Carlos Orozco Carrero
Un llamativo perfume cundió en días pasados en la zona tranquila de La Ermita. Los vecinos y amigos compraron jabón de olor en el mercado de la plaza y salieron a lucir sus cabelleras untadas de glostora en crema para recibir a los visitantes que regresan a sus hogares de siempre por estas fechas. James Prato vino a reencontrase con sus vecinos de toda la vida para una conversita agradable en recuerdos de sus momentos juveniles, con los mismos cuentos y los nuevos episodios sacados de esta veta maravillosa que se abre siempre que los abrazos aseguran la pertenencia que se construye con los valores que se heredaron de los viejos vecinos y los nuevos amigos que se van agregando al pasar los años. Bonito eso, cariños.
¡-Vamos a apostar aguinaldos! Por estos días es obligatorio participar en este juego decembrino entre amigos de Pregonero. El tiente de espalda es el fácil de jugar. Es cuestión de tocarle la espalda al contrincante al verlo distraído y cobrar. Pajita en boca obligaba a llevar algo en la boca o entre los dientes. Una ramita, palillo o papel para mostrarlo al que exigía y se aseguraba el no perder esos aguinaldos. El beso robado era el preferido de los muchachos. Muchas veces dejábamos que nos sorprendieran para recibir el sonoro beso de la chica escogida para jugar en diciembre. El emplumado se sabía cómo era y nunca se jugaba. No recuerdo realmente el valor de ese prohibido aguinaldo. Son nuestras costumbres y hay que mantener para que después no digan…En cada esquina una historia.
Las cenas navideñas son de obligatoria participación familiar. Es cuestión de ver siquiera la mesa vestida con motivos decembrinos para entrarle de lleno a una leche de burra fuertecita y disfrutar del plato esperado por todos. Es menester regalar algo a los niños de la familia y a los invitados para completar el nacimiento del Niño Dios. Es manifestación de nuestra fe cristiana y estas costumbres familiares tan hermosas acompañadas del Pesebre con villancicos y aguinaldos para todos.
La culebra de Pregonero es una costumbre que se ha arraigado en los corazones de los paisanos míos desde hace años ya. Su serpenteante recorrido por las festivas calles del pueblo obliga a los muchachos a participar en su elaboración y disfrute. Muchos hijos universitarios se dedicaron a alborotar a los pobladores durante el último día del año por los años 80 y piquito y así darle fuerza a la llegada del primero de enero envueltos en algarabía colectiva. Un día de estos les digo con certeza los nombres de los protagonistas que empezaron con esta fiesta tan bonita y colorida. Así son las fiestas en el pueblo más lindo, señores.