Los trabajadores del sector salud no pueden acatar el llamado de “quédate en casa”. Deben mantenerse alerta desde sus puestos de combate contra la pandemia, y aunque gran parte de su vida se desenvuelve en esos ámbitos laborales, más tarde que temprano deben regresar a su casa, para enfrentar a su modo la dura realidad de una cuarentena que ha limitado su movilidad.
Aún vistiendo su uniforme, con su gorro quirúrgico y un tapaboca característico, a Mariet Izaguirre se le reconoce a leguas su condición profesional de enfermera. Pero en El Mirador, donde ha permanecido por largo tiempo, no la determinan muchos conductores de vehículos, que ni aún con asientos libres se ofrecen a acercarla un poco a El Llanito, a más o menos 15 kilómetros en subida desde ahí.
Solidaridad en cuidados intensivos
Se supondría que gestos de solidaridad de este tipo tendrían que surgir espontáneamente en un mundo bajo amenaza global, y en el que se proclama a los cuatro vientos la admiración por los trabajadores del sector salud; pero a esta enfermera, con casi un cuarto de siglo en el campo profesional, 3 hijos y 18 nietos, se le ha revelado la otra cara de la moneda, la que trueca admiración por rechazo y miedo.
La ha tenido que descubrir luego de cumplir una agotadora guardia de 24 horas, por ejemplo, o cuando madrugar antes de las seis resulta infructuoso, pues a las 8 y media aún no ha hallado un medio para transportarse y se ha visto tentada a devolverse a su casa.
—En realidad ha sido muy duro -afirmó Izaguirre-, se nos han presentado inconvenientes, tanto para llegar a la clínica como para regresar de nuevo a casa. Ha sido terrible. Tengo que caminar muchísimo. En las paradas nadie se conduele, nadie nos da la cola. La gente es indolente, se perdió la calidad humana, tan característica antes del tachirense. Hay gente que cree que uno tiene el virus en la piel y, aun cuando tengan puestos libres en el vehículo para traernos, no lo hacen. Uno solo se encomienda a Dios, para que haya un alma caritativa que le pierda el miedo al covid-19 y te pueda trasladar hasta donde pueda. Eso te desanima, cada vez que te alistas temprano, y sabes que debes soportar eso.
Mano en el corazón
La institución médica donde ejerce da el apoyo, pero hasta determinado punto de la ruta, pues solo cuentan con una ambulancia, muy pequeña, para atender a grupo grande de trabajadores y apenas si pueden abastecer de combustible. Y los que viven por Táriba, o más al noreste del estado, se deben conformar con quedarse en el Faro de la Marina.
Ella sabe que su caso no es único, y afecta a todos los trabajadores del sector, sean médicos, vigilantes, camareros e incluso personal administrativo.
—La gente debe ponerse la mano en el corazón, y ver que es una enfermedad que nos está afectando a todos en el mundo, y que requiere de un personal sanitario en las mejores condiciones para enfrentarlo. Mientras uno tome las medidas de bioseguridad, no hay problemas; mientras uno use el tapabocas, se lave las manos, se guarde el distanciamiento social, el riesgo de contagio es mínimo. No soy la única persona afectada, hay muchas más dedicadas a la salud que solo pueden movilizarse a pie, como los residentes del Hospital Central. Muchos pueden tener carro o motocicleta; pero con los tanques vacíos. Alguien en una parada se sorprendió y me dijo: “usted que es enfermera y nadie le colabora” –dijo-.
Días ajetreados
Y no solo ha sido la pandemia lo que ha ajetreado los centros hospitalarios en estos días: muchas más afecciones han debido atenderse, y a veces el equipo humano no se da abasto en estos complicados días.
––Sí, ha sido fuerte, ayer y antier tuvimos mucho movimiento en pabellones. Hubo bastantes cesáreas, cirugías de trauma. Uno sale agotado, a veces ni descansa, si bien hay horario de receso, cuando el pabellón está movido uno no puede ni descansar. Ahí en la clínica nadie se ha parado. Es duro, pero la mística y el amor a la institución nos permiten continuar -expresó-.
Pero esa actitud negativa de parte de algunos ciudadanos en tiempos de pandemia, con relación al personal de salud, no solo la ha visto reflejada en la poca deferencia que se tenga para con ellos en la calle, pues también se experimenta de modo desagradable al interior de su propio ámbito laboral.
—La gente se ha vuelto muy indolente; a veces se ve al médico como si tuviera la culpa de lo que está pasando. Por el mismo temor al covid-19, la gente se cierra de mente. No se controlan los impulsos. Yo he presenciado cómo pacientes se han abalanzado sobre el médico y lo han maltratado verbalmente e incluso físicamente. No me parece que esa sea la mejor actitud -contó-.
Interrogada sobre los temores de su familia por la exposición a la enfermedad, en que pudiera estar, no duda en responder
— Pues no, porque mi esposo también trabaja allí. Hay que tener mente positiva, y él dice que mientras uno se ajuste al protocolo, no se tiene absolutamente nada que temer.
Freddy Omar Durán