Carlos Orozco Carrero
Llegamos al triple tres, cariños. Una cantidad considerable de Repelencias para pasar sin muchos sobresaltos por este valle encharcado de dificultades por doquier. Es la idea primera para intentar sacar una sonrisa al que visite la casa de los protagonistas que aparecen por aquí de vez en cuando y que se asemejan a sus vecinos y familiares. Ahí vamos, pues, empujando esta carreta tan pesada, pero llena de “jodialidad”. Aquí hacemos cuchutes, melcochas, currunchetes y terronas para que todos prueben lo sabroso de nuestra tierra y sus charlonerías en cada entrega que hacemos semanalmente. Eso sí, les podemos asegurar que todos estos pequeños relatos son ciertos. Y como dijo mi tío Melquiades: -¡Qué se abra la tierra y nos trague a todos, si esto que digo es mentira!
Ahora la discusión es por la definición de lo que llaman muda de ropa. Todo porque el profesor Eulogio dijo que lo único que tenía de vestimenta era para “quitá, lavá y poné.” -Qué es una muda, pregunta el flaco Elpidio. -Debe ser que la mujer que lava y plancha no puede hablar, opina la señora Marucha. Cosme se molesta mucho y les grita: -¡Muda, muda, muda! -Mudar algo. -Cambiar de ropa. -Cónfiro, Melquiades. -Hasta cuándo con esta gente tan atulampada. Cosme no dialoga. Suelta la escupina de chimú y sale puerta afuera, buscando el frescor de las tardes.
Sigue bajando estrepitosamente el salario de los maestros. Los docentes preguntan si entre tantos diputados tenemos gente perteneciente al magisterio venezolano. Creo que se pueden contar los granitos de arroz que podemos adquirir con lo que llega de quincena. Volvemos a rogar piedad para con nuestras familias.
Chris Froome, múltiple campeón del Tour de Francia, cambia de equipo y se va del team Ineos al Israel Star-Up Nation. Ahora quiere más triunfos con su nueva escuadra después de recuperarse de la lesión sufrida en 2019. Veremos al pedalista de cadencia extraña en procura de sus sueños antes de terminar su brillante carrera deportiva.
Le decíamos el Ermitaño por su manera de vivir. Se instaló en una especie de cueva, rodeado de mucha vegetación y a pocos metros de rio Negro, en Pregonero. Nadie dijo nunca quién era ni de dónde venía. Lo cierto es que apareció con su figura fantasmal, vistiendo unos ropajes viejos y con una espesa y blanca barba, lo cual le daba un toque de interés que nosotros, zagaletones del pueblo, no podíamos dejar pasar en balde. Era interesante el personaje. Agarraba algunas piedras brillantes del río y las pulía, restregándoles algunas hojas del monte. Algunos de nosotros se las cambiábamos por unos pedazos de panela, latas de sardina, carne de buey y pan dulce. Una tarde lluviosa nos agarró en una aventura oral y atrapó nuestro interés por su manera de contar esas cosas. Algunas gotas de agua se colaban entre las ramas de su cueva, mientras él señalaba la corriente subterránea del caudal de agua. -Hasta ese montón de granzón que está al otro lado llega el aparato ese. -Es grande y tiene forma de un autobús de color gris oscuro. -Sube por la cresta del río y, sin hacer ningún ruido, chupa muchísima agua. -Dentro del aparato se observan unos movimientos extraños. -Parecen hombres pequeños, nos dijo. ¿Serían estas naves de las mismas que van a succionar agua a los pozos de los páramos en La Grita? Nunca más se supo de la presencia del ermitaño en río Negro. Creo que en mi casa todavía hay una piedra pulida para sostener la puerta del cuarto del olvido.