Regional

Equilibrio para la vida

19 de agosto de 2024

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“Lo que más me gusta es compartir con la gente. Llevar alegría a quienes ven nuestro espectáculo. Es la mejor recompensa a las horas de entrenamiento y al esfuerzo”

Norma Pérez

“Cosas de niño”, pensaba su mamá, cuando Francisco, con tres años de edad y que apenas levantaba unos palmos del suelo, le decía que quería ser zanquero.

El protagonista de esta historia, es Francisco Depablos Barra. El integrante más joven de los Zancos UPEL Rubio. Tiene quince años de edad y desde los doce forma parte de esta prestigiosa agrupación, con sede en el municipio Junín.

Su entrenador y actual director del grupo que despierta admiración en sus presentaciones, es Jackson Montoya, quien narra la experiencia con el jovencito:

 “Ingresó a los doce años de edad. Llegó a la agrupación porque le llamaba mucho la atención. Por su corta edad, empecé a entrenarlo durante un año, para que tuviera la destreza y seguridad necesaria, antes de realizar una salida. Después de este lapso, lo incorporamos a desfiles importantes como el de la Feria de San Sebastián y muchos otros”.

Francisco Depablos, el zanquero más joven de Rubio

Dice que a partir de allí, su evolución ha sido excelente: “Es muy buen zanquero y le ha puesto muchas ganas al grupo. Su actitud con las personas es de alegría. Interactúa con ellas, se toma fotografías con quien se lo pide. Tiene una sonrisa para los niños y para todos”.

Gusto y cualidades

“Siempre me gustaron. La primera vez que los vi fue en Capacho, eran los zancos Libertad. Estudiaba preescolar. Desde ahí despertaron mi interés”, recuerda Francisco.

Cuando se mudaron a Rubio, tuvo la oportunidad de observar el grupo de zancos de la UPEL.  En 2021 decidió que su momento había llegado. Sin decir nada a sus padres, fue hasta el lugar donde ensayaban:

“Conocí a unos amigos de mi hermana mayor, que montaban zancos; ellos me indicaron a dónde debía ir. Me fui hasta la UPEL y realicé la práctica. Me pusieron en una reja y comencé a caminar y saltar. Al finalizar el ensayo me solté y lo hice sin apoyo. Me encantó poder hacerlo, me sentía en el aire. Es una sensación de libertad estar muy alto”.

Le encanta interactuar con la gente

Después de contar con la aceptación del director, habló con su mamá y le dijo lo que había hecho. La esperada reprimenda materna no llegó, para felicidad del jovencito.

“Mi mamá no me regañó por haber ido sin su permiso. Me felicitó y me apoyó para que fuera a los ensayos, porque ella conocía mi interés por esta práctica desde que era muy pequeño. En ese momento el grupo lo integraban personas mayores de edad, pero afortunadamente a mí me recibieron”.

Su primera salida fue durante un desfile interno en las instalaciones de la UPEL Rubio. Un momento emocionante  e inolvidable para el novel zanquero.

“No se me dificultó aprender. Todo fue fácil. Con la práctica mejoré, me dediqué a entrenar para obtener mejores resultados. Solo en una oportunidad cuando estaba comenzando, quise dar los pasos más largos, sufrí una caída y me di un golpe muy fuerte, pero no hubo consecuencias mayores”.

Durante una práctica con el grupo de la Upel

Explica que los zancos están hechos de madera, pero son livianos. Llevan correas que van amarradas en los pies y los tobillos. “Algunas veces molestan, pero después de un tiempo nos acostumbramos”.

Pueden medir hasta un metro con cincuenta centímetros.  Además de caminar sobre estas bases de madera, saltan, bailan y hacen coreografías. En los desfiles y presentaciones llevan pelucas, sombreros y trajes de fantasía. Deben hacer recorridos de varias horas.

 “Los trayectos más largos son los del desfile de la Feria de San Sebastián y la Feria de Colón. También en ocasiones, el avance es lento. Terminamos muy cansados, pero en mi caso me da energía sentir el ánimo de la gente, los aplausos y la música”.

Para ponerse los zancos deben sentarse en algo alto y los ayudan a levantarse. Si quieren descansar mientras bailan, se apoyan en un árbol, una cerca o una pared. En esta tarea, también cuentan con la cooperación del personal de apoyo, que los acompaña en las salidas.

“Me siento muy bien, confiado. Corro, salto, bailo. Sé que todavía me falta mucho por aprender, pero trabajo con empeño para mejorar”.

A los muchachos de su generación les recomienda que hagan alguna actividad recreativa, practiquen un deporte, fomenten el compañerismo: “Es una manera muy agradable para pasar el tiempo, nos brinda bonitas experiencias y muchos amigos”.

Francisco Depablos animó a un grupo de jóvenes a seguir sus pasos. Ahora, cuatro de sus compañeros de estudio se preparan para ser parte del grupo de zanqueros de la UPEL.

Respaldo familiar

Los principales seguidores de Francisco en esta práctica, que a los ojos de muchos puede ser riesgosa, son sus padres y sus dos hermanas.

Su mamá, Patricia Barra, rememora los momentos cuando su niño de 3 años veía a los zanqueros en los desfiles de Capacho y demostraba un inusitado interés por esta actividad.

“Me decía que quería practicar. Para mí eran cosas de niño, además me parecía peligroso. Le llamaba mucho la atención, lo que aumentó a medida que fue creciendo. Después de la pandemia, él solo se fue a la Upel, preguntó todo y se inscribió. El director quedó asombrado con la rapidez que aprendió. Desde ese momento no ha parado”.

Una anécdota que todavía la hace sonreír es que construyó sus propios zancos cuando tenía diez años de edad: “Los vio por un video e insistió tanto, que su papá lo ayudó. No le quedaron muy bien, pero él estaba feliz”.

Después de ver los progresos de su hijo, está segura que la mejor decisión fue acompañarlo en esta iniciativa y brindarle respaldo.

“A veces por miedo a que les pase algo, frenamos las aspiraciones de nuestros hijos, pero ellos demuestran que pueden, que son capaces. Puede ser que en ocasiones sintamos temor, pero también nos sentimos felices y orgullosos de sus logros”.

Llegó la alegría

En septiembre, Francisco Depablos Barra cumplirá 16 años e iniciará el quinto año de bachillerato. Después del periodo vacacional, espera retomar la actividad que más le atrae y le produce muchas satisfacciones.

Alegría

Para él, lo más valioso es obsequiar a las personas un rato de esparcimiento y diversión. Hacerlas sonreír. Llevar alegría.

“Lo que más me gusta es compartir con la gente. Llevar alegría a quienes ven nuestro espectáculo. Que nos acompañen a bailar,  rían y estén contentos. Cuando vamos a los centros educativos, los niños se sienten felices y nos aplauden. Quieren compartir con nosotros. Esa es la mejor recompensa a las horas de entrenamiento y esfuerzo. Hace que todo valga la pena”.

En las alturas de los zancos, a este jovencito, que con constancia y dedicación consiguió lo que quiso hacer desde muy pequeño, no le alcanza el desánimo ni la tristeza. Su espíritu se fortalece y reconforta. Sabe cuál es su norte. Tiene lo más importante. Equilibrio para la vida.

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