Néstor Melani-Orozco
Aún estaban las huellas de los arrieros, y de piedras milenarias los testimonios en grabados burilados donde el sol destilaba en los círculos y de geometrías de la pureza la aldea de los árboles gigantes con pieles de musgos y lugares eternos de un valle que se asomó de ecos al río de los primitivos Kariras. Desde el hablar al destino del relámpago del Catatumbo y de los gritos; las mezclas del indio originario de los Cuicas, y con aromas Motilones después del lago del Coquivacoa para sembrar del aroma a la ciudadela del Umuquena, poblada por los evangelizadores desde 1589, entre los viajeros y medidores de las tierras de la capital, ciudad del Espíritu Santo.
Desde Fray Luis de Maquena para el saber del fraile: De Angarita y de los aguerridos soldados del capitán Juan Andrés de Varela, lugarteniente de Baltazar de Artigas, primer Alcalde de La Grita, tiempos de la gobernación de Francisco de Cáceres. Allí todos los testigos y de llevar con beatitud una imagen de san Judas Tadeo, «El Santo del Hacha». Para venerarlo y proteger a los nativos de las invasiones del sur del lago. Esta imagen de la Escuela de Fray Francisco de Orellana. En la gracia del Convento de Santa Clara. Valor de la Pintura Colonial de Venezuela, escuela del Manierismo español antiguo. Esta presencia de «H» Umuquena tiene el interesante candor de sus memorias, desde los ojos eternos de una india del Guanía, como del espacio sonoro del viento; para remontar la montaña de San Telmo y saber del secreto a sus pies de las esmeraldas descritas en Emilio Constantino Guerrero, con flores campesinas, entre malvas y un campanario lejano permitiéndole al azul la pureza del cobalto. Donde de heredades se vistió del Andrade. Como del Chacón de Andalucía y de los Rey devenidos de Castilla para sus siembras de café y de moldes la caña de las panelas, en los hermosos relatos del Amanuense: Antonio Pulido, entre leyendas y las vidas, cuando lo describió Carlos Orozco sentado en una silleta frente a la plaza y el Cronista hijo de Caracciolo Carrero guardó los misterios de Monseñor Néstor Chacón.
Muy después en los rostros del poeta Gandica y las avemarías de la primera escuela… Así, San Judas Tadeo de los franciscanos es una presencia del Arte colonial venido desde el Espíritu Santo de La Grita… con albas y recuerdos. En la verdad que narraron desde Nectario María hasta los interesantes espacios escritos de Raúl Salcedo en sus revistas impresas con anilina tinta violeta y un compuesto de alcohol. Vida plena ¡en los caminos a «Las Talas» después del «Tesoro» en aquel cementerio primitivo casi del jurásico por sus grabados en piedras y figuras de las afirmaciones en el sendero de Santo Domingo de los Rojas Catalá y del secreto de san Judas llevado con cantares desde las oraciones eternas del desaparecido convento, monasterio de la otra ciudad antigua. Como la describió Ramón J. Velázquez en un viaje entre el azul profundo de montañas y al final «Un Barco de Ilusiones». Porque desde las lágrimas la imagen pintada al temple del san Judas Tadeo posee la eternidad de los documentos de aquellos maestros evangelizadores. Y en un breviario estuvo el testimonio, junto a una rosa marchita por los siglos y manchada con tres gotas de sangre como llantos de pasadas promesas.
Eternidad de los viajeros…
*Artista Nacional. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1987. Barcelona. España. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Nacional del libro 2021. *Honrado con un Salón en el Palacio de los Leones. Gobernación del Táchira 2022.