Opinión

Repelencias 503

13 de abril de 2024

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Carlos Orozco

Todos pendientes del eclipse el pasado lunes. Mucha emoción al observar cómo la luna entrometida se fue deslizando hasta interponerse entre el astro rey y nuestro maltratado planeta. Muy lento ese movimiento y cada uno piensa sobre cualquier eventualidad debido a las fuerzas que se cruzan entre luna, sol y tierra. – Y, ¿si la luna se queda quieta y no quiere arrimarse para que el solecito nos dé luz y energía a todos los seres vivos de nuestro mundo? -Esa pregunta no se pregunta, responde Sósimo al preocupado Elpidio. –Diga, diga, diga, insiste el flaco. -Bueno, cariño. No queda más que buscar a la familia y a Belén, Pastores.

Ocurrió lo que tanto temía mi tío Melquiades.  Por más que le advirtió a Pulqueria sobre el peligro de encaramarse en la escalera para limpiar con jabón la cornisa del tragaluz del patio de la casa, ella puso el tembleque armazón de magueyes y palos atravesados en el pulido suelo de cemento requemado. -Fue un golpe seco, carretico. -La cabeza rebotó contra el suelo y pensé que hasta ahí llegaba la acompañante de mis últimos 58 años y 5 meses. Menos mal que nunca se suelta el moño que sirvió de amortiguador al totazo. -Salió corriendo hasta el lavadero a echarse agua entre las mechas para disimular un chorrete de sangre gruesa que le empezaba a bajar por las tupidas cejas. ¿Y, eso era lo que tanto temías con Pulqueria, tío? –No, sobrino. Ahora me toca lavar platos todo el santo día, mientras ella se sienta a ver televisión mañana, tarde y noche con una quejadera combinada con cantaleta. –¡¡Ayyy!!     

¿Alguna vez te enamoraste de la profesora? Una pregunta a la entrada de una escuela y a golpe de 12 del mediodía. Todos saliendo y las profesoras tan bonitas. -Es verdad, carretico. Uno siempre se enamora de sus maestras. -Y, ¿qué hiciste?  -Pues, mi esposa se dio cuenta y cambiamos al niño de institución.

El budare del gordo Cosme pensó que se salvaría en estos tiempos de lluvia abundante. En los primeros aguaceros todos recogimos agua trasnochada para evitar goteras relampagueantes. Hasta la cucharita dulcera aparó algunos chorritos de agua fría. El budare requemado se hacía el loco hasta que Cosme agarro una porra y “le sacó un hueco” para que no se quejara tanto de sus escurrideros naturales por su planicie. Todos a trabajar, señores.

Todos corrieron al escuchar aquellos relinchos tan fuertes y lastimeros. Esa bestia tenía unas seis patas de donde salían chispas grandes de candela al tocar el empedrado del camino Real. Saltaba sobre los árboles y dejaba los matorrales tendidos en el suelo. Hay gente que no cree en esos animales venidos de otros mundos. Uno no se puede empeñar en convencer a los que saben de ciencia para desprestigiar los cuentos de aguamiel caliente, escupinas, banca larga, bahareque y techo de caña. El que no quiera saber de lo que aquí se dice, pues que vaya él mismo a las horas del diablo a cualquier pata de gallina y prepare los escapularios y talones para echar una carrerita sabrosa al sentir ese vaho azufrado en las costillas.  

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