Carlos Orozco Carrero
Estoy contento con los primeros resultados en la clasificatoria al próximo mundial de fútbol. Poco a poco nuestra Vinotinto se abre camino a lograr su participación en la máxima justa del deporte más practicado del planeta. Muchos pájaros agoreros de otros lados nos regalan otra vez el último lugar. Tengo un pálpito sobre nuestra presencia en la justa mundial, cariños.
Ocurrió en el cementerio de Queniquea, señores. Eso de apostar a que un cristiano pueda pasar la noche sobre una tumba fría es algo delicado. La apuesta era tentadora. Una pata de elefante y cinco ganchos de chimú esperaban al atrevido frente a la puerta del camposanto. Ambrosio escogió el sitio y se dispuso a esperar la oscurana de la noche para conciliar el sueño. Hay que decir que los temores y las tantas leyendas que había escuchado sobre los muertos andantes y sus alaridos lastimeros lo ponían al brinco. Claro, pudo más la imagen de aquel botellón de ron y echó mano por su siempre leal litro de miche y le empujó unos toleticos de chimú para batirlos y dejar el líquido como una mistela aliñada. Tres tragos fueron suficientes para que sus amigos lo encontraran al otro día sobre la tumba y roncando como un bendito. Dicen los testigos que Ambrosio ganó fama de hombre valiente para enfrentarse al diablo mismo si tocara.
La Vuelta a España tiene sus bemoles a la hora de hacer valer el prestigio de sus pedalistas y sus equipos. Mucha ventaja y calidad en los hombres del Jumbo para hacer caída y mesa limpia con todos los títulos y premios al finalizar el evento que cierra el ciclo mundial. Recuerdo a Guzmán Luna, extraordinario atleta uribantino, quien se inscribió para participar en un clásico que consistía en subir hasta la Laguna de García con llegada a la plaza Bolívar de Pregonero. Se regó el cuento de la participación de Guzmán en la prueba y la señora Alba le aconsejó que se alimentara muy bien para subir con fuerza hasta el premio de montaña en la entrada de Boca de Monte. Nuestro pedalista entendió el esfuerzo de su querida y bella esposa y se empujó un mondongo electrizante que había sobrado del día anterior. Dicen que los pobres ni tenemos digestión. Lo cierto es que el comentario de los aficionados era que Guzmán había vomitado las tripas por el esfuerzo empezando la subida en la cruz de La Misión. Siete cuadras recorrió, antes de dejar constancia en la zona de alimentación de los cuidos de su pareja sentimental.