Las ciudades se activan durante la semana de cuarentena flexible. La presencia masiva de personas en las calles de todos los municipios, pero en especial en San Cristóbal, se observa en comercios, talleres mecánicos, unidades de transporte y locales comerciales.
Todos se observan con tapaboca, muchos los llevan correctamente al cubrir nariz y boca, pero otros lo usan “por usarlo”, al tapar solo la boca y dejar al descubierto la nariz; en otros casos, boca y nariz están al descubierto.
En varios locales se sigue con las colas de personas para poder ingresar a comprar. Se observa en el Castillo de las Telas, librerías, mercerías… en otros comercios el acceso es libre y se forman largas colas para pagar, donde todos obvian el distanciamiento social y las medidas sanitarias.
Hay colas para entrar a los bancos. Los clientes buscan dinero en efectivo para pagar pasaje y gestionan cambios de clave de sus tarjetas bloqueadas, por una u otra razón. Pocos respetan el distanciamiento social y se pegan uno a otro. Personal de las agencias les ha llamado la atención y de inmediato se separan, pero luego se juntan otra vez.
El transporte público cumple función importante al permitir la movilización de las personas desde los municipios del estado hacia el centro de San Cristóbal. Las rutas suburbanas de las líneas Cordero, Palmira, Borotá, Capacho, violan las normas sanitarias: no hay distanciamiento social, ni el uso de gel antibacterial al subir a la unidad.
“Lo que a los conductores les interesa es la plata. Yo creo que ni limpian las unidades por dentro, nada de desinfección con cloro o jabón. Dios es grande y poderoso y nos protege a todos. Yo uso la ruta de Cordero porque debo trabajar”, dijo Marisol Labrador, en el centro de San Cristóbal.
Lo que no ha variado es el horario. La ciudad comercial se activa entre las 8:00 y 1:00 de la tarde. A las 2:00 p.m. la ciudad se transforma. Las personas se han marchado a sus casas y quedan pocas unidades de transporte en la calle.
Es una ciudad diferente en fases de cuarentena, como la Luna.
José Luis Guerrero