Opinión

Telira: 37 años con Bolívar en La Grita

17 de mayo de 2023

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Néstor Melani-Orozco   

«Este 18 de Mayo, en el sabor de la Atenas del Táchira»

Volver al Escenario… Para decirlo en un cenáculo… junto a los apuntes descritos en los cuadernos. Me había venido desde las noches inmensas, como estas cosas bonitas por los verdaderos sentimientos. Y como un hecho:  Macario Sandoval me nombró Director de Cultura de La Grita, allá en el Jáuregui donde quedaban los recuerdos desde la primera promesa, hasta de los credos de un acto. Desde mi primer regreso de Europa. Era 1986.            Porque en mi juventud, ya en 1969 había montado «La Mujer de las Manos Cortadas», aquel poema social de Teodoro Gutiérrez Calderón y me atrevía a decir los hechos a través de manifestar y como huella estaba para esos años José Laurencio Zambrano. Entre imaginarios dibujos junto a Eduardo Rey, Morellana, a Ignacio Zambrano y Homero Parra en el altillo de Hugo Rangel y las realidades poéticas de Hugo Colmenares, viendo nacer a «Impacto» en los diseños de Pepe Camargo y de fundarse un Centro Experimental de Arte con el fin de hacer una Casa de La Cultura para La Grita… Porque para 1986 escribí «Bolívar en La Grita. 1813» y había resuelto leerme todos los libros de la «Sopena» e irme entre las hojas del «Aprendizaje del Teatro” de los grandes maestros de la pintura, y mucho más las experiencias catalanas en Barcelona, con Alfredo García, el insigne actor ecuatoriano compañero de Estuardo Maldonado. De encontrarme con el teatro español en Sergio Magaña, desde los libros de Eugenio D’Ors. Sabiéndome a Vargas Vila, entre los diccionarios de Konstantin Stanislavsky, con el dolor de Gorki en «La Madre» más de Samuel Beckett, de Miller y de Abreu Felipe, cuando Pilar Miró me invitaba a decir los grabados en las aguas fuertes de la puerta del Ángel jurándole al azul Mediterráneo las eternas promesas. Y de testigo desde el teatro Liceo al mundo de Sitges. Entonces en mi casa aparecieron los personajes, de verme en Eugenio Ionesco, o de comprender a Gerardo Pinto en «Los Pájaros se van con la Muerte» de haber apreciado a Rengifo, en su casa; «El Negro Primero» quien fui tantas veces con Palmenio García, desde su «Manuelote” de ir a describir con Freddy Pereyra junto a la poesía de Agustín Guerrero. Para investigar mucho sobre Ricardo Acosta y hablar en vocablos entre las meditaciones que se enriquecieron desde el Alma. Más de las imágenes que mostró en años Francisco Octavio Sosa, más adentro del acordeón de Eugenio, «El de las Cruces». O de verbos en la sonoridad de Simón Ayala venido de las lecciones de Orlando Cárdenas y de Aníbal Dennis. ¿Y del Por qué? Desde el muchacho hijo del viejo bibliotecario: Don Isidro Duque Labrador, el mismo de la camioneta verde gigante y del aliento entre las fuentes de una leyenda. Para convertirlo en una novela. Más en mi lugar de pintar: entre lienzos, papeles con las aleluyas de mi padre. Fue como Nelson Duque, más del Labrador que todo un sueño, narrándome sus ideas del teatro; entre muchos, Víctor Labrador, hasta José Eduviges Guerrero Electricista y casi un escenógrafo. Y de Oscar Duque vestido de clérigo, con su cabellera de cola de irlandés y su memoria en los ángulos de la meditación. Con Antonio Moreno, herido por la escultura del Cristo gigante hasta de Elisa Camargo escondiéndome un Festival teatral. Mientras, Tito Duarte, el general, me pedía que desde mis palabras abriera los actos de inauguración. Y desde los sucesos nacía «El Teatro Libre La Grita» de quien le sugerí a Nelson, le cambiaran por «Teatro Libre Ricardo Acosta» en homenaje al dramaturgo nacido en el seno de los Quintero García, en la casona frente a la plaza del convento y éste, señor del Teatro Nacional, y desde Broadway en New York hasta Moscú o Leningrado se convirtió en un actor, para sentir a su Grita, muy después de las crueldades de la Dictadura de Pérez Jiménez. Así lo entendieron los jóvenes, en el sueño del «TELIRA» convertido en una real manifestación; invitando al pueblo, para nacer de mis guiones a un «Bolívar Poeta, caminando por La Grita, revivida a 1813» entre santos y de amores perdidos; las mantas de los balcones, como de una bandera comunera y el ritual tan mágico que contaron los viejos en las herencias del simbolismo de la Trinidad, desde una mujer india, y de una bruja embalsamando al negro caballo traído en la guerra desde el bajo Magdalena hasta San José de Cúcuta.  Y abrir la Batalla de Angostura de El Cobre con el Coronel del Castillo.                            Fue de saber sagrado de ir a los ensayos y del inmenso apoyo del entonces Alcalde, que venía de los manifiestos de la cultura, allí estaba la Batería de Morteros de 120 mm. Con sus soldados, como de los amigos y de los actores.  En Anibal Grunn, el maestro argentino, de un corazón más fuerte que «El Rajatabla» desde el temple del Padre de la capilla del Llano, como de los amuletos, de los arrieros abuelos de Abel Duque, hasta las promesas al Crucifijo de la Colonia, con el milagro de Tadea en la verdad por delante y sin borrar los sentimientos, entre las danzas de Ramona Mansilla y el violín de Fulgencio Hernández. En la Banda de la Escuela de Música del maestro Cristo Antonio. Con un Desfile, hecho: teatro músico; voces eternas. Nelson Duque encarnó al Bolívar que vino aquel 17 de abril de 1813 vestido de Brigadier, y de Nelson Duque: «El Mejor personaje del hombre que valió por más de mil soldados». Aún recuerdo a Enrique Orozco, vistiendo de oficial neogranadino, como a los gritos hermosos de la infinita Grita, para dejar escuchar a «Simón Bolívar bajo la lluvia», junto a José Félix Ribas, Rafael Urdaneta, Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, el monje José Félix Blanco y hasta Juan Nepomuceno Rincón, desde Trina Huerta adornada de collares de plata y un balcón con una jarra guardando las rosas secas y las gotas de sangre en un pañuelo blanco, de la originaria esencia de la nativa y criolla «India» de Capacho, entre la fe del padre Fernando José García. Quien lo creamos en Roberto Sánchez así desde su imprenta y Virginio Pérez después. Para la sabiduría de Abraham Guerrero descifrando del Romano al gnóstico el latín del «Padre Nuestro” en el color de las sotanas y los sargentos mártires, de la traición del De Paula Santander hasta de «Los sembradores de caña». Como una nueva semilla. Han pasado 37 años. Y el fervor del lenguaje de las manos que aprendimos en los libros de Elicendo Novo estando presentes.  Y el estandarte de la Trinidad con los caballeros y soldados del Libertador.  En el canto de Carmen Carrero. Que lo diga mi ahijada: Francis Chacón Parra con el fax en un espejo, de Anita Díaz, soldadura bendita de los Camacho, llevando un máuser; entre los ojos perpetuos y hermosos de Isabel Urrea. Y desde una flor amarilla se sienta el trabajo tan inmenso de Carlota Baptista, más de su ilustración y entrega, como del clamor de la roja estela en los cañones de la independencia,  desde: José Guerrero, Jairo Duque, Cheo Salas, Pio Contreras, los sabios polvoreros e inventores, hermanos: Pernía, de aquella imagen de mis ilustraciones en: Miguel Alfonso Caballero gritando con una campana: «Viva Bolívar, el Libertador de los Macabeos» hasta el clamor de Paul Villarreal,  entre los rosarios de las morochas: Duque Pérez, para venir Juvencio y Gerardo. Y Socorrito tejiendo las mantillas para las mujeres del reino de España. Y de aquella idealista Fanny Zulay Rojas al poeta Ramón Elías Camacho, a Máximo Labrador, decirlo entre una sonata de Jesús Duque Patiño, en las conversaciones al concepto filosófico entre noches de encuentros con José Pascual Mora, hasta el viejo hortelano trajeado de caqui: José Escalante, entre tantos que, entendiendo la diversidad de un espacio, se hicieron para los encuentros, cuando aún Nuestro actual alcalde Juan Carlos Escalante Palacios era un niño. Allí, junto a diálogos, parlamentos y la oración como de una pintura; “La Grita con su imagen del Espíritu Santo» y de campesinos, estudiantes, mujeres, niños, viejos y obreros, desde los sin muelas a la mujer pariendo en un testimonio de la historia nacional en la emancipación de Venezuela. Para poder dibujar a Sinforiano Contreras, «El mejor Actor del Mundo». Más de guardar la imagen de Eduardo Noguera como un «Quijote del teatro”, Para pronunciarlo en un acto de volverse el «Acto de Bolívar en La Grita» con el calendario de ser «Patrimonio, Cultural y Nacional». Porque fueron desde aquellos textos que escribí, entendiendo el Teatro del Liceo Civil, cuando Guillermo Farías gestaba los ecos y Víctor Gustavo Díaz «El Tulo» pudo concebir otra Escuela, como de los testimonios de Nelly Garzón Montañez y Danilo Chacón en el Liceo Militar Jáuregui. Más de «La Noche del Gallo” del «Mito del Samán de Were» de las voces «Comuneras» de «Bolívar Guaicaipuro” de la «Ceremonia triunfal en Caracas”, en «El Sonido de las Campanas», en «Manuela, la Mujer de Cera».  De vernos todos con mi «Mamatoco» desde el primer actor, hasta de las flores destellantes en la puerta de la iglesia con agua bendita y el viaje de Margarita Méndez. De sentir el diálogo nuevo de Stalin Mora e irnos en los rostros perpetuos desde el silente violeta de la luna… para idealizar los sueños de José Rodrigo, joven, heredero en su pureza de ideas, desde los hermanos Sandoval Mora y del más muchacho con la imagen del nuevo héroe: Emmanuel Duque, hablando un día con el Madero de Lepanto…                       Para los inmensos colaboradores dejando después, una lágrima en los rituales del rio reflejando la estrella de Venus. Con este recuerdo que me llevó a hacer de la dramaturgia en mis más de 123 obras épicas. Hoy en las páginas de mi libro: «El Militante Rojo». Quiero agradecer a los actores este sueño bonito de la cultura. A Óscar Duque, más de mi amigo, el mismo muchacho que en mis sueños, y por mis relatos, se fue a España, a Barcelona a estudiar para hacerse Cineasta. Como de la lógica de Néstor Almendros. Y en su exigencia de director ha realizado las maravillosas expresiones de una realidad artística teatral, desde su “Escuela de Cine» para afirmar en 37 años la conjugación del TELIRA y desde su pertenencia vivirá la reminiscencia de Macario Sandoval ejemplo de la dignidad y vestido de tamborilero, llevando a su «nazareno con un fusil a cuesta” para la estampa de uno de mis murales; y desde allí entender cuanto sucedió para que las nuevas gestiones culturales de La Grita. Del Estado lleven este ideario que nació de la ilusión de un gran actor y permanezca como estandarte a la verdad entre todas las religiones; afirmando el mensaje guardado en oro en lo más hermoso de nuestra Paloma de Plata

*Artista Nacional.

*Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1987. Barcelona.  España.

*Dramaturgo. Escritor.

*Maestro Honorario.

*Cronista de La Grita.

*Doctor en Arte.

*Premio Nacional del libro 2021.

*Honrado por el Señor Gobernador, Dr. Freddy Bernal con un Salón en su honor en el Palacio de los Leones de San Cristóbal 2022.

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