Nos llega desde Acirema una respuesta contundente y en verso sobre la desesperación de Iván Salas, debido a que nunca le pusimos apodos en Pregonero. Y, dice: …Cuando mi Dios hizo al hombre/ y lo que el cosmos encierra/ Dijo: Nunca habrá en la tierra/ chácaro sin sobrenombre/ Por eso a nadie le asombre/que Iván no encuentre acomodo/pues, Salas Méndez y todo/sufre ese triste destino/del único uribantino/que nunca ha tenido apodo…(Antonio Mora)
Gasolina para todos se puede garantizar si echamos dos veces al mes por carro y terminal de placa. Es una propuesta viable para que todos podamos surtir sin sufrir tanto por el combustible venezolano. La otra solución la conocemos todos, pero no se puede decir.
Los sueldos y salarios se llenaron en los costales. Los precios arrequintaron sus ceros también. Mientras no se hable de producir, seguiremos en esta noria maldita. Tal vez veamos algún día a los trabajadores llegando a sus fábricas y fincas, camiones llenos de productos y la gente con cara de felicidad completa. Tal vez, amiguitos.
Cosme propone, como buen guelefrito que es, que cada buseta salga diariamente a prestar servicio con un fiscal que corrobore el tránsito de cada unidad por estas calles. Sería interesante saber por qué no hay transporte público alborotando a la gente que sufre tanta penalidad sin sus vehículos de siempre. Claro, ese fiscal garantizaría el combustible diario a cada unidad y sus respectivos repuestos. –Este viejo sí es metido, refunfuña Pulqueria.
El terrón más hermoso y productivo del planeta lo tienen abandonado. No hay dolientes para nuestra tierra uribantina. Tantos millones de los viejos, de los fuertes, de los soberanos y nada vemos en beneficio de esta comunidad tan importante para Venezuela. Triste tanto silencio en las comunidades chácaras. Un día de estos nos independizamos y después no chillen. –Trágame, tierra, y escúpeme en Pregonero.
La pelota caliente es otra cosa. Angustia, desespero y emociones todas son las que se sufren cada vez que nuestro equipo entra en las entradas finales y no carburan una carrerita para asegurar el triunfo. Es el beisbol, compañeros.
Estamos retrocediendo en el futuro. Es una vorágine extraña esto de vivir el 2018 en situaciones propias de los años 40. Estamos sintiendo las experiencias de nuestros antepasados en carne viva. Todos lo saben.
Cosme salió de la casa con una sonrisa colorada en la cara redonda que tiene. –Carreto, los vi. Los vi. –Qué viste, viejito? –Se estaban besando en la boca. –Quiénes? –Pulqueria y Melquiades. –Nooo. –Sí, ellos no me vieron. –No les da pena, condenados viejos. –Eso no se cuenta y menos de tus compadres de sacramento, amigo. –Quién se iba a imaginar. Tataretos y todo. (Carlos Orozco Carrero)