Empresarios colombianos rumbo a la Asamblea Anual de Fedecámaras
17 de octubre de 2024
Víctor Matos
El gran músico andino Marco Antonio Rivera Useche, nativo de San Cristóbal, cuna de su llegada a este mundo el 19 de junio de 1895 y lar en donde fuera enterrado el 15 de julio de 1990, siempre rechazó la influencia de los ritmos colombianos, sobre todo tanto del Norte como del Sur de Santander, en sus temas autóctonos.
Siempre aseguró el maestro que la música nativa define tan concluyentemente nuestra idiosincrasia, que la separa y diferencia del resto de la música venezolana, incluyendo en esta última la que se cultiva en Mérida y Trujillo.
“La música tachirense -dijo el Maestro al periodista Mardonio González-, más que del hombre, nace del paisaje”. Un paisaje según él, distinto, si se le compara con los paisajes santandereanos, merideños o trujillanos, con lo cual defendía con suavidad pero con firmeza, las características propias de nuestro mensaje musical.
La suya es una verdad que puede discutirse, como cualquier otra verdad, pero la suya fue también una verdad que agregaba sencillez, dignidad, integridad, que era otra de las características que siempre definieron a este hombre ejemplar y ejemplarizante.
Y sin caer en exageraciones –afirmaba Mardonio- se puede y se debe decir que Marco Antonio Rivera Useche fue un tachirense a tiempo completo. Un tachirense que ha servido y honrado, como pocos, a su tierra nativa; y un tachirense que, también como pocos, no con la pretensión de que no sea olvidado, sino con la esperanza de que no se olvide al Táchira.
Nacido, crecido y hecho hombre en tiempos ásperos, duros, difíciles que incluso lo llevaron al exilio y la persecución, el Maestro pudo haber tenido razones suficientes para mirar la vida con otros ojos, pero no fue así, afortunadamente, ya que el niño de La Ermita, el adolescente del primer instrumento musical y el hombre que visitaba Chinácota en Colombia y Maracaibo en el Zulia, supo superar todos los escollos y encumbrarse como uno de los prohombres de la tierra que le vio nacer.
Aquí creó las orquestas que amenizaban en el Teatro Garbiras las proyecciones del cine mudo; fue fundador del Club Demócrata y dirigió la Banda del Padre Maldonado en La Ermita, hasta ser nombrado en 1929 director de la Banda del Estado Táchira, en donde estuvo por cuarenta años formando a las nuevas generaciones de músicos que lo recordarán por siempre.
El autor del Himno de la Ciudad,
sencillamente un maestro
Nació Marco Antonio Rivera Useche en La Ermita de esta ciudad capital, San Cristóbal, a la que años más tarde, en 1968 le dedicó su Himno, que se convirtió en el canto oficial de la urbe fundada por Juan Maldonado.
El músico y compositor estudió aquí bombardino pero fiel a sus principios tuvo que exiliarse ante las diferencias que combatió contra las barbaridades autoritarias de su profesor Nicolás Constantino y luego pagar cárcel entre 1919 y 1921 por sus peleas contra el presidente regional, Eustoquio Gómez.
Este prohombre de la música forjó innumerables piezas como las obras clásicas Noches Andinas, Alborada Campestre, Llano y Montaña, Cuatricentenario, así como el pasillo San Cristóbal y los valses María Eugenia, Noche de luna, Rayito de Sol, Adoración, Añoranzas, así como bambucos, joropos, villancicos, galerones y muchas obras más que han quedado para los anales de la historia del pentagrama.
Recibió numerosas condecoraciones a nivel regional y nacional, placas de la Universidad de los Andes, hasta cuando cumplió los 92 años de grata existencia.
El maestro, fue y será un ejemplo para todas las generaciones de esta su querida tierra.
Víctor Matos
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