Porfirio Parada *
Hay encuentros espontáneos, puros, ilógicos, errantes, manchados y desprendidos. Hay surgimientos de grupos de personas que se reúnen para hacer y decir algo para ellos y compartirlo con los demás. Y más cuando se es joven, por la necesidad de decirlo, lo que sea, lo que salga, mal o bien pensado, pero decirlo. A esa edad, hay una gran fuerza natural y un plus muy determinado. Antes de los 20 o en los veinte, cuando las revelaciones, la posible rebeldía, las propuestas, las ideas, las equivocaciones, los desahogos más desafiantes se fusionan con la piel, la sangre y con el pensamiento, con la garantía de saber sin saber que es el momento adecuado, impreciso, creativo, nervioso, idóneo para compartir textos poéticos y literarios en público. Sin mucha intención algunas veces, dependiendo del estado de ánimo. Hubo una libertad más allá de la palabra y de cualquier afrenta. El grupo Héroes literarios en decadencia hizo un manifiesto que nunca leí. A los días me invitaron a pertenecer al grupo. Duró poco tiempo, se realizaron tres recitales. En una época ya fusilada por el tiempo.
Rossy, Fátima, Lenin, Eduardo, Ernesto, Jesús, Jerson, y yo ¿Cómo nos unimos? También hay imprecisión en los lazos, datos y primeros encuentros. En el jardín botánico de la ULA, entre grandes arbustos, en casas y urbanizaciones, en sus parques, se hacía una convocatoria, entre estudiantes y no estudiantes de la universidad. Eran tiempos ligeros, desprendidos, envueltos por la soltura de los planes improvisados. No conocí muy bien a varios integrantes del grupo, sé que les gustaba leer y compartían autores. Varios de ellos vivían la intensidad de los días en sintonía con la intensidad de las palabras, lecturas realizadas, de las novelas y los capítulos. Los versos. Otras lecturas. Libros prestados y propios. Otros ajenos. Las primeras reuniones serias nunca existieron. Las últimas eran cuando ya estaba todo hecho sin saber cómo se hizo.
Eran días continuos, tiempo discontinuo, donde nos reuníamos en las mañanas, tarde y en la noche. Lenin fue uno de los que menos vi, creo que él trabajó en la Librería de Nacho del Centro Comercial Tamá. Eduardo compartía la obra de Charles Bukowski y la «Generación beat» con Jesús. Yo conocía al papá de Rossy mucho antes de conocerla a ella, por medio de un amigo, Naudy. Hubo cuadernos con páginas rayadas con planes que no concretamos, hubo noches que nos perdimos en las calles, con los carros pasando, con la luz de los semáforos. Subimos en un carro prestado a la Loma del Viento, con vodka y naranja, viendo las montañas y sintiendo el frío. Ya arriba poco se hablaba de literatura, los chistes y las risas, y algunos versos libres reinaban. Las responsabilidades se esfumaron con la noche, con la neblina que ya sentíamos cuando bajábamos a la ciudad. Hubo encuentros que falté, hubo lugares citados donde estuve ausente.
Se puede decir que Héroes literarios en decadencia organizó dos recitales más uno que fue en conjunto con otro grupo literario en ese momento: Los Hijos del Lápiz. Junto al respaldo de José Antonio Sánchez Pulido (Toño) y su Quinta Lis, espacio cultural en San Cristóbal que promovió a una gran cantidad de artistas de la región, espacio que Toño complementaba con su forma de ser, su propia obra poética y como artista plástico. Me acuerdo salir sin rumbo de la Quinta Lis, caminando con varias personas que había leído poesía ese día: Sacha Guerrero, Jesús Montoya, con algunos del grupo, entre otros. Desconozco si en la actualidad algunos Héroes siguen escribiendo poesía, literatura, o leyendo libros de narrativa, otros estilos y temas, sé que la mayoría de ellos se fueron del país, supongo que han vivido mucho, ya adultos haciendo sus vidas, el fogueo del día a día, unos con hijos, otros sin ellos.
Los otros dos recitales fueron increíbles, inéditos, extraños, inesperados, superaron la expectativa de cualquiera de nosotros, sin planificación ni organización, ni mucho menos cuestiones protocolares, logramos convocar a gente que ni remota idea iba a llegar, y en gran número. El primer recital fue en el famoso Bar de Otilia, al llegar ya había gente y movimiento, muchas mesas ya estaban ocupadas, sonaba la rocola mientras nosotros ingresamos con el sonido, y una guitarra. Para sorpresa, en una de las mesas estaba el reconocido poeta Antonio Mora con su amigo José Antonio Pulido Zambrano, venían por el recital. Tenían dos cervezas en la mesa. Antonio con su libreta y lapicero, me dijo con su humor y estilo característico, entre risas, que le había gustado el nombre del grupo. Hay pocas fotos de esa noche. Hubo una mujer holandesa, de esas organizaciones mundiales de intercambio estudiantil, estaba por la ciudad en ese momento histórico y anónimo a la vez, nos acompañaba a esas tertulias nocturnas.
Para el segundo recital, que fue donde “El Gato” por Barrio Obrero, subiendo por Carmon Tiendas, antes del Pasaje Pirineos y Casa Vieja, calle 12 con carrera 24. Una casa y una bodega. Una cuesta con una curva. Su entrada bien particular, al lado donde atendían, uno entraba por un pasadizo angosto, entre una puerta pequeña y paredes reducidas, se pasaba por una sala con su mesa, sillas y televisor para llegar al espacio con mesas de dominó, vallas publicitarias como techos, y gente divirtiéndose. Algunas cornetas con música en las esquinas. Cuando llegamos para organizar el sonido y espacio, no solo estaba lleno ya adentro, gente sentada en las mesas y parada alrededor (y gente por los pasillos) sino que el dueño de la casa me dijo que afuera estaba el doble de personas esperando entrar.
Con cara preocupada me dijo que iba a dejar entrar un lote más de personas, y hasta ahí. Luego me enfatizó que era el último recital de nosotros en esa casa. El arte del flyer lo hizo Manuel Meneses (Droopy) donde sale un gato con lentes, gato bohemio con sombrero y corbata, en el texto se leía: “¡Ni bien ni mal! Solo escribimos”. En esa época estaba muy de moda la música Dub, género de música electrónica que por esa noche se fusionó con poesía. Se llevó una laptop donde teníamos carpetas con instrumentales. Yo leí unos poemas con una pista de Hip Hop. Fue una locura de recital, descontrolado pero emotivo, muchos leyeron con el bochinche, otros más sentimentales leían haciendo que la gente escuchara en silencio. El señor que vivía donde “El Gato”, creo que era uno de los hijos de “La Abuela”, casi nos corre del sitio cuando terminó todo.
Héroes literarios en decadencia se formó en el año 2011, duró unos meses, hasta el 2012. En el Facebook se encuentra el grupo literario con una foto de perfil del escritor y poeta chileno Roberto Bolaño, el autor de “Los detectives salvajes”. Cuando ya se sabía que el grupo no daba para más, le escuché decir a Ernesto algo sobre el efecto dominó cuando las fichas empiezan a caer una por una. A ninguno les he vuelto a ver la cara en persona desde hace tiempo, se poco de sus vidas, algunos los veo y me comunico por redes sociales. A los demás Héroes les envío buenos deseos y los mejores planes. Ya no hay eventos ni encuentros donde “El Gato”, ni donde Otilia, mucho menos en la Quinta Lis.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio