No hay dinero para recurrir a un especialista, cuyas consultas privadas escapan del alcance de muchos bolsillos, pues pueden superar los 50 dólares; tampoco hay la medicación adecuada.
Por Freddy Omar Durán
Con una gran familia, dependiendo del solo ingreso de uno de sus integrantes, así como de pensiones y bonos que ni alcanzan para sus propios gastos, Carmen Adela Contreras sigue en la lucha para cubrir los costos médicos de su hija Johana, madre soltera de una niña, con todas las capacidades para producir, siempre y cuando cuente con la medicación y la observación facultativa, que le previene de las convulsiones incapacitantes.
Su hija representa la realidad de los pacientes neurológicos que dentro del servicio público de salud ya no cuentan con especialistas, cuyas consultas privadas escapan del alcance de muchos bolsillos, pues pueden superar los 50 dólares.
—Es necesario -afirmó Contreras- que la vea un médico, hace 3 años que no lo hace. En el Hospital Central me dijeron que el especialista ya se había jubilado, y pagarle un médico particular, ya no podemos.
Agregó que su hija requiere el chequeo del profesional para que le cambie el tratamiento, pues dice que no se siente bien con el que tiene, y también que le actualice el récipe, pues lo que toma no lo venden sin la fórmula.
—A veces, con la ayuda de amigos completamos para el fenobarbital, pero en las farmacias ponen problema a la fórmula, y en oportunidades ni se consiguen, y revendidas ni pensarlo, por lo caro que se ponen— dijo.
La pandemia y la crisis económica han cerrado las posibilidades a su hija Johana de reincorporarse a la fuerza laboral, mas su salud también requiere estabilidad, pues eso le trajo ciertas complicaciones en el empleo que tuvo, y eso lo puede lograr con el tratamiento adecuado.
A cargo de un nieto, mientras sus padres le buscan lo mejor en otro país, y ayudando en las funciones maternas, las preocupaciones de la señora Carmen Adela incluyen a los dos niños de 9 y 11 años
—Ella –relató Contreras- me convulsiono después de una fiebre, a los cuatro años, y me dijo que se sentía mal. Desde entonces le han repetido los ataques, pero ella, más o menos, sabe cuándo van a volver y se toma un descanso, pero sin el tratamiento no podemos evitar que aparezcan. Aquí –muestra una carpeta bien ordenada-, están los últimos exámenes que se le hicieron, entre ellos una resonancia magnética, que hay que repetirlos, ¿y nosotros cómo?
Johana Contreras intenta por todos los medios no inquietar a sus familiares y conocidos con su enfermedad, y sabe que, estabilizada, su vida puede ser productiva y beneficiosa para su hija-
—Ayer me sentía mal. Yo me quedaba quieta y no le decía nada a mi mamá porque ella se preocupa mucho. Yo me tomaba la medicación y no me está cayendo bien. Yo sin la pastilla comienzo a ver como estrellitas. Hace tres años tuve una recaída y me caí en un baño de un amigo y me golpeé fuerte, y llegando de nuevo a la casa me repitió.
Quienes deseen colaborar pueden comunicarse por el teléfono 04247728836.