Regional

“En la ciudad no hay quien cuide”

20 de julio de 2020

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Humberto Contreras


En el año 1969, Philip Zimbardo, psicólogo social de la Universidad de Stanford, realizó un sencillo experimento que luego, gracias al trabajo de dos expertos criminalistas, (James Wilson y George Kelling), se convirtió en la “Teoría de las Ventanas Rotas”.

El experimento era muy simple: Zimbardo lleva un automóvil al barrio del Bronx de aquella época: un nido de delincuencia, del crimen organizado y del tráfico de drogas. Allí lo abandonó, con las placas caídas, las puertas abiertas, como al descuido. En apenas diez minutos, el auto comenzó a ser desvalijado. En tres días no quedaba nada de valor, y posteriormente fue destrozado por el vandalaje.

Esquina oeste de calle 5 con Quinta Avenida: Aquí funcionó el importante negocio de electrodomésticos, ahora cerrado. Su frontis indica abandono. (Foto Tulia Buriticá)

El investigador continuó con su experimento. Abandona otro vehículo idéntico y en igualdad de condiciones, pero ahora en una tranquila zona residencial clase alta: Palo Alto, en California. En la primera semana, nada ocurrió. Entonces el psicólogo con un martillo, golpeó la carrocería del auto, y rompió el vidrio de una de sus ventanillas.

Así, el carro ahora tenía signos de maltrato y abandono. En seguida, los habitantes del muy encumbrado barrio, le cayeron al vehículo a la misma velocidad que lo habían hecho los “incultos” habitantes del Bronx.

De allí, la simple y cierta conclusión de la Teoría de las Ventanas Rotas: “Si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos, porque sencillamente, ese descuido está transmitiendo un poderoso mensaje al colectivo: “Aquí no hay quien cuide. Esto está abandonado”.-

La Teoría aplica en San Cristóbal

Ese mismo experimento, pero a gran escala, lo está viviendo nuestra querida ciudad, cincuenta años después. El abandono de la buena presencia que caracterizaba las fachadas de casas y locales comerciales, se está convirtiendo en una epidemia, en la que nadie parece interesarse.

Esquina Oeste de Quinta Avenida con calle 6. Negocio cerrado, aún con tristes vestigios de lo que una vez fue. (Foto Tulia Buriticá)

La imagen de una ciudad descuidada, que poco importa a quienes a diario transitan por sus calles y avenidas, se va guardando en la mente de los sancristobalenses, que así van acomodándose a ella, e inconscientemente van colaborando con el deterioro, tirando basura; rayando, pintando o destruyendo paredes deterioradas etc.

Si hay un negocio activo en la Quinta Avenida, con su fachada afectada por el descuido, poco importa preocuparse por arreglarla. A la final, hay otras fachadas en igual o peor condición muy cerca, y no pasa nada.

Las gráficas lo muestran: sólo en el tramo de una cuadra de la Quinta Avenida, entre las calles seis y cinco (dirección del tránsito), podemos ver un local operativo, con amplia clientela que entra y sale en su actividad normal de adquirir productos de una panadería. Pocos advierten el aspecto que muestra su fachada a quienes, raramente, le prestan atención.

Exactamente diagonal, está otro negocio que en sus primeros tiempos fue una venta de ropa de etiqueta para caballeros, y luego pasó a comerciar bolsos para damas y otros artículos. Esa tienda está cerrada, y el local muestra las señales del abandono.

A la cuadra siguiente, por la avenida, está lo que una vez fue Importadora Táchira, un prestigioso negocio de electrodomésticos. Amplio, bien iluminado y con buen movimiento todo el día. Hoy está cerrado, abandonado, como se aprecia, y por el lado que da a la calle 5, poco a poco va creciendo un, por ahora, pequeño depósito popular de basura.

Ver hoy esos espacios que fueron sede de amplia actividad comercial, nos hace sentir cómo está en decadencia nuestra ciudad.

Es el mensaje de la teoría de Las Ventanas Rotas: “Tranquilo, en la ciudad no hay quien cuide. Esto está abandonado”.

Y la ciudad abochornada, cada día esconde un poco más su cara, porque no hay quien se la limpie. O quien la haga limpiar…

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