Fernando Luis Egaña
La hegemonía roja y sus satélites de variado color, pueden ser señalados con justicia de innumerables cosas. Pero entre estas no podría figurar jamás el defender al pueblo venezolano… Al contrario. El ataque continuado y despiadado al pueblo venezolano, por parte de la hegemonía roja y sus satélites de variado color, es tan notorio que el valor del salario mínimo mensual es inferior a un dólar –era de 184 dólares a cambio libre cuando el predecesor de Maduro empezó su primer «gobierno», a comienzos de 1999.
En los estándares internacionales se suele establecer como umbral de pobreza extrema, un ingreso diario que sea inferior a un dólar. Y en Venezuela, ese ingreso inferior a un dólar, no es diario sino mensual. Y todo ello en medio de la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de la historia, que, a pesar de los altibajos, todavía continúa (los precios marcadores están por encima de los 40 dólares por barril).
¿Haría falta decir algo más para que los señores Borrell, de allá y de acá, dejaran de lado su politiquería barata y se tomaran en serio la gravedad de la catástrofe que padece el pueblo venezolano? Pienso que no. Ya el problema no está en tales o cuales «condiciones electorales» para terminar legitimando una farsa comicial; ni tampoco en tales o cuales «agendas de diálogo a largo plazo» para continuar legitimando a una hegemonía despótica, depredadora y radicalmente corrupta. No.
El desafío es que los venezolanos no se sigan muriendo de hambre, de mengua, de endemias y pandemias que no se pueden encarar porque el sistema de salud solo existe en la propaganda oficialista. La nación venezolana se está muriendo por el dolo y la incuria de los mandoneros del poder, y muchos de los que están llamados a defenderla andan en un universo paralelo de abstracciones incomprensibles o de concreciones inaceptables.
El pueblo venezolano tiene que ser defendido de la obliteración de sus derechos humanos, tal y como lo confirma, por enésima vez, el reciente Informe especial de la ONU. Lo mismo debe afirmarse de la hambruna, del abandono social, del caos económico, de las atrocidades políticas, en fin, de todo lo que caracteriza la tragedia nacional.
El más reciente despropósito del oficialismo es una supuesta ley constitucional contra el bloqueo y a favor del desarrollo… Pero si es que el bloqueo al desarrollo se origina en el poder establecido, comenzando por los patronos cubanos, insaciables pirañas de nuestros recursos. Ya Venezuela estaba sumida en todos estos horrores, en el 2015, cuando empezaron las sanciones de EE.UU. Por cierto, Maduro alega que, por causa de las mismas, se han dejado de percibir ingresos por 65 mil millones de dólares.
Pero es que, un tiempo antes, excompañeros de gabinete del propio Maduro denunciaron penalmente en la «Fiscalía» que se había perpetrado una estafa cambiaria por el orden de 250 mil millones de dólares, entre el 2012 y 2014. Y eso debe ser solo una parte del latrocinio cometido por la hegemonía y sus satélites. ¿Podrán seguir manipulando con sus campañas de propaganda? Esperemos que ya no.
¿Puede la gente defenderse sola, sin todo el apoyo interno y externo, político y humanitario, que exige la Constitución y el Derecho Internacional? Es lo que están tratando de hacer por todas partes, pero sin una conducción política sólida es muy improbable que la lucha desarticulada, por más intensa que sea, conlleve a un cambio verdadero, a una transición democrática. ¿Y quiénes defienden a los venezolanos? Mientras más respuestas de compromiso efectivo tenga esa pregunta, la esperanza social tiene más oportunidad de convertirse en realidad.