Regional

“En la alquimia sónica comprendes que el mundo todo es una orquesta”

14 de febrero de 2024

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El peregrinar musical de José Agustín Sánchez corresponde más que a un espíritu aventurero y viajero, a una profunda convicción de lo que debe ser el arte, y cómo el mismo explora las profundas conexiones del ser humano con las energías telúricas. Su hazaña no tiene parangón ni en el escenario nacional e internacional, y antes que detenerse está en pleno desarrollo siendo su próximo destino la cumbre de América: el Aconcagua

Freddy Omar Durán

Como compositor, pianista y director de orquesta, el destino para José Agustín Sánchez parecía dirigirlo a los grandes escenarios del mundo. Y en vez de ello, el músico tachirense ha emprendido una aventura musical que lo ha conducido a los confines de la Tierra.

Una aventura que lo ha puesto en un “teatro” inédito, no solo para él mismo sino para cualquier artista de Venezuela o el mundo: La Antártida. Pero ahí no queda la cosa, pues ya está embarcado en un nuevo proyecto que en otro tipo de “escala”, lo hará interpretar un concierto en el punto más alto del continente americano: el Aconcagua, a 6.960 metros sobre el nivel del mar, un entorno de una pureza y silencio excepcionales.

Pero como él confesó para el programa Perfiles de Mi Tierra, transmitido por La Nación Radio, su travesía no se corresponde a un reto caprichoso o llamativo, pues se hace coherente con una filosofía en que la música no solo se concibe para capturar audiencias, en tanto su efecto sanador puede tener incidencia positiva en la energía planetaria.

Aunque su carrera artística en su natal San Cristóbal podría referenciarse por el interés que mostró en integrar su talento al piano de su casa, y luego a las valiosas lecciones de sus profesores de la Escuela Miguel Ángel Espinel, para algo tan importante como el aporte teórico y el ejercicio constante, el abrir sus oídos al universo sonoro de la montaña y su contexto humano resultó fundamental para su desarrollo de un lenguaje musical.

“Mis inicios en la música se dieron no como una carrera extracurricular en la que los padres ponen al niño, sino como el estudio de un lenguaje que me permitía comunicarme y expresar mi sentir con la sociedad, desde todas mis actividades con mis amigos, y en mi vida personal: Cuando me sentía contento, o cuando me sentía triste, iba al piano. Entonces el piano se convirtió en ese elemento articulador de ese lenguaje con el cual comenzaba a explorar el mundo, y ese despertar no tiene necesariamente que ver con la música; tiene que ver con la vida, tiene que ver con la conciencia de que estamos acá para algo, para ejercer un propósito, una visión. Tuve esa conexión con la naturaleza, con el viaje, desde ese niño de San Cristóbal, explorando las montañas, caminando los senderos, subiendo la famosa Zeta, que para mí es una montaña sagrada”.

Ante la pregunta: “¿Ese contacto con la naturaleza sigue estando presente a la hora de crear tu música de emprender tus proyectos?” no dudó en responder positivamente, y entrar al respecto más en detalle:

“Hay una conexión especial con la montaña; la montaña representa mi origen, y en los ecosistemas más diversos que he estado en el planeta Tierra, la montaña siempre me llama, y ejerce un magnetismo, una energía muy particular”.

No tardaría el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles Simón Bolívar, con José Antonio Abreu a la cabeza, en reconocer el polifacético talento del tachirense, y para su perfeccionamiento menester era continuar su formación en Europa y Estados Unidos, por varias prestigiosas instituciones como Cambridge y Julliard.

En ese camino de excelencia académica, se hizo merecedor de la beca Thomas J. Watson Fellowship. Un beneficio muy particular, pues consistía en poder vivir en cualquier parte de mundo, no para encerrarse en un conservatorio, sino para recibir inspiración y a partir de esa experiencia componer una pieza sinfónica.

Escogió el sudeste asiático, y volvió sobre la ruta de Marco Polo, comenzando por el altiplano del Himalaya hasta recorrer el sur de China, Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia. Efectivamente, Cinco Discursos Para La Paz -una paz que identifica con un estado de conciencia más que como una emoción- sería el resultado de esa primera aventura, así como una oportunidad para una atenta escucha al armonioso canto del orbe cósmico.

¿Fue ese primer viaje por el sudeste asiático una especie de viaje iniciático?

— No. Yo siento que el viaje iniciático en la vida es cuando uno nace, cuando llegas a este planeta y te manifiestas en esta tridimensionalidad por medio de dos corrientes, la masculina y la femenina, que se da en el planeta Tierra. Lo que uno vive una vez que llegas, son procesos de educación, de culturización, de estudio, para aquellos que estamos en un camino de construcción artística; pero no el arte para el entretenimiento, sino el arte como una herramienta de construcción social, psicológica, política y espiritual, científica inclusive. Mi viaje al Asia fue un viaje de varias dimensiones y una de ella fue incorporar la filosofía, la cultura la espiritualidad y los conocimientos de la rama artística de Oriente, de culturas que para nosotros son totalmente desconocidas, muy lejanas, que no tiene nada que ver con el desarrollo occidental de los países europeos, pues son culturas milenarias, como las fueron las culturas incas de este continente. Es un viaje que mientras más honesto seas con el mismo, más discernimiento y sabiduría adquieres para la creación de tus obras de repertorio.

“Cinco discursos de paz” no solo ha sido interpretada por orquestas venezolanas, en ocasiones con Sánchez tomando la batuta, también lo han sido “Salsa en tiempos de guerra” y “La leyenda del Silbón”. Sus actuales piezas han recibido por nombre “ofrendas musicales”, surgidas entre la improvisación y el propósito, dependiendo del momento y lugar a que su itinerario lo enfrente.

¿Qué es para ti la música?

“Cuando la empiezas a ver como un lenguaje, es un conjunto de frecuencias, de vibraciones. Aquel que pueda programarlas, canalizarlas y conectarlas puede abrir muchos estados de conciencia. Para mí la música es un campo de estudio que requiere muchas vidas”.

Así como nacional e internacionalmente su expedición musical a la Antártida fue objeto de atención por parte de los medios de comunicación, un hecho más local, por el crítico año 2020, cuando rompió con la “cuarentena”, para montando con un sintetizador encima de una camioneta, desinfectar a una San Cristóbal a merced del temible covid-19.

“Es importante que cuando se habla de la desinfección musical, se comprenda como parte de una forma en la que el arte salió de las convenciones para aportar bienestar, e igualmente aportar conocimientos al campo de la ciencia. En 2020 cuando llega la pandemia al mundo, yo me encontraba en la mitad de mi viaje por Sudamérica: Estaba terminando de recorrer los países bolivarianos en desarrollo de esos cantos, de esos memes cósmicos. Cuando llega la pandemia y la humanidad se encierra en un sentir colectivo de caos, de pánico, de apocalipsis, la ofrenda musical que yo venía realizando se transformó en un movimiento de desinfección musical”.

Esta desinfección musical repetida en varias ciudades de Venezuela, terminó convertida en un documental, que ya se puede ver a través de las redes sociales del músico JAScompositor. Nuevamente, aquí la música no fue recurrida para consolar espíritus afligidos, sino con una intencionalidad genuinamente médica.

“Esa vibración esa obra sinfónica se transforma en dosis pianísticas de vacunaciones musicales. En otras palabras, las primeras vacunas sónicas del mundo nacían en ese momento en el estado Táchira y se aplicaron en más de 56 hospitales durante la pandemia. Aquí se demostraba aquello que en el oriente ya se conocía, que es que cuando la vibración, la música, está escrita de cierta manera logra sanar a las personas, y no importa si es covid-19, o si es un cáncer, entrando en un proceso más interior de sanación emocional”.

Esta desinfección musical representó para JAS un antes y un después, en el que descubrió un camino artístico, gracias al cual se puede brindar bienestar a la sociedad. En el mencionado se hace constar los efectos terapéuticos sobre valores corporales como la saturación de oxígeno en la sangre, en la presión arterial, entre otros.

Conexión interior

¿Cuál es la diferencia de brindar un concierto entre estar en esos escenarios naturales y una sala frente a un público, por ejemplo? ¿Cómo se siente tocar en esos entornos con una obligada conexión con lo que a tu alrededor sucede, no siendo una simple reproducción de una pieza?

— Yo siento que no importa donde estés interpretando, el escenario, la conexión sucede desde lo interno. Desde el momento en que yo me siento al piano, o me paro en un podio a dirigir una orquesta, yo me conecto con mi esencia, la esencia pura que no corresponde a nada más, tanto al mi mayor como al mi menor, ambas frecuencias, y ambas en armonía; y esas armonías es la fuente, que la puedes llamar Dios, Naturaleza, Campo Cuántico. Yo la llamo Dios, no como persona, sino conciencia de amor infinito, que mueve todo, que ordena todo.

Ahora JAS va rumbo al Aconcagua, acompañado de un equipo científico y logístico identificado con su misión en cumplimiento de algo que se podría denominar “alquimia cósmica”; y que todo el que quiera seguirla en los incidentes del día a día puede hacerlo a través de las redes sociales Intagram, Facebook y X, @JASCompositor. También prometió un regreso a Venezuela, y especialmente al Táchira, luego de cumplir este reto, pues tiene mucho que compartir, especialmente los frutos artísticos de sus peripecias.

“En este curso que he hecho de alquimia sónica comienzas a comprender que el planeta es una orquesta; la humanidad es una orquesta. Cada ciudad tiene una frecuencia, cada época también, por eso el planeta no vive en una sola época. Tú vas ahora a Baganasi en la India y no estás en el 2024 de San Cristóbal o de Caracas, o de Buenos Aires o de New York. Todo conserva un espacio cósmico vibrante, y como compositor estamos comprometidos a la creación de una sinfonía que sea relevante a la sociedad en que vivimos y cuyo fin sea un mensaje, sea el reflejar de esa conexión del ser humano a la naturaleza, cuya ruptura es la raíz de tantos problemas políticos, ambientales, económicos”.

— ¿Quién le apoya en estas aventuras?

— Donde yo voy, tengo una orquesta galáctica. En cada lugar voy creando con la mente, voy creando con la intuición y la escritura. En diferentes etapas de la gira he contado con equipos muy hermosos de producción; también viajan para estar conmigo mi equipo de las expediciones, integrado por estudiantes, colaboradores, aliados, directores de distintos departamentos. Cada expedición es una oportunidad para crear una obra en conjunto. Y eso es una de las cosas más hermosas que yo hago, porque no es un arte individualista, es como un llamado, una convocatoria a vivir una aventura, a salir de lo convencional para poder experimentar lo que es una ofrenda musical.

 

 

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