Parte de la tragedia que vive Venezuela es producto de la traición de su clase dirigente. Operadores del régimen que se las ingeniaron para gobernar en contra de la voluntad del pueblo desde 1999 y operadores de una supuesta oposición que les han seguido el juego electoral durante dieciocho años.
Por razones distintas, tanto la dictadura como la MUD, coinciden en llamar a votar. Para el Gobierno es vital, no solo mostrar ante el mundo que en Venezuela hay elecciones, sino que además hay un reparto equilibrado del poder. Por eso, no extrañaría que el régimen le reconozca a la MUD unas gobernaciones para que la MUD, a cambio, en nombre de la oposición, siga jugando dentro del tablero viciado y fraudulento del régimen.
Por su parte, la MUD se ha planteado ir a estas elecciones a como dé lugar, sin siquiera exigir las más mínimas garantías electorales para proteger su propio desempeño. La falta de voluntad política para cumplir con el mandato de la consulta popular del 16 de julio lanzó a la MUD por el barranco de un proceso incierto, cuyos resultados dependen más del azar y de la estrategia de la dictadura, que de los votos.
Pero la opción electoral que defiende hoy la MUD no es distinta a la que hemos ensayado en estos dieciocho años, votando una y otra vez. Tampoco será la última vez que nos pidan ir a votar, como un acto público de masoquismo. Ya varios voceros de la MUD han revelado que esto es el preámbulo para ir a las presidenciales del 2018 en iguales o peores condiciones.
La consecuencia más dramática de insistir en una estrategia política suicida es propagar la ilusión de un cambio electoral y la consecuencial desmovilización de la protesta ciudadana. Aunque se diga ad nauseam que el voto es la mejor manera de protestar contra la dictadura, la evidencia demuestra todo lo contrario. Sin embargo, el espejismo del voto y el cambio político por la vía electoral ponen en modo diferido todos los esfuerzos de la sociedad para derrocar la dictadura.
Es legítimo que millones de venezolanos que están contra la dictadura no vean con claridad las bondades de la estrategia de la MUD. En lugar de darles razones para ir a votar, se les amenaza y se les chantajea para culparlos de un posible revés electoral. El régimen hace lo propio al negar comida y medicinas a quienes no voten por sus candidatos, degradando la condición humana a niveles de miseria. En el centro de esta dinámica el ciudadano está bajo un asalto permanente por ambos lados para extraerle el voto a como dé lugar. Votar a juro, solo en dictadura. (Humberto González Briceño) /
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