Regional
La razón para no perder la esperanza
lunes 6 octubre, 2025
“Recibimos por estos gestos humildes de ayudar, muestras enormes de gratitud. Es la mejor recompensa para quienes emprendimos esta labor”
Norma Pérez
Porque no hay esfuerzo pequeño, un gesto de humanidad en el momento necesario puede hacer la diferencia para quienes se sienten invisibles, agobiados por las carencias y la soledad. La acción benéfica que realizó la fundación Manos que Oran y Ayudan, dio a muchos una razón para no perder la esperanza.
En un comienzo, la jornada humanitaria que se llevó a efecto en la plaza La Ermita de San Cristóbal estaba dirigida a personas en situación de calle. Pero en esta ocasión, hubo una diferencia que llamó la atención de los organizadores.
“Anteriormente, solo acudía gente sin hogar, con problemas de alcohol o consumo de sustancias. Esta vez, se acercaron vendedores informales y trabajadores que realizan alguna labor, que les permita obtener recursos para subsistir. Esto lo resalto, porque también son población vulnerable”.
El presidente de la organización solidaria, Valerio García, notó esta particularidad, que no se había presentado en anteriores ocasiones durante la actividad, que se efectúa cada tres meses, pues se alterna con otras incursiones en diferentes instituciones que resguardan población vulnerable.
El párroco de la iglesia La Ermita, presbítero Jesús Mora Calderón, hizo una oración de bendición para todos los asistentes; su mensaje propicio reconfortó el alma de los presentes, sobre todo de quienes enfrentan circunstancias adversas.
Al acto generoso, se unieron once estudiantes de barbería del Inces, para prestar sus servicios de corte de cabello a todos los que lo requerían. También, se hizo entrega de ropa en buen estado, calzado e implementos de uso personal, lo que a muchos les permitió vestir prendas limpias y cambiar sus zapatos deteriorados por el uso.
“Clasificamos la ropa por tallas, al igual que los zapatos, para agilizar la entrega. Todo empacado, limpio y en buen estado. Compartimos el almuerzo, bebida, postre y un cotillón con golosinas. Se hicieron juegos y bailes para brindar un rato de distracción y alegría. Tuvimos la oportunidad de conversar con ellos y nos comentaron que recibir el almuerzo y las atenciones que les brindamos, fue muy gratificante”.
Los voluntarios de Manos que Oran y Ayuda abrieron un espacio para escucharlos hablar de sus penurias y conflictos personales, que pesan menos cuando son compartidos. Hubo el apretón de manos, la sonrisa oportuna y el abrazo que conforta.
“Todo fue posible con la colaboración de gente generosa y desprendida. Quisiéramos conseguir más padrinos que nos apoyen para hacer la jornada con mayor frecuencia, pues es una experiencia maravillosa. Recibimos por estos gestos humildes de ayudar, muestras enormes de gratitud. Es la mejor recompensa para quienes emprendimos esta labor”.
Que estas acciones se multipliquen y exista mayor empatía con nuestros semejantes. Vale el esfuerzo dejar la indiferencia. Porque hacer el bien, se siente bien.

