Experiencia y trayectoria en el campo de juego
21 de septiembre de 2024
Carlos Orozco Carrero
El flaco Elpidio levantó la tapa de la enorme olla donde se preparaba el sancocho cruzado para quitar el hambre a tantos invitados llegados desde muchas partes y lugares. -Quién quiere cuello, preguntó a los presentes, sacando del recipiente un pescuezo de gallo carnudo. Claro, nuestro amigo es prudente y muy cariñoso con los músicos venidos desde Guaraque y traídos por Luis Carrero y su cuñado inseparable Amado Carrero, guitarrista y cantante de alto prestigio por esos de caminos de Canaguá. Mesa de Quintero, El Molino y Bailadores. En un instante, Cosme gritó al cocinero: -A mí me dejan los pies del gallo. Se entiende que la burla le cayó completica por dárselas de intelectual frente a los invitados.
Juan Rulfo nos dejó unas charlonerías hechas maravillas en su Pedro Páramo histórico, texto cumbre del Realismo Mágico Latinoamericano. -Es de lo que vivimos, me dijo una noche entre boleros, tangos, rancheras y ron venezolano el gran Andrés Salcedo, hombre de comunicación seria y de provecho venido del hermano país. Y es verdad, cariños. De todo eso encontramos por estos caminos llenos de gente que existe en nuestras experiencias relatadas por viejos idos de este mundo real.
Entre San Simón y el páramo de La Negra, en circuito infernal, el cavero venido de La Quebrada, Trujillo, se vio envuelto en una jugada extraña por parte de la oscuridad y la neblina que arropa la serpenteante carretera que va y viene por esos senderos habitados por gente que trabaja y se acuesta temprano. Salió de Pregonero a golpe de cinco de la tarde, después de haber vendido buena parte de su mercancía en las bodegas del pueblo. Licuadoras, tapas de ollas, destornillados y tan cual aldrible traído de contrabando. Lo agarró la tarde noche subiendo al Portachuelo para bajar a La Grita ya oscurito. Un barranco le impidió llegar siquiera al hotel Montaña y le tocó regresar a enfilar ruta por El Delgadito en lo que llaman pata de gallina, donde se aparece el diablo en traje tornasolado. -Así se aparece, dicen los que lo han visto. De repente, el trujillano se vio cerca de Pueblo Hondo Encima. Apenas las luces de algunos cultivos hidropónicos envueltos en densa neblina. Aceleró y se encontró en las calles de San Simón, donde unos amigos conversaban mientras tomaban michito al sereno. Se bajó de la camioneta y fue a preguntarles por la vía precisa para La Grita. Solo escuchó las carcajadas de ellos. Se santiguó y se quedó dormido del susto para despertar en Sepulturas, más arribita de Boca de Monte. No había recorrido ni quince minutos desde que pasó por el callejón del diablo. Recordó a la señora de la pensión, quien le advirtió sobre los peligros de esa carretera en noches sin luna. En cada esquina una historia.
Sigue subiendo en el aprecio de los que saben de pelota caliente estos juegos de Softball en la mejor categoría de la liga del club Latino. Son jugadas maravillosas, que deslumbran a un público ávido de acción experimentada por tantas estrellas que se niegan a dejar el guante y la pelota en un rincón de sus casas. Por ejemplo, en días pasados, el Rey del piconazo y primera base del equipo Venados bateó una línea relampagueante al jardín izquierdo. Todos celebraron el hit de oro para empatar el juego. ¡Qué va! Un tiro certero del jardinero izquierdo de Astros y el estirón del flacuchento que cubría el primer cojín mató el batazo. –Out, cantó el ompayita. Comentan que ese bateador es el más lento de todos los jugadores del Táchira. Mejor no digo el nombre de este hombre llamado el rey del piconazo, señores.
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