Por Mayela Barragán Zambrano *
Tenía en sus entrañas las marcas de cuatro siglos de historia y siempre me pregunté por qué un árbol de pimiento de bayas rojas se acostumbró al clima frío de El Cobre si era un árbol típico de las zonas calientes del Océano Índico y del Mar Mediterráneo considerado por los botánicos el rey de las especias y una planta solar.
Pero ese árbol de pimiento cobrense que era la conexión con los ancestros y con la Vía Láctea; ese árbol de cuatro siglos ya no será cobijado por la neblina del páramo del Zumbador, ya no escuchará los rosarios que se rezan en la capilla de la Virgen, ni será testigo de los entierros que llevan al cementerio, o de los amores que nacían bajo sus ramas. Esa majestuosidad verde abrazada por las montañas, frente a la capilla de la Virgen del Carmen que le hacía compañía con las siguientes palabras en latín: Janua Coeli Ora Pro Nobis, y que nos enraizaba a todos, ya no regalará su sombra porque este 10 de noviembre, un rayó cayó, lo partió en dos y al día siguiente, sin fuerzas se desplomó sobre si mismo. ¡Qué destino!, ¡qué domingo más cruel!, se rompe en el mes de noviembre, que es siempre crítico para el pueblo de El Cobre, porque es el mes de las lluvias torrenciales, de las crecientes. Jamás imaginamos verlo destrozado en dos pedazos a nuestro árbol primordial, nuestro viejito consentido de 444 años con barba blanca, el patriarca de los árboles, el que había sido traído por un “Musiù” y había sido plantado dieciséis años después de aquel 24 de agosto de 1558 cuando el Capitán Juan Rodríguez Suárez avistando el altiplano desde un paso del páramo de El Zumbador, había convenido que el valle que divisaba en la distancia le daría asiento a uno de los pueblos más altos, y viejos, de Venezuela, a San Bartolomé del Cobre, un pueblo agrícola por esencia.
Nuestro árbol de Pimiento no era un árbol cualquiera, fue el testigo más fiel de todo nuestro pasado, creció apacible, contemplando la historia: la del Camino Real porque bajo su sombra los arrieros del Virreinato de la Nueva Granada se reposaban para luego emprender la marcha hacia Mérida o Pamplona. La de la Campaña Admirable. La de la Revolución Restauradora. La de la Carretera Trasandina.
Después de la Independencia a la plaza que lo albergaba se le dio el nombre de José María Vargas, como es el nombre del Municipio. Y el árbol siguió frondoso, siempre como centinela fiel y amorosa. Fue testigo de las batallas del General Espíritu Santo Morales, de las historias del rebelde Reinaldo Flores. Se embarró de fango durante la Creciente. Bajo su sombra crecieron hombres de la iglesia como Monseñor Domingo Roa Pérez, Monseñor Raúl Méndez Moncada entre otros. Sus raíces tan profundas lo conservaban todo, inclusive la leyenda, y la fecha, de su llegada a El Cobre nos hace recordar “La Ruta de las Especias” y los viajes a Las Indias Orientales. Cuenta en un artículo Juan Alberto Sánchez García como fue su llegada al pueblo:
Estaban demarcando Esteban Ramírez y Marcos Pérez, lo que más tarde sería el pueblo de El Cobre, y justamente habían definido la plaza mayor que estaría al frente de una pequeña capilla que veneraba a la Virgen de El Carmen, cuando se les aparece un marchante de hablar raro, y aunque poco se le entendía en su dialecto, les ofreció que al regresar de Mérida a donde se dirigía a vender mercancías, le dejaría a este incipiente pueblo un regalo eterno.
La gente se quedó intrigada por tal ofrecimiento del “musiú” y efectivamente a su paso nuevamente por aquí camino a Santa Fé de Bogotá, les dejó como regalo una pequeña plántula que sembraron en la plazuela, les pidió encarecidamente que la cuidaran y que era un árbol de “Pimienta”.
No hay exactitud o precisión con relación a la fecha de su siembra, pero el cronista de San Bartolomé de El Cobre, Sr. Eliseo Zambrano, aduce que fue entre 1670 y 1700, cuando este hoy frondoso árbol de Pimiento fue plantado para siempre y que poco o ningún valor simbólico le hemos dado en la comunidad y en el estado Táchira, sobre todo por el desconocimiento de la historia local…
En 1994, el entonces Ministerio del Ambiente y de Los Recursos Naturales Renovables (MARNR), le hizo una evaluación dendrocronológica al Pimiento, estimando para el momento una edad aproximada de 420 años de sembrado. De manera que hoy en 2017 estamos hablando de 443 años de vida y frondosidad del Pimiento del Musiú, en el valle de San Bartolomé de El Cobre.
Mas nadie sospechó que pudiera ocurrir lo que ha sucedido, verlo abatido abre una profunda herida, ahora en el pueblo y en todos los cobrenses, reina un inmenso vacío. Viviendo en el exterior lo he tenido siempre como mi fiel compañero de viaje, ¡cuántas fotos me tomé bajo sus ramas!, por eso siempre que encuentro un árbol de su misma especie, tomo sus hojas entre mis manos, las froto y luego respiro el aroma especial que sale para así conectarme con mis raíces, porque como nos enseñó el Himno al árbol de Alfredo Pietri, los cobrenses nunca olvidaremos que: “Al árbol debemos solicito amor, jamás olvidemos que es obra de Dios”. Hoy, en medio de la tremenda situación que vive Venezuela, esperemos que su sacrificio no sea en vano, que su fin siembre una nueva conciencia, porque el árbol de pimiento de El Cobre era El árbol de los libres, como dice la poesía de Pablo Neruda y Rodolfo Parada:
Suben sus héroes de la tierra,
como las hojas por la sabia
y el viento estrella los follajes
de muchedumbres rumorosas
hasta que cae la semilla
del pan otra vez a la tierra.
Sacó salitre del martillo
y extrajo lágrimas del suelo
las elevó por sus ramajes
las repartió en su arquitectura:
Fueron las flores invisibles
a veces flores enterradas.
Este es el árbol de los libres
el árbol tierra, el árbol nube,
el árbol pan, el árbol flecha,
el árbol puño, el árbol fuego,
lo ahoga el agua tormentosa
de nuestra época nocturna.
Este es el árbol de los libres.
Asómate a su cabellera
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*La autora es periodista tachirense, de El Cobre, egresada de la ULA. Radicada en Génova, Italia.