Normativa electoral para las elecciones presidenciales
26 de julio de 2024
Carlos Orozco Carrero
Los viejos de antes decían que a esos enamorados milamores, que apenas veían una oportunidad de lograr el cariño de una dama, se lanzaban de frente sin importar circunstancia alguna. Por eso les cuento que nuestro protagonista cargaba una camioneta de las que llamaban Primavera, especiales para transportar pasajeros desde San Cristóbal hasta Pregonero, por el páramo de La Negra y pasando por El Delgadito. Aquella tarde el experimentado chofer venia sin pasajeros, debido a que traía la camioneta después de arreglarla en La Grita. Ya tardecito, bajaba por la hermosa recta desde Boca de Monte antes de llegar a Zayzayal. Saliendo de la curva de Los Eucaliptos, encontró a una hermosa mujer vestida de blanco y con cintillo de flores naturales. La frenada fue con deslizamiento sobre el granzón que deja el paso de carros en las curvas. No esperó a que la blanca dama le pidiera la cola hasta el pueblo. Él, como animal de presa, abrió la puerta y le ofreció el asiento a su lado. La muchacha se dio cuenta que el hombre era de facciones agradables y trato especial con las damas. Por eso no fue difícil que antes de llegar al puente Uribante la mano del chofer descansara sobre el bello vestido que cubría unas piernas que prometían emociones antes de que la noche arropara la carretera. Disminuyó la velocidad para aprovechar el tiempo y cuando la única luz que se veía era un lucerito lejano, por encima de la cárcava de San José, se abalanzó sobre la chica, empalagándola con besos y caricias sobre su cuerpo juvenil. La muchacha correspondió con pasión para entregarse totalmente. Una saliva pegajosa provocó que el enamorado retirara a la mujer de su lado. ¡Uyyy! –Me dan nervios repetir lo que vivió este apasionado paisano mío por esos caminos conjurados. Después les cuento el resto, cariños.
El día de la madre en La Grita se celebra como en todas las partes del mundo mundial. Ese sábado en la noche, inundamos las calles del pueblo con hermosas serenatas a las hermosas señoras, que son todas, para ese regalo tan especial como son las canciones dedicadas con amor y respeto. A golpe de 3 de la mañana, los músicos buscaron refugio en las viejas palmeras de la plaza Jáuregui. En esa época no había ventas de comida por las calles. Nada de perros calientes, arepas rellenas ni hamburguesas. Y un músico con hambre sufre de desespero a esas horas de trasnocho con acordes de boleros y valses. –Y, ¿ahora? –Mañana le van a celebrar el día de la madre a mamá, dijo el cantante y guitarrista. -Hay una enorme gallina horneada para la fiesta. De inmediato, el gordo del cuatro entró en acción con palabras donde el elogio a la amistad y fraternidad subieron de tono en el aprecio del cantante. –¿Nos vas a dejar morir de hambre esta noche? –Tengan ustedes el cuatrico que yo ya vengo. El gordo se fue rumbo a su casa y regresó rapidito con una enorme bandeja donde descansaba la picatierra rellena de ricos manjares. Sus amigos pusieron la bandeja en una banca y agarraron al duelo de la gallina para amarrarlo a una palmera con sus correas. Le metieron dos pañuelos en la boca para que no gritara y dispusieron de la gallinita completa. Allí lo dejaron, no sin antes cubrirlo con los huesos y restos de la gallina que estaba en su casa para los invitados de la fiesta de su madrecita. Lo peor es que lo sentenciaron. –Eso es para que sepas que a la madre no se roba, mal hijo.
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