Opinión

Repelencias 289

22 de febrero de 2020

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Viendo el Tour Colombia 2.1 sentimos una sana envidia al palpar el desarrollo que muestra el vecino país para orgullo de sus habitantes. La televisión muestra vías bonitas y tierras con cultivos enormes. Tristes al ver que nosotros programamos y llevamos el ciclismo mundial a niveles superiores desde hace muchos años. Un nudo en la garganta, cariños.

Terremotos históricos, vaguadas infernales, pestes, derrumbes y tantas tragedias colectivas que nos han marcado desde siempre se han podido superar con el trabajo de los venezolanos.   Ante todo este cuadro doloroso, la población intenta levantarse para buscar soluciones urgentes y solventar pesares de todos. Lo extraño es que el problema de la electricidad nos arropó totalmente para sumirnos en la más profunda oscuridad. ¿Será que se puede buscar un equipo de especialistas en esa materia para que dejemos el sufrir un tris? La mayoría de profesionales de Corpoelec son capaces de sacar para siempre este problema dantesco. Entonces, qué ocurre, señores. Y como dijo el inmortal Mario Moreno: ¡Si yo fuera diputado!

Hay gente que se pasa la vida buscando motivos para refrescar sonrisas permanentemente. A veces se pasan de “graciosos” y caen como pedrada en noches de oscurana. Claro, Eladio nos señaló los zapatos recién remontados que lleva el viejo Crispín. Esa planta le queda como canoa a los pobres zapatos. Muy grande. Creo que le nadan los pies entre esa profundidad. Eso sí, puliditos siempre los lleva. Pobre, pero con dignidad a la hora de salir de casa. –¿Tienes algún par de carramplones así?

La chaqueta que carga el gordo Sósimo es conocida en el poblado. Fue azul, de las que traían algunas estampas en inglés. Follow Me, decía en la parte derecha de la manga, a la altura del hombro. Buscamos al profesor Américo Roa para que nos explicara el significado de esas palabras. Él vivió en Oregon, Estados Unidos. –Eso traduce “Sígueme”, nos dijo.  La otra parte de la pálida prenda contra el frío madrugador tiene un remiendo de los que las señoras le cosen para disimular la presencia de cucarachas en los escaparates. –¡Sósimo…Sósimo! –Qué pasa, respondió el gordo bonachón. -Esa chaqueta es conocida. ¿Quién es el dueño?  -Es de mi papá, panitas. Las mías se quedaron en una maleta que se extravió en el terminal aéreo, dice. Claro, Cosme la cargaba todos los días y noches para lucirla a las muchachas del colegio. Era de moda para la época de los 70. –Carreto, ¿usted se acuerda del origen de ese parche tan feo? -No, tío Melquiades. –Eso fue una noche que hicimos donde Eutimio unas costillas de puerco asadas y Cosme metió en una bolsa de papel tres palos de costilla en el bolsillo de la chaqueta para desayunar al otro día.  –Y qué tiene que ver eso con el remiendo?  – Pues que Orestes llegó tempranito a buscar al papá de Sósimo para darle la cola para San Cristóbal. Terminaban las vacaciones de agosto y empezaban clase ese lunes en la universidad. Cosme dejó la chaqueta colgada en una puntilla con todo y costillas de puerco. Se le olvidó llevársela. Cuando regresó, en diciembre, se encontró con media chaqueta apenas. Ni los huesos habían quedado en el piso. En cuántas se vio Doña Marucha para arreglar esas hilachas del blue jean familiar.

Carlos Orozco Carrero

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