Antonio Sánchez Alarcón
Aunque el doctor José Gregorio Hernández es reconocido principalmente como médico, científico y filántropo venezolano, su pensamiento también posee una profunda dimensión filosófica. Su visión del mundo estuvo marcada por la intersección entre la ciencia y la fe, un humanismo cristiano basado en el servicio al prójimo y una concepción ética de la medicina que definitivamente trascendió su tiempo.
Desde su formación académica, Hernández demostró una inclinación hacia el conocimiento en múltiples disciplinas. No solo se destacó como médico, sino también como filósofo y teólogo aficionado. Su educación en París y su contacto con las corrientes científicas europeas influyeron en su perspectiva sobre la relación entre la razón y la fe, llevándolo a desarrollar un pensamiento integrador en el que la ciencia y la religión no eran opuestas, sino complementarias. Su filosofía estuvo marcada por tres ejes fundamentales: el servicio a la humanidad, la armonía entre la ciencia y la fe, y una ética profesional basada en la dignidad del ser humano.
Uno de los pilares de su pensamiento fue el servicio al prójimo. Hernández veía la medicina no solo como una profesión, sino como una vocación de entrega total. Su vida estuvo dedicada a los más pobres y vulnerables, ofreciendo atención médica gratuita a quienes no podían pagarla. En su concepción filosófica, la práctica médica era una expresión del amor cristiano y un medio para cumplir con el deber moral de ayudar a los demás.
Otro aspecto clave de su filosofía fue su creencia en la armonía entre la ciencia y la fe. A diferencia de la visión positivista que predominaba en su tiempo, Hernández no veía contradicción entre el conocimiento científico y la espiritualidad. Consideraba que la ciencia debía ser guiada por principios éticos y que la búsqueda de la verdad incluía tanto la exploración de lo material como la comprensión de lo trascendental. Su admiración por Santo Tomás de Aquino y la Escolástica influyó en su manera de conciliar la razón con la fe, entendiendo la medicina como un instrumento divino para aliviar el sufrimiento humano.
Finalmente, su filosofía de vida estuvo profundamente anclada en una ética profesional basada en la dignidad humana. Hernández promovió la idea de que el médico no solo debía poseer conocimientos técnicos, sino también una vocación moral que guiara su ejercicio profesional. Para él, el paciente no era un simple caso clínico, sino un ser humano con necesidades físicas y espirituales que debían ser atendidas con compasión y respeto.
José Gregorio Hernández dejó un legado que va más allá de sus contribuciones a la medicina. Su pensamiento filosófico, basado en la fe, la ética y el servicio, sigue siendo un referente en la actualidad. Su canonización por la Iglesia Católica no solo reconoce su santidad, sino también la profundidad de su vida filosófica, que continúa inspirando a médicos y creyentes en todo el mundo.