Regional

Debe lidiar pareja de ancianos con la falta de gas

26 de julio de 2020

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Don Graciano Chacón, de 76 años, debe caminar kilómetros para conseguir la ya escasa leña

Freddy Omar Durán

De día más columnas de humo se ven emerger de las casas de Zorca-San Isidro, y en las noches, una que otra fogata rompe la oscuridad de los apagones.

En una de esas viviendas residen los esposos Chacón, una pareja de ancianos sin hijos y que viven solos, que han hecho del cocinar a leña una rutina que en nada se compadece a la dignidad de sus años.

Recuerda doña Emérita que, en otros tiempos, los camiones de gas le dejaban la bombona llena en la puerta de su casa; luego refiere, con menos agrado, tiempos más recientes, en los que al menos se ha hecho un reparto comunitario del producto a través del Clap, debiendo trasladarse a un lugar determinado del sector. Pero, desde que comenzó la cuarentena, nada de nada.

—Uno hacía el pedido por teléfono y a los tres días estaba el gas en la casa. Y después nos tocaba hacer la cola frente la iglesia -a unas cuantas cuadras de distancia- y tenía que dejar la casa sola, y mi esposo se iba a trabajar. La última vez fue más cerca, nos tocó traerla de una casa vecina—.

Precisamente, fue al comienzo de la emergencia nacional que recibió el último suministro, ya agotado, como el de más de 300 familias del sector, todavía en espera de buenas noticias.

Vérselas con el humo mientras cocina le trae a doña Emérita dificultades para respirar, ojos enrojecidos y continuos dolores de cabeza; mientras tanto don Grasiano, trabajador del campo de 76 años, con una pierna paralizada por un ACV que padeció hace 10 años, arrastra una carreta repleta con la madera, que cada vez se hace más escasa, por lo que debe caminar bien lejos por ella. Algo que debe emprender todos los días, pues lo que consigue apenas si alcanza para unas comidas.

Afirma doña Emérita —Estoy cansada de cocinar con leña, daña mucho la vista, las manos y todo eso. Yo le digo a la gente: ¡hagan algo para el gas!; pero no sé qué pasa. Mire mis manos, tiznadas. Eso es muy cansón. ¿Hasta cuándo? Cocinar a leña me pone en un correcorre, porque tengo que estar en la casa y luego, cuando voy al solar, ya está apagado el fogón—.

No tienen pesos para pagar una bombona en esa divisa en el mercado negro. Les han dicho de gente que lo hace, pero para ellos resulta imposible.

Peligro de deforestación

Y es que si bien Zorca-San Isidro está inserto en un paisaje de campiña, eso no garantiza una existencia suficiente del combustible vegetal, e incluso ya se habla de tala indiscriminada, cuyas consecuencias, tarde o temprano, afectarán el medio ambiente. Muchas veces se deben conformar con la madera verde, no solo más difícil de prender, sino que produce mucho humo. De “ñapa”, las recientes lluvias han estropeado lo poco que se acopia.

—Por allá hay mucha gente –comenta don Grasiano- que está tumbando árboles para que se sequen. La madera anda regada, y hay que hacer mucho esfuerzo para encontrarla, y luego traerla desde por allá en carretilla. Yo extraigo algo de la finca en que trabajo—, ubicada en Piedecuesta, en un recorrido hasta su hogar de aproximadamente un kilómetro.

Doña Emérita se apiada del esfuerzo diario que hace su esposo, quien con muchas dificultades se desplaza, y teme por lo que le pueda pasar al realizar tales tareas impostergables, y para las cuales no recibe la ayuda de nadie, pues de otro modo solo estarían condenados a pasar hambre.

En las manos de doña Emérita permanece el tizne que día a día mancha sus manos al cocinar. (Fotos/Freddy Durán)

—Tienen que considerarnos también. Y a los jóvenes todavía; pero a la tercera edad. Qué tal que él se caiga por ahí, usted viera por dónde baja. Él sufrió trombosis y las manos no lo ayudan—, subraya la señora.