UNET me entusiasmé, recibí el apoyo del decano de posgrado Dr. Miguel García y de mi hijo mayor Pedro David. De inmediato creí en el proyecto doctoral e invité a participar a mi amigo Luis Hernández Guanipa, quien tiene el mérito de pertenecer a la primera promoción de maestría en finanzas con el convenio UNET y la Universidad del Zulia.
La primera visión del doctorado la tuve al ser entrevistado por el Dr. Sergio Arias, creador de este proyecto. Mi reflexión inmediata al finalizar la entrevista fue: El decanato de posgrado ha encontrado un profesional con principios éticos, con voluntad férrea y con deseos de trasmitir, generosamente, sus conocimientos. Por lo tanto, el éxito del posgrado continua y se está garantizado el prestigio de la marca UNET.
Hoy, después de 1328 días de la clase magistral que dio inicio al doctorado, puedo dar fe de que la marca UNET mantiene su prestigio y tengo la certeza de que el Dr. Sergio observa complaciente, desde más arriba de las nubes blancas matizadas de grises y azules como nuestra toga, que su sueño se ha cumplido.
El doctorado nos ha dejado grandes lecciones, ha acerado nuestro conocimiento y, en medio de la virtualidad, nos ha dejado grandes amigos como los doctores Neyda Cardozo, Ysbelia Sánchez, José Moncada y Milvia Peñaloza de Arias, mi tutora, en quien confiamos que, sorteando los avatares del destino, vele con devoción porque se respete el legado epistemológico y axiológico del Doctorado en Gerencia Evaluativa Tecnológica Empresarial y Educativa.
Esta primera promoción de doctores ha sentido el regocijo académico global, la admiración nacional, el afecto de todo el claustro universitario, en particular del equipo de trabajo del decanato de posgrado, y el calor del ciudadano local que se siente orgulloso de su Universidad y se ve reflejado en la distinción que la municipalidad sancristobalense ha otorgado a los integrantes de este primer fruto del proyecto doctoral marca UNET.
¿Cómo no ser agradecido con la universidad que me dio nuevos amigos, tanto profesores como compañeros, y me concedió el mayor título profesional al que se puede aspirar?
La academia y su brillo no nos pueden encandilar para reconocer que hay asuntos por mejorar. Es necesario apreciar los esfuerzos de todos quienes hacen vida en la UNET y tender más redes internas y externas para unir a toda la comunidad unetense en un solo coro que, parafraseando al grupo Unicornio, cante: UNET sabes que puedes contar conmigo.
Y aunque los caminos sean sinuosos, ondulados y tortuosos, la universidad del Táchira debe promover, respaldada en su talento humano, diversas formas de trabajo que la conduzcan a ser una institución autosostenible y, además, debe ser la abanderada que lidere las exigencias de una sociedad ávida de soluciones e interesada en sostener su tachiranidad.
Pido al Santo Cristo de La Grita y a la Virgen de La Consolación que el sol amarillo de Paramillo que ha iluminado a quienes a lo largo de la historia han guiado los destinos de esta casa de estudios; siempre permanezca luminoso y radiante.
Pido al niño Jesús que bendiga a los docentes y trabajadores unetenses; y traiga hasta nuestros familiares mucha salud; pues nuestra gratitud nunca será suficiente para reconfortar su tolerancia y paciencia.
Ha sido un verdadero gusto dirigirme a tan selecta audiencia y sentir su energía positiva, la misma que debe acompañar siempre los destinos de nuestra UNET.
Para finalizar, y espero que me lo tomen a bien, considero que, después de los desvelos y las ojeras, de varias prórrogas y de los 1328 días que duró el doctorado, merezco ser llamado… Pedro, profe o ingeniero porque esas son nuestras raíces.
Muchísimas gracias.