Regional
San Cristóbal, ciudad vencedora celebra en silencio sus 459 años
31 de marzo de 2020
San Cristóbal cumple hoy 459 años, y si no estamos en las calles para apagar las velitas de su torta de cumpleaños, tal vez un imprevisto y refrescante viento proveniente de la montaña, que con estoicismo ha soportado la quema y la tala, lo hará por nosotros
Por Freddy Omar Durán
Si se nos permite una licencia poética, San Cristóbal ha sido sobreviviente de «mil confinamientos», y desafortunadamente, como en anteriores ocasiones, se ha visto obligada a suspender sus celebraciones aniversarias oficiales; mas no las íntimas, las animadas por el regocijo nostálgico de sus habitantes, de lo que se ha ido indefinidamente, de lo que ya no deambula en la actualidad por sus calles solitarias.
Pero paradójicamente aunque, en las circunstancias actuales de cuarentena, mucho de la otrora San Cristóbal por ahora nos queda reencontrarlo en el recuerdo; especialmente la San Cristóbal urbana, la que ha estado envuelta en un acelerado, y no siempre armónico, proceso de desarrollo; otra de ella ha regresado -si es que alguna vez se fue del todo-: la villa serena y bucólica, la que alguna vez inspiró los versos más meditativos del poeta Manuel Felipe Rúgeles, el más representativo de la cumpleañera.
Ejemplo para el mundo
Hoy, sin pretenderlo de ningún modo, su convulsa y reciente historia se ha proyectado a otras ciudades del mundo, incluso su vecina Cúcuta, donde a medias entendían lo que significaba resguardarse temprano en casa, procurando no caer en el desabastecimiento, ante la inminencia de actos de desobediencia ciudadana, largos cortes del fluido eléctrico o suspensión del servicio de transporte, cuando no sencillamente, una crisis económica y política había hecho más cortos los pasos de quienes la deambulan a diario.
También tiene muchas lecciones que aportar al mundo, en lo que respecta a solventar situaciones de escasez de combustible y alimentos, por las cuales compradores han pagado el precio del trasnocho y la exposición de su seguridad en largas colas de personas y vehículos, sea que estos sacrificios sirvan para consumo particular, sean que se hayan orientado a otras faenas de supervivencia.
Muchas veces esas colas han sido la única señal de vida, de una ciudad en sueño, y un motivo de visibilidad ante otras ciudades de Venezuela y el exterior, vía medios de comunicación.
Y eso no quiere decir que los sancristobalenses hayan vuelto expertos en calamidades, en primer lugar, porque cada situación que ha obligado al confinamiento es distinta, y se le ha hecho el quite de diversas maneras y en distintas actitudes; y en segundo lugar, porque la incertidumbre sigue siendo la misma, y al mismo tiempo distinta, pues en cada ocasión se presenta más ruda, más desafiante ante cualquier estrategia de supervivencia que planeemos.
Tampoco vale forzar una comparación de aquella San Cristóbal, que aun con aspecto de ciudad, conservaba un ritmo pausado, pensativo, pocas décadas atrás; con esta, petrificada en una tensa calma, a la que hay que enfrentar con un tapaboca puesto, porque ya el peligro que podría estar rondándola no tiene ubicación, ni nombre, ni credo político; que no implica una separación por desavenencias políticas, imposibilidad de movilización de un lugar a otro, o por falta de condiciones energéticas, sino una separación en la que cada uno de nosotros somos la amenaza… y también la solución. En la que estar encerrado en casa ya no es una opción, sino una obligación que puede hacer la diferencia entre la sanidad y la enfermedad; así como tampoco la solidaridad es una opción…
Tal vez esta situación de cuarentena no nos haya tomado tan de sorpresa, tal vez no nos haya puesto el mundo tan de patas arriba, como debió ocurrirle al newyorkino, al bogotano, al madrileño, que de la noche a la mañana tuvo que suspender su rutina diaria para encerrarse en casa, y aún dentro de ella cambiar sus costumbres, e incluso incorporar a ella los correspondientes ambientes laborales. Tal vez de entrada no nos haya atrapado el pasmo y el aturdimiento de igual forma a como ocurrió en otras localidades, y no significa, esto que dejemos de sentir miedo, y tal vez estamos sintiendo más miedo que en las otras oportunidades.
Referentes en retirada
A San Cristóbal la han representado dos santos: uno histórico y otro de leyenda. El ficticio, el homónimo, llevó a Dios sobre sus hombros, y aún así no se ahogó en su paso por un bravío río; el real, San Sebastián, recibió mil y un flecha de sus perseguidores, y esto no fue óbice para que alcanzara la gloria de la santidad.
San Cristóbal ha perdido sus referentes históricos y culturales, y se ha embalsamado en la
atemporalidad de la supervivencia, -que como aspecto positivo ha permitido reinventarnos- con graves problemas en su vialidad, servicios públicos en general (agua, salud, electricidad, aseo urbano, etc), problemas que pudieran pasar a un segundo plano, frente a asuntos más fundamentales relacionados con las necesidades inmediatas del ciudadano común, si no fuera porque se han incorporado al marco de vulnerabilidades, que nos exponen a infortunios.
San Cristóbal se ha hecho famosa internacionalmente por sus ferias de enero, prácticamente representa su carta de presentación ante el mundo, evento que en sus más recientes ediciones han revivido la polémica, de si debiesen ser continuado o no.
Una ciudad sitiada pero más que por agentes externos, sitiada desde el profundo temor de sus pobladores; pero también ha sido una ciudad que ha sabido sortear ese tipo de situaciones, y aún así, una ciudad invencible y en actitud permanente de supervivencia, y de eso tiene mucho que enseñar al mundo.
San Cristóbal cumple hoy 459 años, y si no estamos en las calles para apagar las velitas de su torta de cumpleaños, tal vez un imprevisto y refrescante viento proveniente de la montaña, que con estoicismo ha soportado la quema y la tala, lo hará por nosotros.