Sigue la tuerca ajustándose sobre nuestra existencia. La población, minimizada por esta tragedia colectiva, solo echa la mirada al cielo, pidiendo misericordia. Todo les sale mal. Son los mismos protagonistas, repitiendo y repartiendo cargos, sin observar el más mínimo cuidado en sus capacidades para emprender con éxito cualquier tarea. Tengan piedad, por vida de ustedes.
El equipo Chamos del Centro Latino demostró sus capacidades a la hora de cosechar triunfos para ser merecedores del reconocimiento de todos los integrantes de la mejor liga de softbol de la región. ¡Qué equipazo, caballeros!
Me voy para Pregonero a dar serenatas con Manuel “Científico” Márquez. Tenor de exquisita tesitura, suelta sus versos al cielo estrellado, mientras los montes que rodean al pueblito de mis amores abrazan, protectores, a los músicos que regalan acordes de boleros a las muchachas más lindas del mundo. Y si uno tiene la suerte de ver unos ojitos preciosos a través de una ventana entreabierta, sentirá la presencia del Creador, quien siempre acompaña al poeta trasnochador uribantino.
Comentan que el protector utilizará los satélites que enviamos en días pasados al espacio para precisar los sitios por donde escapan combustibles, medicinas, efectivo y comida. Estos aparatos son tan útiles que las imágenes exactas de las personas que pululan por esos lugares salen nítidas para su posterior investigación. -Se puso la vaina buena, Pulqueria. – Desengáñese, comadre, que no hay angelitos negros, riposta Cosme desde el solar.
El silencio de los maduristas ante lo que vivimos en Venezuela resuena por todo el globo terráqueo. Miran el terraplén por donde pasan y no levantan la mirada para observar cómo van cayendo sus propias familias en el abismo de la pobreza. Esto lo comentó uno de ellos en el botiquín Mi Delirio. Se ganó un brindis por su certeza.
-Aprende perfectamente estas dos palabras para que puedas abrir todas las puertas del mundo, le dijo mi tío Melquiades a su sobrina Priscila. -Cuáles, tío? – Una es empuje y la otra es hale. El madrazo se escuchó en la cocina. ¡Qué viejo tan repelente! (Carlos Orozco Carrero)