Los gritenses estamos de plácemes por una fecha trascendental, nuestra querida escuela “Padre Maya” cumple este domingo 26 de mayo 165 años de haber sido fundada por la maestra Ana Francisca Sánchez. Aquella escuelita con pocos alumnos, abrió en 1859 en lo que es hoy el barrio La Granja, cercano a Puente Maya.
Su evolución como centro de enseñanza es maravillosa, al ir de la mano de los propios gritenses. Quienes hoy pasamos de los 70, pertenecemos a lo que, los estudiosos denominan la generación “baby Boomers”, caracterizada por ser competitivos, comprometidos y autosuficientes, siendo así, tenemos sobradas razones para sentirnos orgullosos de ser formado en sus aulas
Un porcentaje más o menos significativo, va año tras año a estudios superiores y al conmemorar ésta nueva fecha, los resultados son generosos, y suman a la educación venezolana un alto índice de profesionales en todos los frentes que requiere el desarrollo del país.
Cuando la escuela cumplió 99 años nos mudamos de su sede en la calle 3, frente a la Plaza Jáuregui, actualmente permanece en un sitio de honor por la Av. Francisco de Cáceres. Entrábamos y salíamos por un caminito que conectaba con la calle 5. Toda esa zona eran cañaverales y potreros, unos 8 años después se construyó la actual avenida y se le dio el nombre del fundador de La Grita.
En ésta nueva dirección fue levantado el emblemático Grupo Escolar Padre Maya, para la época constituía una imponente estructura que nos hacía sentir importantes. La obra comenzó a ejecutarse en 1958 como otros similares en todo el país, durante la gestión del presidente Rómulo Betancourt. Ya tiene 66 años en ese lugar. Éramos solo varones. Desde 1970-1971, hace 54 años es mixto.
Esta nota no es tan rígida como para recordar ésta sola una fecha, sino escribir sobre el entorno que lo rodea. Crecieron junto al Grupo Escolar Padre Maya, una larga avenida, más calles y carreras. Comercios de todo tipo incluyendo centros de salud. Teniendo además como vecinos al Colegio Santa Rosa de Lima y la Escuela Jáuregui. Es lamentable que no se aprovechara para adquirir más terrenos y ampliar la actual sede.
Los recuerdos
Con este marco referencial nos vienen los recuerdos de cuando corríamos sin descanso, jugábamos coca o perinola. El runche que le cortó a más de uno la cara. Improvisamos vaqueras y subíamos corriendo las anchas escaleras al segundo piso. Nos caímos, pujábamos pero no llorábamos. Y al menor descuido, echábamos a correr de nuevo.
Un señor de quien se me escapa su nombre, vendía helados de paleta en un carrito, valían medio 0.25, o sea un cuartillo del bolívar. Algunas paleticas traían impreso un número en su estreno dentro del helado y como premio te daban otro helado. Igual las sabrosas melcochas, las torrejas a locha.
¿Recuerdan la famosa batica blanca que nos llegaba hasta la mitad del fémur-?. Era para mantener la ropa. Y la “muenda de sol” que nos llevamos los que estudiábamos, 5to y grado, sembrando pinos y eucaliptos alrededor de la gigantesca edificación donde nos sentíamos muy cómodos y felices.
Mauro Montilva nos informaba los nombres de la película de la semana en el cine Gandica porque era el encargado de llevar el famoso cartel con marco de madera y patas largas para colocarlo en toda la esquina de la calle 3 con carrera 6.
No puedo omitir que los de la parroquial nos decían los “padremollejas” y nosotros les gritábamos “parroquialeros”. Cómo no recordar los primeros pasos de pepe Camargo dándole lustre con sus creyones prismacolor a los hermosos dibujos de la cartelera de Semana Santa. Del día del Árbol, el Día de la Madre, la de Navidad y la del Santo Cristo.
Imposible olvidar el policía escolar, su caminar ligero, buscando direcciones y tocando puertas preguntando por qué, ese día no asistimos a clase y nuestra madre o abuela, firmaba el cuaderno dando fe por la causa de la falta. El terror que infundía el bedel al pasar por los salones, fila por fila, mandando abrir la boca para ver los dientes cariados y luego llevarnos al odontólogo Humberto Galeazzi o Marcos Zambrano.
Rememoro aquella tarde de calor sofocante y camino polvoriento al llegar a la calle 5. En ese tiempo la llamábamos callejuela, nutrida de casas en remodelación, otras se caían a pedazos por la inclemencia del tiempo y los años. Observamos mucha gente de espaldas y de frente a la pared.
Nos fuimos acercando y abriendo paso entre los mayores cuando vimos a un señor sentado en el suelo, inclinado hacia la derecha, su espalda sostenida por la vieja pared, su cuerpo no daba señales de vida.
-Hay que amarrarle los pies para que el asesino no huya- comentaban unos. Otros opinaban que le metieran un cobre negro, o una locha en la boca y de esa manera parar el escape del criminal, que según, había huido a Colombia. Otros agregan que el fallecido tenía poco tiempo de haber salido del Penal de San Cristóbal, donde pagó condena por haber liquidado al hermano del que ahora huía.
Elba Rojas con su sordera de siempre, irrumpió y de repente exclamó: -¡Ay ay, mataron al colorado-, se hizo la señal de la cruz y se fue. Media Grita pasó por ese lugar. Hasta alumnas del Santa Rosa se hicieron presentes. Marta Sánchez al enterarse, dejó los libros en su casa, tomó de la mano a su hermano Luis y echaron a correr hasta llegar a la escena del crimen. Igual lo confirma Juan Alberto Sánchez: “Al enterarme, ya con la tardecita, invité a un amigo, ambos éramos unos micos, subimos las largas escaleras y llegamos a la callejuela 5”
La vida continúa
Recordamos al profesor Ramón Naranjo, Argenis Garabito, su esposa Rosario, Hugo Mora, Regina Laya de Chacón, Zunilde Zambrano, María Duque. Y de compañeros a Charles Chacón Cachaplas, Alfredo Gandica, Pepe Camargo, Tibulo Camargo, Mauro Montilva, los Díaz de la calle 4, Rodrigo Duque, Saulo Ostos.
Constituimos un buen grupo que ya tenemos entre 56 y más de 70, adosados a una generación trayectoria. También fue la época cuando una tarde después del mediodía oímos un ruido extraño, se trataba de un pequeño avión y luego aterrizó en el campo de fútbol del Liceo Militar.
La Escuela Padre Maya ha evolucionado e involucionado, de acuerdo a la tempestad y al péndulo político que administra los recursos de la educación. Ha experimentado tiempos de “vacas gordas y vacas flacas”. Tiene sus espacios deportivos y académicos. Su matrícula se mantiene estancada hasta tanto no se ejecuten ampliaciones.
A 165 años de su fundación, rendimos emocionado homenaje póstumo a quienes nos educaron con cariño y compromiso con la patria. Por ello, con motivo de ésta magna fecha, expresamos agradecimiento a todos los maestros que en estos momentos, pese a las serias carencias, impregnan de conocimiento a la generación actual. Un saludo muy cordial a la actual directora profesora Yean Guerrero.
La escuela Padre Maya, lleva el nombre en honor al diputado por La Grita, Manuel Vicente Maya, quien en el congreso de 1811 se opuso a que Venezuela se separara de España. Nació en San Felipe Estado Yaracuy, hijo de una de las más prominentes familias Yaracuyanas y fue precisamente en nuestro pueblo donde fue ungido como sacerdote.
En esa sesión candente del Congreso de 1811, expuso sus argumentos sin que fuese calificado de traidor a la patria, los demás diputados respondieron con mucha altura y éste acto de respeto al sacerdote Maya, se considera como pilar del principio de la libertad de expresión, tolerancia y democracia.
Estimado amigo de este grupo, si desea ampliar datos sobre la trayectoria de la Escuela Padre Maya, puede hacerlo a través de los siguientes link, donde hay amplia información recopilada por educadores de La Padre Maya. Igualmente ínvitó a los muchachos de ese tiempo a escribir sus recuerdos en los comentarios, para enriquecer la historia de nuestra amada escuela. (Luis Zambrano) Fotos de Juan Alberto Sánchez
http://padremayainteractivo.blogspot.com/2013/11/resena-escuela-nacional-bolivariana.html