Regional

Arte para llamar la atención sobre los espacios públicos

29 de abril de 2023

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Creadores de Táchira y Falcón montaron un taller al aire libre en un callejón detrás del Paseo San Sebastián

Freddy Omar Durán

Detrás del Paseo San Sebastián hay un callejón donde abunda el desaseo y los malos olores, y en la noche, representa todo un riesgo tratar de transitarlo.

Y precisamente por sus características “antiestéticas” fue escogido por un grupo de artistas, y de personas iniciándose en esas lides plásticas, para montar el caballete y trasladar al lienzo lo que a su alrededor contemplaban.

Una especie de expedito paso peatonal encerrado, apenas abierto en sus extremos para comunicar a la calle 4 y la calle 5, vecino a una singular edificación, en un relativo aislamiento aprovechado por quienes no hallan donde dejar sus desechos sólidos, o salir de sus apuros fisiológicos.

El reencuentro del grupo Balquiria, que contempló la inauguración este viernes de una colectiva, dio pie para esta singular experiencia, a la que no pocos espontáneos se acercaron, algunos con intenciones de participar de la misma, mientras que otros de pasada la saludaron y felicitaron.

Estaban presentes artistas de Falcón y Táchira, algunos se entregaron al lienzo, mientras otros prestaban apoyo a sus colegas y tomaban nota de lo que sucedía y de la reacción del entorno humano que de casualidad por allí pasaba. Entre los maestros presentes, cabe nombrar a: Adelis González Campos, Darwin Romero, Orlando Salero, Daniel Zárraga, Luis Romano, Rafael Sánchez y Ender Rodríguez

Aunque la jornada tuvo su toque de denuncia, de llamado de atención sobre un espacio público que incluso, bien saneado, podría ponerse al servicio de la cultura, en realidad también sirvió para demostrar que para el arte no hay imposibles, y que todo aquello captable por el ojo, así carezca de todas las cualidades “pintorescas” puede ser representado.

También se corroboró que no tener materiales es una mala excusa para hacer arte, pues como demostró uno de los participantes con los pigmentos del barro, la lama y la grama, perfectamente se trabaja. Sus lienzos fueron sencillos cartones, con un valor muy bajo en cualquier tienda.

De alguna manera quisieron emular al viejo modo de pintar al aire libre, con la diferencia de que los artistas que lo practican siempre iban en busca de un paisaje deslumbrante, un motivo humano llamativo, una edificación o escena urbana llamativa, y en este caso, con excepción del noble árbol que se levanta triunfante en medio de la soledad y el abandono, se ubicaron dentro de un callejón donde nada atrapa la atención o incluso obliga a la huida de la mirada, o incluso de los demás sentidos corporales.

La señora Rosa, que atiende un negocio de comida a la entrada del Paseo San Sebastián se encontraba muy agradada por este gesto artístico, ya que servirá para que las autoridades tomen en consideración el saneamiento de este callejón, ya que ella misma se ha tenido que ocupar de los “malos recuerdos” de personas desaseadas, pues eso afecta mucho sus ventas.

“El otro día –afirmó en un tono en que mezclaba el asco, el buen talante y la queja- me tocó que lavar y fui a donde una hermana para que me regalara un poco de tierra, y echarle sobre lo que habían dejado ahí”.

La jornada fue organizada por el grupo Los Inmodernos, con el apoyo de la Universidad Tecnológica de Pereira, y cuya filosofía de alguna manera rescata a esos artistas que con los medios más artesanales pintaban, lo que aquí se hace no obstante atravesado por la profunda ironía de una ciudad indolente no solo con el arte, sino con todo sentido de lo estético, del decoro de sus propios espacios públicos como sucede en San Cristóbal.

–Nosotros somos “inmodernos” pero satíricos: vamos a un lugar al margen, periférico, donde hay problemas sociales y de infraestructura, para unir arte y vida de manera real, cotidiana. En estas dos horas y media en que participamos de la experiencia, hicimos de este espacio algo más humano. De hecho se nos acercó un señor y nos comenzó a hablar de todas las inquietudes artísticas de su niña, y yo lo orienté para contribuir al desarrollo de sus talentos— explicó el artista plástico Ender Rodríguez, uno de los organizadores de la actividad, y a cargo en el Táchira del grupo Deslineados.

En la aplicación de eso tan propio del arte como es la recursividad, así lo fue desde los pueblos originarios, Darwin Romero tomó el carbón de lo que quedó de una parrilla que el día anterior compartió entre amigos, a lo que agregó un poco de óleo sobrante de otras labores. Por su parte, Luis Romano, estudiante de la UCLA, toma este ejercicio con toda la seriedad de una clase en un salón, y con el monte y el verdín cultivado por paredes en abandono, le dio fondo verde a su obra.

Orlando Salero se sintió más solidario con el íngrimo árbol, testigo mudo de la sordidez a su alrededor; mientras que otro colega lo usaba como motivo mismo de su discurso plástico, en una especie de meta relato.

 

 

 

 

 

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