Freddy Omar Durán
Con toda la confianza puesta en su arte, Miguel Alejandro Sánchez Cacique se ha ganado en Colombia un lugar en el mundo del tatuaje; pero sus miras van más lejos, pues así como dentro del mercado local de Bucaramanga ha sido un nombre solicitado, no duda que lo mismo le suceda en otros lugares del mundo.
Ya lleva alrededor de 3 años de estadía fija en Colombia, luego de un ir y venir durante dos años, entre San Cristóbal y la capital santandereana. Sin embargo, antes de instalarse allí, ya iba ganando un renombre, que a la larga determinó una decisión que no lamenta.
Desde antes de terminar su bachillerato, se veía como tatuador, y valoraba todo lo que ese arte podía representar para su vida, algo que al principio, no era bien visto en una familia de doctores y licenciados. Pero con 5 reconocimientos, 2 en San Cristóbal y 3 en Colombia, una cartera de clientes dentro de un mercado competido, el apoyo de sus seres cercanos no se hizo esperar.
Su hándicap ha sido la técnica del “lettering”, no tan explorada en el país vecino, aunque allá tuvo que enriquecer aspectos como las sombras y el color. Sus referentes en la modalidad han sido venezolanos y también norteamericanos y colombianos como Daniel Cuervo, Big Meas, y Big Sleeps. Poco a poco se fue perfeccionando hasta lograr el trazo de letras a mano alzada, proporcionado mayor libertad a su imaginación.
“Para los años del 2013 en la Expotattoo Internacional de San Cristóbal fue cuando comenzó mi interés por las letras, guiándome por lo aprendido con Rafael Pérez quien participaba en ese entonces en el evento. Mi estilo no lo estaba haciendo mucha gente, pues en Colombia se dejan llevar mucho por la moda. Yo hacía muchas letras y cosas que tenían que ver con líneas pero allá me tocó aprender más sobre sombras, y color”
Ha sido 10 años de un oficio que más que trabajo lo considera arte, y en el que Joshua Gómez, le proporcionaría las primeras bases, que perfeccionaría con su propia investigación y por las enseñanzas de los más experimentados de Venezuela, por los cuales no solo en Colombia, sino en otras partes del mundo, se siente un profundo respeto. Esa buena fama de sus connacionales ha sido para Sánchez, una gran responsabilidad pero también un gancho para quienes acuden a su estudio.
“La gente en Colombia es muy receptiva, y hay una amplia gama de posibilidades: desde el que desea el más económico hasta el más costoso. Queda mucho por hacer y existe de parte de los colombianos un gusto muy especial por los tatuajes”
Ha perdido la cuenta de cuantos tatuajes ha realizado, miles, teniendo en cuenta que en un mes puede superar la centena. Y no le importa el reto que se le presente, pues puede asumir desde los más sencillos, a aquellos que le pueden llevar horas.
“Por lo general mis sesiones duran entre 4 o 5 horas; sin embargo, el año pasado en Bucaramanga en una expo tatoo hice unas letras desde las nalgas hasta el tobillo. Me tomó 17 horas seguidas y es el que más tiempos me ha tomado: como son competencias tienen que terminarse los trabajos el mismo día que se empieza, para que sean evaluadas”.
Sabe que el mercado en Colombia es competido, pero también que un cliente satisfecho, vuelve o recomienda más personas.
“Hay competencia pero es como cuando tú te cortas el pelo con determinada persona y si te gusto vas para ese peluquero toda la vida; e igual pasa con los tatuajes. Tú te ganas la confianza de una clientela que acude a ti, y sabes de antemano que les va a gustar el trabajo final, y no se arriesgan a ponerse en mano de gente que se pone a improvisar. El cliente satisfecho vuelve siempre y cuando recomienda; esa la mejor publicidad que tenemos”
Su familia quería que fue ingeniero civil, y por supuesto su proyecto de vida inicialmente costó ser aceptado, aunque en la actualidad ya está dispuesta a darle todo su apoyo para que crezca en ese campo.
“Cuando les dije que iba a ser tatuador como que les pego y me dijeron póngase a estudiar algo en serio, y eso agárrelo como un hobby, que iba a abandonar cuando me aburriera. Pero actualmente están felices porque esto me lo tomo muy en serio y que he sido reconocido en varios eventos”
Escuchar al cliente, darle su opinión, para entre los dos alcanzar la mejor pieza, ha sido fundamental en su oficio, pues de lo que se trata es de respetar un lienzo, donde va quedar fijado un arte, que se espera duré para toda la vida
“Algunas veces la gente vienen con una idea clara de lo que quiere; pero uno intenta convencerlos para que no se copien de lo que ya está hecho, para que busquen algo original, que sea realmente suyo y no de otra persona. Algunos al respecto son cerrados, mientras que otros confían más en tu criterior”
En Colombia a los tatuadores colombianos se les respeta, así como aquellos relacionados con otras facetas de la modificación corporal, terreno en el cual no se ha entusiasmado mucho. A sus 27 años siente que su camino atravesará montañas y océanos, y se considera con el talento necesario para lograrlo siempre luciendo la bandera de Venezuela a cuanto escenario Miguel Alejandro Sánchez Cacique ascienda.
“Si he conocido muchos tatuadores venezolanos, y otros dedicados a las modificaciones corporales. Una vez llevaron a Emilio González, uno de los pioneros en Venezuela. Y en Colombia vive David Soto y ha sido jurado en muchos eventos y que ha viajado mucho por Europa. Ahora quiero participar en eventos en otros países, no solo en Colombia, sino en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos para competir y dejar huella, y ratificar que los venezolanos tenemos mucho por destacar en el mundo del tatuaje”