Pedro Alejandro Parra Fernández *
De verdad, es doloroso lo que está pasando en mi país, tu país, el país de todos nosotros; y ese dolor se torna en tristeza, en llanto, en angustia, en preocupación y en desilusión, cuando vemos que son las propias autoridades las que mienten provocando escenarios para esconder su propio fracaso, sin quererse dar cuenta que lo que está aconteciendo en toda Venezuela, pero, sobre todo en San Antonio del Táchira, la cual región fronteriza se había destacado por su pujanza y desarrollo.
¿En qué se ha convertido hoy? En un arrabal o suburbio o barriada de poca monta, donde vemos todo tipo de irregularidades: sobornos, prostitución, droga, robos, pequeños negocios que expenden cerveza de contrabando y en donde se observan muchachas jóvenes dedicadas a destiempo a la prostitución y al mal vivir, todo este vil escenario observado por las autoridades de las diferentes fuerzas, que en su mayoría participan de estas inmoralidades. De verdad, se ha convertido en aquella pequeña localidad de Tombstone, en Arizona, Estados Unidos, escenario de muchas películas, donde el tiempo parece haberse detenido y sus residentes reviven cada día cómo era la vida en el Viejo Oeste. Fue fundada en 1879, ubicada cerca de la frontera con México, “esta ciudad demasiado dura para morir”, como se lee en el escudo de Tombstone –que en español quiere decir “lápida”- , tiene 1400 habitantes y vive principalmente del turismo. Y, allí se recrean rememorando los tiroteos, duelos, peleas, bandoleros, traficantes, prostitución, muerte, inmoralidad. Pero, para ellos, eso quedó en el pasado muy lejano, y hoy, es en la actualidad la primera población de Estados Unidos que lleva el título de “La Ciudad de la Segunda Enmienda”.
¿Es triste verdad? Las campanas de las Iglesias ahogan su sonido de invitación a la liturgia de la misa por el ruido ensordecedor de los que amanecen tomando licor o que viven en las calles porque ese es su lugar de residencia: es toda Una Torre de Babel, que fue una ilusión bíblica, pero que constituye la fábula que relata el orgullo y soberbia del hombre, y de un Dios iracundo, tal vez hasta vengativo. Esta edificación clave en la Biblia, lo es también para el inicio de la difusión de lenguas en medio de un mar de confusión. Esto, es hoy San Antonio del Táchira; todo un pueblo confuso, que no se entienden los unos a los otros, sino para ver cómo lo engaño, cómo le quito el dinero al otro, cómo lo confundo, cómo lo enredo, cómo no tengo ni temo a Dios, porque soy un soberbio incapaz de no mirar para atrás y no convertirme en estatua de sal como Sodoma y Gomorra, a pesar de las advertencias de los Ángeles enviados por el propio Dios.
Es una verdadera Cena de Baltasar, San Antonio del Táchira. Es una verdadera “Sociedad sin Ley”, vale decir, resulta manifiesta una creciente ola de rechazo de la ley, puesta de relieve en expresiones muy variadas, algunas violentas, otras simplemente corruptas. El crecimiento espectacular de la criminalidad, la corrupción y el soborno como fenómenos normales, el mercado negro, la arbitrariedad en la conducta, el uso unilateral de la fuerza, la ineficacia de los organismos nacionales e internacionales dedicados a la paz y a la justicia, el terrorismo, la antipatía hacia las fuerzas del orden público…todo se sitúa en un cuadro de desprecio y a veces de auténtico odio hacia la ley, el orden y la autoridad, que tiene poco paralelo en la historia.
El hombre secularizado moderno ha superado a Mr. Bumble, aquel personaje de Dickens, para quien la ley era “un burro”. Hoy en día, para muchos allí en San Antonio del Táchira, la ley merece peor calificación: no es un mero burro, una bestia de carga, “es una bestia cargante, y hasta peligrosa”. “Se la ve como enemiga de la libertad e instrumento de opresión”. La autoridad, que se solía entender como la fuerza moral que acompañaba a la ley, tampoco alcanza mejor consideración. La mayor parte de las veces, la autoridad viene hoy considerada como poder político o, incluso, físico. Y como tal es temida. No se le tiene respeto ni admiración. Es odiada o, más frecuentemente, despreciada.
Esta mentalidad anti-ley, anti-autoridad, ha invadido nuestra sociedad. Abusos jurídicos del pasado y del presente pueden en parte ser causa de esta situación, cuya intensificación también es consecuencia de la tendencia de este régimen por controlar todas las áreas de la vida de los ciudadanos, y la sensación de todos de ser asfixiados por unos pocos de desadaptados sociales, pensando la mayoría que sus vidas están atrapadas en una red cada vez mayor de restricciones legales.
Estamos ante la presencia de una gran pesadilla, y, si no despertamos de este laberíntico sueño, no podríamos sobrevivir, ni rescatar los valores éticos y morales ni los principios con los cuales nuestros padres nos ayudaron a crecer y a desenvolvernos. No es sólo San Antonio del Táchira sino toda Venezuela la que ha perdido el rumbo de la libertad, justicia, democracia y solidaridad. Estamos apenas comenzando a experimentar estas consecuencias fatales sociales, económicas, morales, culturales, educativas y sociales. ¡O despertamos o perecemos!
*Profesor