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28 de abril de 2024
Freddy Omar Durán
Con el triunfo de Ernesto Román en el premio internacional de poesía “Antonio Salvado”, organizado por la ciudad portuguesa de Castelo Branco, nuevamente la literatura tachirense está de plácemes.
La filigrana poética de Román, en la que la palabra inspirada entra en vibración con el asombro, ya ha sido valorada en múltiples convocatorias nacionales y regionales, 5 en total, y ha sido invitada de primer orden a los principales eventos, en donde exaltar a la poesía es el objetivo común. De alguien que ha hecho de la poesía un ministerio íntimo al servicio del verbo, no es de extrañar que no paren los reconocimientos para quien en estos momentos funge de coordinador general del Ateneo del Táchira.
Su primer logro internacional en lo más alto, aunque ya había sido finalista en el concurso “Pilar Fernández Labrador”, organizado por la ciudad de Salamanca, en 2017, con Península en la Niebla, de reciente publicación en Caracas.
Ángel Áspero se denomina el poemario galardonado, el cual se hará merecedor de una edición bilingüe, a cargo de Editora Labirinto, en la cual se incluirá otra obra reconocida, pero en idioma portugués, a cargo de Fernando Fitas. Ambos poetas pasaron por una fuerte selección entre 1.185 participantes, provenientes de varios países, donde el español y el portugués se constituyen en lenguas madre.
Para Ernesto Román, tan importante como la escogencia en sí misma, lo representa el nombre al que se liga el premio, en este caso Antonio Salvado, considerado a sus 85 años una leyenda en vida de las letras en tierras lusitanas, donde se gestaron inmortales nombres como los de Fernando Pessoa y Eugenio de Andrade, entre otros.
Poseedor de una amplia bibliografía que se extiende desde el año 1995 y que incluye una antología a cargo de Monte Ávila Editores, y una especial publicación mexicana de Edades Mexicanas, por no nombrar la inclusión en antologías con curadurías en España, México, Colombia, Ecuador, Chile y Portugal.
Poesía en pandemia
La creatividad nos libera cuando la pandemia aparentemente nos condena, y si va acompañada de la palabra, se establece el testimonio de la realidad que nos ha tocado vivir. Por eso, quisimos conocer del testimonio del propio poeta qué tanto se cultivaron estos versos en aislamiento y, más aún, qué tanto ha permitido esta a los escritores un reencuentro con su oficio.
—Es un libro que fue escrito hace dos años; pero en cuarentena me empeñé en corregirlo; un poemario implica depurar mucho de lo que ya se ha escrito, para quedarme con la imagen poética. Estos días me han permitido ahondar en la poesía.
Días de gran prueba anímica para cada uno de los humanos, y de la cual Ernesto Román no se ha sentido excluido, incluso bajo el riesgo de que se imponga el silencio. Cuando el distanciarse es una prioridad pública, entonces la poesía tendría que ayudarnos a recuperar el abrazo perdido.
—Pero, sea como sea -acota Román-, como ha dicho el gran poeta norteamericano Paul Auster, no crean que la poesía es algo “agradable”, pues escribirla, a veces, es algo doloroso. La pandemia en sí nos ha ayudado a dilucidar muchos dolores, que incluso nacen con nosotros, incertidumbres, depresiones, ansiedades, y entonces te ves llevado a buscar la calma, la paz interna, a un territorio espiritual profundo, y desde allí retomar la escritura, que es lo que yo hago. Es terrible el ‘desamor’ que nos ha impuesto este distanciamiento social, como bien ha anotado mi gran mentor Hugo Mujica: cuando tú te reencontrabas con tus amigos, te abrazabas con ellos y, muy emocionados, preguntábamos por nuestras vidas; ahora tenemos que chocarnos el codo y limitar nuestros encuentros y conversaciones.
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