En El Pueblito, según datos de Protección Civil, alrededor de 64 viviendas resultaron afectadas, de las cuales unas 19 sufrieron pérdida total
Desde la naciente La Paila, cuya falta de canalización ha sido considerado factor de la tragedia humanitaria, dicen que cada siete años brota un trueno, apareciendo el último la semana pasada.
Freddy Omar Durán
Desde la semana pasada, cuando la emergencia obligó la evacuación de gran parte de sus habitantes, la situación alrededor de la calle Antonio José de Sucre del sector El Pueblito, parroquia Manuel Felipe Rugeles, municipio Capacho Viejo, ha ido empeorando al paso de una naturaleza que acelera su incidencia destructiva, y una delincuencia que como buitre carroñero aprovecha la noche para alzarse con lo poco que quedó en las casas derruidas, y podría representar algún valor económico.
Los que han perdido todo han secado algunas lágrimas, y otras las han introducido en el bolsillo de sus corazones. Hace una semana se llevaron sus pertenencias a cuestas, pues ni un transporte podía acercarse a lo que fueron sus viviendas, para la apresurada mudanza, con una vialidad que si los primeros días de la emergencia estaba intransitable a los vehículos, hoy resulta un peligro incluso para los peatones, que este lunes 28 de agosto tenían a la altura de sus cabezas las guayas del tendido eléctrico, afortunadamente desactivado.
Y para colmo de males, al dolor de ver sus moradas en el suelo, se suma la desoladora realidad de verlas, en sus constantes retornos, sometidas a saqueos, en los que no se perdona cerámica, tubería, enrejados, o cualquier cosa presta al remate.
Por las noches, han escuchado las pisadas de los “profanadores de la miseria ajena” y la fantasmal proyección de sus linternas; pero nadie toma el riesgo de averiguar quiénes son, menos cuando hasta tiros se han escuchado a lo lejos…
—¡Qué no se han llevado! Está peligrosísimo andar por estos terrenos y ellos no les importa y se pueden subir hasta la segunda planta de las casas y comienzan a llevarse cosas. Yo hasta me vine de negro con varios para mirar y nos descubrieron y se fueron, y a las 3 de la mañana volvieron. Se aprovechan del dolor ajeno: cuánto costó construir una casa, y que se lleven estructuras costosas. Son como tres o cuatro que en el día se acercan con moto para sondear el lugar— afirmó Elizabeth Arias.
Linda Useche, sola con su hijo, logró recuperar su nevera, su televisor y muchos corotos, y afortunadamente reaccionó ante las primeras señales de hundimiento, de lo que no pudo salvarse fue de los maleantes. También, como en las demás inhabitables casas, luego de penosas labores, tuvo que despojar de la suya del techo, las piezas sanitarias y de cerámica, para no dejárselas a disposición de los aprovechados.
Pero lo que hoy es tragedia para las familias que contaban con un techo, del que juraban no solo resguardo por mucho tiempo, sino un bien a ser traspasado a generaciones futuras; para sus vecinos, metros más abajo, es una advertencia, pues los terrenos no dan visos de tranquilidad, e incluso se podía escuchar un sutil crujir de las construcciones.
Un poco más allá, el turno del infortunio ya le había tocado en octubre de 2022 al sector La Granzonera, lo que demuestra que nadie en la zona puede bajar la guardia, -y eso va con los pobladores de El Tope y Colinas del Tope, La Gaimaralara, El Progreso, entre otras- y se debe mantener la alerta a las señales de la naturaleza, especialmente cuando se precipitan abundantes desde el cielo.
Dentro de todas las escenas de tristeza que se han vivido por la destrucción de las viviendas, los vecinos comentaron la protagonizada por Rigoberto Navas, sometido a diálisis permanente en el Hospital Central.
—Él lloraba y nos decía que no quería salir, y nosotros le decíamos cómo va a dejar que le caiga la casa encima. Él vive en la extrema pobreza— contó una habitante de El Pueblito
Desafío a la naturaleza
Hasta ahora ha sido las nacientes que se rebelaron a las constricciones del urbanismo humano, incitadas por las fuertes lluvias de la cuarta y tercera semana de agosto, las responsables de saturar de humedad un terreno que sencillamente “se aflojó” y arrastró edificaciones, muchas de las cuales fueron grafiteadas ostensiblemente por los organismos de emergencia con el día en que fueron inspeccionadas.
Detrás de lo que hoy en día parece un hibrido entre cancha deportiva y piscina olímpica, se encontraba el naciente, La Paila, para la cual siempre se pospuso una canalización, una materia pendiente que lamentan hoy en El Pueblito no haberse cumplido. En medio de los escombros la cañada interpreta ahora un canto de libertad, y nos va contando las razones del desastre.
Como toda fuente de agua, La Paila guarda un misterio que nos revela una de las más antiguas habitantes de El Pueblito, por más de 70 años: dicen que un trueno cada siete años brota de la reserva hídrica, y la última vez que ese ocurrió fue el miércoles 23 de agosto. Al lado y lado la colapsada cancha, se encontraban abatidos cedros centenarios, que deben ser removidos urgentemente.
— Yo cuando chiquita venía ahí a lavar con mis tías y abuelas. Hace 25 años construyeron ahí construyeron la cancha y le hicieron unos muros y unos gaviones, grandísimos y bonito, pero trancaron las salidas de la naciente. Las aguas se comenzaron a desparramar por el terreno, y se fueron profundizando. La naturaleza no perdona— recordaron.
En busca de soluciones
Preocupados por no ser olvidados los damnificados y los pobladores de El Pueblito acudieron el lunes 18 a la protesta, que se levantó luego de que se abriera una mesa de trabajo, con participación de funcionarios de la Gobernación del Táchira, Misión Vivienda y Protección Civil, en las que se establecieron compromisos respecto a la consecución de viviendas para los ahora sin techo, canalización de las nacientes y poda y limpieza de las vías de acceso para dejarlas operativas en pos de las actividades de mantenimiento e infraestructura que se requieran en la zona, y subsanar las limitaciones en la comunicación vial.
En la mesa de trabajo las soluciones, como informó a los medios de comunicación William Parada, director de Política de la Gobernación, puestas a la mesa contemplaron mercado secundario o construcción en terreno, con cotización máxima de 6 mil dólares, y al respecto se les informó a los damnificados los requisitos a entregar en tiempo prudencial, en tanto la recuperación de viviendas se ha descartado y lo adscrito por los expertos ha sido la demolición.
Se prestará atención a quienes en el momento de la tragedia ocupaban las construcciones afectadas, pues algunas de ellas no estaban ocupadas o sus propietarios se encontraban en otros “lugares”.
Pero también se pidió a la comunidad en general su contribución con mano de obra, pues mucho monte, zanjas y remoción de escombros está pendiente y este no puede ser asumido por un reducido personal obrero oficial. Una de las infraestructuras dañadas gravemente fue la iglesia del lugar; no obstante, su reubicación sería asunto para discutir con la Diócesis de San Cristóbal.