Los vientos huracanados en que se moverán los demócratas del mundo en este año y en especial en América Latina, indican que no están claras las expectativas de la vitalidad institucional democrática, la participación de la sociedad civil en las decisiones del Estado, la libertad ciudadana y la igualdad de oportunidades. Tendremos menos democracia por las desviaciones en el poder político para la preservación y el logro de los objetivos superiores de la nación y los objetivos físicos y psicológicos del pueblo. Después de la Guerra Fría se creía que triunfaría el orden liberal internacional, el capitalismo llegaría al Este, el comercio como soporte central facilitaría la cooperación económica y las democracias utilizarían mecanismos pacíficos para resolver los conflictos. Esta premisa no se cumplió, la fragmentación económica superó a la política, el poder político dominó el control del Estado y grupos de poder se perpetuán en el gobierno.
El cáncer de la corrupción oficialista y sus efectos nefastos en la economía se han extendido en varios países, trayendo como consecuencia que la gran preocupación de la sociedad actual es la conducta ética de los gobiernos y su capacidad para la toma de decisiones oportunas y eficaces para resolver los problemas estructurales y funcionales del país. Se ha generalizado la pérdida del denominado “capital social” de las naciones, identificado por la calidad de los funcionarios y la responsabilidad en el cumplimiento de los deberes ciudadanos en el ejercicio del poder político. Las administraciones menos corruptas, eficientes e innovadoras, son aquellas en que existe una correlación entre la capacidad para el ejercicio profesional y en la función pública, la voluntad para cumplir los deberes como miembro de una sociedad sin distingos de ninguna naturaleza.
En forma general podemos clasificar la administración pública en dos modelos: los sistemas abiertos, donde aplican las reglas análogas al ámbito laboral común bajo una contraloría social; y los sistemas cerrados estatizados, que obedecen a esquemas políticos convencionales para mantener el control absoluto, siendo más proclives a las desviaciones de funciones. Existen países que han separado en forma determinante mediante un calificado capital social la administración pública de la función de la sociedad política, siendo los más avanzados y cuando se mezclan se forma un coctel muy peligroso para la estabilidad y la economía de las naciones. El mal de la corrupción y el tráfico de influencias, seguirán existiendo por la fuerte resistencia de los partidos políticos en funciones de gobierno, acostumbrados a dominar las aéreas financieras del servicio público distorsionando la función administrativa del Estado ente jurídico burocrático del país.
En Latinoamérica además de la corrupción con sonados casos y expresidentes encarcelados y enjuiciados por mal manejo de recursos, está contagiada por un virus muy virulento que produce el “síndrome de la reelección” y hasta vitalicia. La región se divide entre sistemas que protegen la norma de alternancia en el gobierno y otros que la acción se orienta en la permanencia en el poder. En los primeros, la democracia es factible y en los segundos con autoritarismo emplean el poder del Estado para ganar procesos electorales fraudulentos. La versión política, se basa en un populismo especulativo para engañar a los electores y en algunos transfieren el poder a otro de su mismo modelo. Para lograr una democracia plena, hay que generar las condiciones de una sensibilidad social para rescatar los derechos humanos que se han perdido distorsionando las responsabilidades políticas. (Oscar Roviro Villamizar)
*General de Brig. [email protected] / @rovirov