Vìctor Matos
El 30 de mayo de 1961 fue una fecha histórica para los amantes de la libertad y la democracia, pues ese día un grupo comando cortó la vida al hombre que se había convertido en el verdugo de su pueblo y quien cometió viles asesinatos contra sus opositores, tanto dentro como fuera de su país, la República Dominicana.
Se trataba nada más ni nada menos que de José Leónidas Trujillo, un político y militar, autodenominado Generalísimo del Ejército quien se apoderó del gobierno de su país desde 1930, tanto directa como indirectamente, hasta la madrugada en que fuera acribillado y se sellara su siniestra presencia en la política de la nación caribeña. Había nacido el 24 de octubre de 1891 en la pequeña ciudad de San Cristóbal.
Previamente había sido comandante de la Guardia Nacional, fuerza militar creada por los Estados Unidos, y que le permitió con el uso de la fuerza, dar un golpe de Estado y ejercer un poder durísimo, dictatorial, apoyado por las fuerzas públicas, incluyendo la policía, con las que reprimió brutalmente a los grupos opositores a su maquiavélica política que dejó miles de muertos.
El nepotismo y la corrupción lo enriquecieron soezmente a él y a su entorno familiar, adueñándose del monopolio del tabaco y de las industrias más productivas de su país.
Llegó al extremo de cambiar el nombre de la capital, Santo Domingo, por la de Ciudad Trujillo, en medio de un delirio de grandeza que lo llevó a construir obras faraónicas para perpetuar su memoria.
Se considera a la Era Trujillo como la más nefasta y tiránica, así como la más sanguinaria de América Latina, tomando como pretexto su odio al comunismo que lo llevó a cometer una serie de crímenes y violaciones a los derechos humanos.
Fue el responsable de la muerte de más de 50 mil personas y miles de haitianos durante su plan “Masacre de perejil” en donde ordenó asesinar a millares de nativos del país vecino.
Atentado contra el presidente Rómulo Betancourt
El 24 de junio de 1960, el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, sufrió un grave atentado cuando se dirigía en el automóvil oficial al desfile militar Batalla de Carabobo en el Paseo Los Próceres, estallando el vehículo tras pasar al lado de un coche-bomba, en donde murió el jefe de la Casa Militar, coronel Ramón Armas Pérez, y resultando con serias quemaduras en ambas manos el Jefe del Estado, así como heridos su chofer y la Primera Dama de la República. Esta conspiración criminal se le atribuye a Trujillo, quien se había declarado enemigo de líderes como Juan José Arévalo, de Guatemala; Ramón Grau San Martín, de Cuba; José Figueres (Costa Rica), Ellie Lescot, de Haití, y sobre todo del presidente venezolano, Betancourt.
Su nefasta trayectoria llevó a la formación de un comando enemigo a muerte de su largo trajinar, 31 años mandando como un Calígula romano en el Caribe, que lo esperó parta darle una emboscada y acabar con su vida, celebrado el acto por el mundo democrático de América toda.
Tras su ejecución, fue el doctor Joaquín Balaguer quien nuevamente asumió la presidencia y devolvió la vida normal a los dominicanos, que no olvidan este episodio de terror y desolación sembrado por el terrible Rafael Leónidas Trujillo.
Mario Vargas Llosa destapó “La Fiesta del Chivo”
“La Fiesta del Chivo”, la novela histórica y de ficción recreada por el premio nobel de Literatura de dimensión universal, Mario Vargas Llosa, recrea la miseria de un hombre que se creía signado por poderes divinos para hacer a su antojo un gobierno que lapidó a millares de sus conciudadanos, a otros metió a la cárcel y miles se fugaron al exterior.
Narra en sus páginas publicadas en el año 2000, la actuación siniestra de la SIM, el Servicio de Inteligencia Militar comandada a finales de 1950 por el coronel Johnny Abbes, a quien no le temblaba el pulso para ordenar las más infames torturas, la humillación de sus investigados y hasta la muerte, todo al servicio del régimen a cuyo jefe se le conocía como Rafael Leónidas Trujillo, alias “El Chivo” o también “Chapita”, quien se convirtió en vergüenza para los Estados Unidos, que finalmente le quitó su apoyo al régimen así como lo hizo la Organización de Estados Americanos, OEA, y que puso contra la pared al dictador y sus secuaces, que luego tras la muerte del sátrapa tuvieron que refugiarse con el producto de sus robos en países de Europa y de América.
En esta novela, su autor se pasea por los abusos sin nombre del cruel dictador, el sufrimiento de sus opositores y el desgarramiento de familias que vivieron bajo el terror y el miedo permanente durante la existencia por más de tres décadas de la dictadura más infame vista en la historia latinoamericana. (Víctor Matos)