Es casi un lugar común hablar de la profunda y aguda crisis que atraviesa la oposición venezolana agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática MUD. En medio del debate suscitado, hay quienes afirman (algunos con inocultable regocijo) que ya la coalición de partidos fracasó de manera definitiva e insalvable, y que su único destino es la desaparición y el olvido. Otros, más comedidos en sus juicios, claman por una revisión crítica y profunda de sus fundamentos, métodos de trabajo y estrategias, con el fin de reformularla y ponerla a tono con las exigencias del difícil y complicado cuadro político actual. A nuestro entender, revisar y corregir lo que sea necesario y plantear la unidad sobre nuevas bases y procedimientos, es el camino más acertado y correcto. Lo peor sería alentar el distanciamiento y la ruptura y propiciar la aparición de una especie de archipiélago incoherente e inconexo de partidos y grupos grandes y pequeños, cada uno trabajando en función de sus criterios e intereses, olvidando que el objetivo común es el restablecimiento de la República democrática amplia, incluyente y verdadera, en la que para bien vivimos, con todas sus limitaciones y defectos, durante los 40 años más felices y productivos de toda nuestra accidentada historia política.
En medio de tantas dificultades y factores adversos generadores de pesimismo, desesperanza y actitudes derrotistas, a los dirigentes opositores les corresponde ponerse a la altura de las circunstancias y de los intereses del pueblo. No es cierto que el oficialismo siga siendo mayoría, como efectivamente lo fue desde 1998, hasta su derrota en el referendo para la reforma de la Constitución en 2007. A partir de ese momento, su decadencia no ha cesado y, por el contrario, ha continuado acentuándose, hasta el extremo de la aparatosa derrota sufrida en las parlamentarias de 2015. El declive es tal que en 2016 tuvieron que aplazar las elecciones de gobernadores y, de manera abusiva y descarada, impedir el referendo revocatorio para evitar la segura salida del poder. Este año, aterrados y hundidos en el rechazo popular, sin la debida consulta al soberano, con unas bases comiciales totalmente favorables a sus intereses y una concurrencia electoral más que dudosa, impusieron una constituyente “plenipotenciaria” para neutralizar a la oposición y terminar de anular a la legítima Asamblea Nacional. Casi no vale la pena mencionar el conjunto de ventajismos, irregularidades e ilícitos electorales de todo género que les permitieron proclamarse victoriosos en 18 de 23 estados, el pasado 15 de octubre.
Esa es la verdadera realidad política que vivimos y no la que por todos los inmensos medios a su alcance, la propaganda gubernamental quiere hacernos creer para infundir más desconcierto y desaliento y confundir al país y al mundo. Estamos a las puertas de las elecciones de alcaldes y concejales y sin desconocer y dejar de luchar contra todas las adversidades, el ventajismo y el fraude, la dirigencia y las bases opositoras deben prepararse para participar y triunfar en la mayoría de los municipios. (Tomas Contreras V.)