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No se sabe cómo empezó, ni por qué. Ni de quién fue la idea. Es difícil encontrar fuentes y datos formales acerca de la razón de esta celebración. Pero lo cierto es que, en muchas partes del mundo, especialmente en las fábricas textiles y en los sindicatos del sector, entre otros, se celebra hoy, 14 de octubre, el Día de la Costurera.
Es un alto en el calendario para honrar, merecidamente, a las personas que no solamente devengan su sustento del arte y oficio de la costura, exigente labor para reparación, creación y confección de prendas de vestir, sino que, además, lo hacen con devoción, con creatividad, con dedicación, para beneficiar al resto de las personas que disfrutan las piezas con las cuales se visten día a día.
En su trabajo derrochan creatividad para asesorar a sus clientes y versatilidad para adaptar sus productos, a la diversidad de gustos y estilos; además de mucha paciencia. Y de todas estas características, surge la importancia de su trabajo a la hora de elaborar prendas a medida, accesorios artesanales o simplemente salvar prendas y dejarlas como nuevas con la magia del reciclado.
Un poco de historia
La primera especie humana que utilizó pieles como vestimenta fue, probablemente, el Homo Erectus, que ya habría perdido gran parte de su pelo corporal y, al emigrar a regiones más frías, necesitaba cubrir su cuerpo. La invención de los raspadores de sílex, que utilizaban para limpiar y curtir pieles, marcan este momento, de hace casi millón y medio de años.
El Hombre de Neandertal, hace 200 mil años, ya sabía fabricar hilos y cordajes con fibras animales y vegetales, que servían para coser piezas más pequeñas de piel de animales pequeños como conejos, zorros, hurones, etc. Fabricaban túnicas y capas hechas con trozos de piel cosidos. Se estima que en esta época aparecieron las primeras agujas de coser, hechas de madera.
Luego el Homo Sapiens, nuestro principio como la especie que hoy somos, hace unos 20 mil años usaba agujas hechas de hueso y posteriormente las hicieron de metal, aprovechando el descubrimiento del fuego, lo cual, junto con el descubrimiento de nuevos materiales en la naturaleza, les permitió ir desarrollando la actividad de la costura y confección, así como el diseño de modelos apropiados a sus necesidades.
La costura como oficio, fue evolucionando con el paso del tiempo. Ya para 1675, el rey de Francia, Luis XIV, había establecido un gremio de costureras en París, debido a que existía gran demanda de artesanos especializados en este oficio.
A mediados del siglo 19, la burguesía europea comenzó a desarrollar interés por la moda, lo cual incentivó la creación y la confección de productos de vestir, que fue demandando poco a poco no solo la mano de obra especializada en la actividad, sino también mentes creativas para diseñar piezas que resultaran cada vez más cómodas, versátiles y atractivas.
Aún en siglo anterior, era común que las mujeres se dedicaran a la costura, sobre todo en las bajas clases sociales, porque ello se convirtió en una actividad productiva. O, al menos, para sí mismas, pues desde pequeñas, a las niñas se les enseñaba a realizar sus propias prendas.
Por todo ello, hoy, felicitamos y agradecemos a las costureras su labor (también hay hombres que viven de esta profesión, como los sastres).
Humberto Contreras
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