Opinión
Repelencias 594
sábado 13 diciembre, 2025
Carlos Orozco Carrero
Primero los pesebritos, amigos. Puede ser en un rinconcito de nuestros hogares para que no desaparezca esta tradición tan hermosa. Es una señal del amor familiar por las enseñanzas de nuestros padres y del apego por la creencia maravillosa en la llegada del Niño Dios. Nos preparamos para Navidad y la Paradura de nuestro Salvador.
Rafael Ithier nos ha dejado por estos días, amigos. El hombre que nos enseñó a los gochos a bailar salsa hizo del Gran Combo de Puerto Rico un sonido hermoso para llevar el compás con una cadencia que provocaba sacar a una dama en plena fiesta. Siempre extrañaremos el piano y los arreglos de Rafael entre los que se atreven a opinar sobre este ritmo musical tan pegajoso para echar un pie.
Ya le llegamos a España, paisanos. El comentario de los que viajan a la Madre Patria es que se encuentran en cualquier calle o avenida de tal o cual ciudad peninsular unos restaurantes, pensiones y comederos a unos muchachos con sus grupos de chácaros en pleno trabajo productivo. Veremos dentro de poco un mesón andaluz con el nombre de Zayzayal, Los Laguneros o Potreritos. Ya lo hicimos con nuestra presencia en el llano venezolano. Seguramente se pedirá para acompañar un cocido madrileño o una paella un servicio de cochecos o fritas con queso ahumado. Somos como somos, cariños.
El coronel llegó al cuartel a pasar consulta interna regular. Se puso la bata médica y esperó al primer soldado paciente. El médico era asimilado y muy atento a las dolencias de sus subalternos. El cuartel despedía calor infernal por su ubicación llanera. Sin aire acondicionado, le preguntó al soldado: -Cuénteme, hijo. ¿Por qué estás aquí? –Doctor, yo sudo mucho. -Tengo que cambiarme la franela cada tres o cuatro horas. -Es una desesperación y tengo un pañito para secarme el sudor de la cara. – ¿Qué haces en el cuartel? -Doctor, yo soy el cocinero en el rancho. Buej…
La yuca blandita se vendía como pan caliente. Varios sacos se vaciaron rapidito y los vecinos comentaban lo buena que estaba esa yuca de concha marrón y suave a la uña penetrante de las compradoras. Un grito descomunal sacó a todos de sus menesteres de compra y venta. –¡¡Me picó. -Me picó. -Ayúdenme!! Todos pensaron que era una avispa panelera. Qué va. Una culebra enrollada entre las yucas que llevaron a vender desde Umuquena le había clavado los colmillos a la señora Bertha y hubo que llevarla hasta la medicatura del poblado. – ¿Cómo se metería esa serpiente entre la yuca? –No diga me picó, señora Bertha. –Diga me mordió, por favor, que hay mucho carretillero, suplicaba el enfermero de guardia. En cada esquina una historia.
Fiesta en Venezuela por la exaltación de nuestro joropo como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Mucho orgullo sentimos todos los que apreciamos lo hermoso de este golpe musical que nos identifica en el mundo.
El caballero del barrio llegó a la iglesia estrenando camisa vieja. Todos voltearon a mirar a este señor que pasaba entre las bancas para situarse en la parte delantera del altar. Caminaba con estilo para que le vieran la camisa color guayaba y de cuello desmodado para esta época. Terminó el Santo Oficio y sus amigos esperaron en la plaza para felicitarlo por su estreno dominguero. –Se parece a la camisa que se puso Carreto para tocar en la quema de pólvora del sábado en el bodegón del Buen Estar, comentó un amigo malintencionado. -Creo que esa camisa la guardó su dueño en el taller vecino para no sudarla, comentó otro paisano del lugar. Por eso corrió el improvisado maraquero de la tarima fiestera. Se le veía bonita.
Destacados










