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20 de abril de 2024
Aunque lo ideal, lo más conveniente, resulta irrestrictamente quedarse en casa, guardar la cuarentena social no siempre es posible ya sea porque en sus familias muchos depende de sus gestiones, ya sea porque, en caso contrario, no cuentan con ningún apoyo de alguien cercano, y deben defenderse por sus propios medios.
Como se puede observar en el trayecto de la vía nacional entre Capacho Nuevo y San Cristóbal, aunque la falta de casi absoluta de transporte debería desanimar a más de un habitante de otros municipios a bajar a éste, no son pocas personas los que se concentran en las paradas, a la espera de un milagro.
Un milagro que podría ser la cola en moto o en otro vehículo de un buen samaritano o un conocido. A veces camionetas de mayor capacidad, podría hacer la buena obra -gratis o por una cantidad- masiva. Lo que en otras emergencias era muy esporádico, en tiempos de coronavirus, con más temores de proximidades físicas extrañas y poca gasolina, se hace imposible. Ya no se trata entonces de tener o no tener buena voluntad.
Alrededor de esas paradas se instala un pequeño comercio informal de productos de primera necesidad, casi siempre hay una panadería abierta, o ventas de comestibles y bebidas para consumir en el camino. Ellos también, guardando la exigencia del tapabocas, de alguna manera, no acatan las recomendaciones de recluirse, pues no pueden quedarse sin llevar el pan a sus casas, con el temor ya no solo del virus sino del hambre.
En los alrededores de Mata de Guadua o de Zorca Providencia, por ejemplo, hay una activo mercado de víveres, negocio que la crisis económica puso muy en boga, por lo que bajar a San Cristóbal resultaría casi que innecesario, sobre todo bajo las restringidas condiciones de movilización. No obstante, su limitado presupuesto no se ajuste a sus precios, aunque, en realidad, el motivo mayor para ir a San Cristóbal, a como de lugar, va más enfocado a lo que precisamente no pueden conseguir en su vecindario, y que obliga mucha veces a un largo peregrinaje a pie, fácil de iba, agotador de venida.
Necesidad de tratamiento médico
Ligia Guerrero vive sola en El Valle, Capacho Nuevo y necesita con urgencia un tratamiento médico para su fascitis branquial, y algo de comida, se trata entonces de un asunto de urgencia bajar a San Cristóbal.
Aun cuando sus condiciones de salud no son las mejores para movilizarse, este lunes tardó más de una hora esperando por el transporte, y caminar largos trechos no es su opción.
–Todo esto lo estresa a uno, lo pone muy pensativo—afirmó.
Como costurera se encuentra paralizada, y solo depende actualmente de lo que manda su hija desde Puerto Cabello, porque en circunstancias normales, su trabajo le da lo suficiente como para no pedirle a nadie.
«¿Pero ahorita cómo hace uno para ganarse la vida?”–se pregunta
Sabe que el coronavirus es algo real; pero sospecha que muchos engaños se esconden tras noticias y medidas. Afirmó que esta cuarentena quedó como anillo al dedo, a otra emergencia que se vio solapada, como es la escasez de combustible.
–Yo todos los días le doy gracias a Dios, porque aunque sea una arepita con huevo me como; pero he visto gente que ha tenido que ir de casa en casa a pedir comida — dijo.
Los conductores se cuidan
Otra de las personas que encontraban cerca de la parada de Mata de Guadua era el señor José Gómez, con un inmenso tapabocas, que apenas deja espacio a su mirada.
–Soy asmático crónico, y estoy tomando todas las medidas de precaución posible (pertenece a una población de alto riesgo). Yo salgo exclusivamente a conseguir algo de comer, de resto no tengo ningún interés para bajar a ningún otro sitio — contó.
En su concepto el problema del transporte, también se relaciona con los temores de los mismos conductores frente al Covid-19. Sin embargo, agregó que la mala calidad del servicio, si bien se acentuó con motivo de la cuarentena, ya viene de tiempo atrás, y es por eso que los largos tiempos de espera, ya son costumbre, por supuesto, sin la actual incertidumbre.
Freddy Omar Durán
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