Opinión

Rusia, dictadura disfrazada

12 de noviembre de 2017

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Siguiendo el tema de los sistemas políticos y tomando en cuenta que nuestra Venezuela, en las dos últimas décadas, estableció estrechas relaciones con países comunistas orientales, especialmente con Rusia, nos parece oportuno aproximarnos al proceso sociopolítico de esa nación, hasta nuestros días. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa queda físicamente dividida por la llamada “Cortina de Hierro”, en la Europa Occidental capitalista y la Europa Oriental comunista. Con el derrumbe del Muro de Berlín, en 1989, la Unión Soviética se desintegra, surgiendo la República Oriental de Rusia, iniciándose un proceso sociopolítico partiendo de la fracasada Revolución de Octubre o Bolchevique, de hace cien años, para llegar a constituir una las principales potencias del mundo. En esa división encontramos naciones gobernadas por presidentes autócratas y personalistas que, aprovechando el poder político y económico, el apoyo de grupos políticos y mediante artificios legales, se mantienen en forma permanente en el poder político.
Una primera paradoja política reina en varias naciones, la presencia de connotados dirigentes políticos autócratas que pretenden ser demócratas utilizando como base el sistema imperante de sucesivos procesos electorales, según las cartas magnas de cada país. Lo interesante de esta incongruencia es que los políticos siempre pregonan la democracia como el mejor sistema y mediatizan al pueblo, y la comunidad internacional vendiéndose como supuestos demócratas, pero en el fondo la utilizan para sus intereses y de grupos de poder. Las principales normas de la democracia les facilitan a los autócratas lograr dictaduras disfrazadas de democracia con legitimidad, el ejercicio del voto y la supuesta existencia del pluralismo ideológico bajo el principio maquiavélico de “divida y gobernaras”. Los gobernantes autócratas basan la dinámica del ejercicio del poder en la confrontación permanente en dos espacios: el antagonismo interno ente grupos políticos dentro del modelo amigo-enemigo, y ante un enemigo hostil externo o potencia dominante.
En el anterior escenario encontramos a Vladimir Putin, presidente vitalicio de Rusia y el mejor ejemplo de estos arquetipos de gobernantes autocráticos, construyendo un gobierno que dispone de todas las estructuras e infraestructura y rituales de una democracia cualquiera. En Rusia se suceden procesos electorales con costosas campañas, con marchas, mítines y debates. El día de las votaciones se convocan largas colas de millones de votantes mediatizados, con la circunstancia que desde el año 2000 siempre gana Putin o la persona que designe para que le guarde el puesto, hasta que le toque el turno presidencial. La pantomima en el juego del poder de Rusia empezó cuando en el 2008 Dmitry Medvedev, el primer ministro del gobierno presidido por Putin, ganó la presidencia e inmediatamente le dio a su exjefe el cargo de primer ministro. Durante el gobierno de Medvedev, muchos fueron los signos de que quien mandaba era Putin. Las elecciones de finales del periodo presidencial de Medvedev fueron ganadas sin dudas por Vladimir Putin, de esta manera el poder político de la presidencia del país y el poder real volvieron a coincidir en gobierno.
La dictadura disfrazada de Rusia se fundamenta en la enorme popularidad de Putin como líder del inmenso país, un referéndum le sería favorable para seguir en la presidencia y un apoyo incondicional del Parlamento y la Corte Suprema de Justicia que avala todos los subterfugios del régimen. Vladimir Putin no se quita la careta de dictador vitalicio de una de las naciones más poderosas del universo, abusando de los recursos del Estado para lograr ventajas y artimañas muy superiores a sus adversarios en los procesos electorales. Para nadie es un secreto que Putin tiene la ilusión de crear un cuarto imperio ruso, las acciones para lograr ese objetivo se identifican con la adhesión de la península de Crimea, exbastión ruso y de alto valor estratégico en la frontera occidental en el Mar Negro para el control del estrecho los Dardanelos. Propicia revoluciones prorrusas en países de la antigua Unión Soviética, como el caso de Ucrania, y establece relaciones económicas y estratégicas militares con países latinoamericanos Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Cuba y Venezuela.
Gral. de Brig. [email protected]
y @rovirov

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