Regional

Un gran corazón vestido de uniforme azul

20 de agosto de 2021

606 vistas

Con 23 años vinculada al Cuerpo de Bomberos del municipio Junín, Karina Jiménez es parte integral de esta importante institución de servidores públicos

Por Norma Pérez

Karina Jiménez Acevedo tenía nueve años de edad cuando ingresó a la Brigada Juvenil del Cuerpo de Bomberos “Carlos García Olarte”, del municipio Junín. Esa incursión infantil fue el comienzo de su carrera en el seno de esta institución, que siente como su segundo hogar.

“Aunque era pequeña, tomé muy en serio ser parte de la Brigada; tuve excelentes profesores, que me enseñaron muchas cosas, todos eran efectivos del Cuerpo de Bomberos. Fue una etapa muy importante en mi vida, que me mostró el camino a seguir”.

Cuando cumplió la mayoría de edad se alistó como voluntaria y profundizó en su aprendizaje: “ahí le tomé más cariño a ser una servidora pública, dispuesta a ayudar a los demás. Hice varios cursos, me entrené en diferentes áreas y fortalecí mi preparación”.

Convencida de lo que quería, se incorporó de lleno a trabajar y a la fecha ya suma 23 años de su vinculación con esta organización. Es la funcionaria femenina más antigua de los bomberos de Junín.

En su interés por proseguir con su aprendizaje, estudió la carrera de Ciencias del Fuego en la Universidad de la Seguridad, de donde egresó con las mejores calificaciones.

Además, debió aprender a combinar su demandante trabajo con las labores de madre y ama de casa. Los días libres comparte con sus pequeños hijos, su esposo y sus padres.

Vivir para servir

Esta joven habla con orgullo de sus orígenes. Nació en Rubio, hace 32 años; su papá es agricultor y su mamá es cocinera en un liceo de Bramón. Formó su propia familia y es madre de tres hijos varones, de 12, 10 y 6 años.

Actualmente se desempeña como paramédico, por lo que debe salir en la ambulancia a socorrer algún paciente o acompañarlo en su traslado. Su rutina inicia a las 7 y 20 a.m., recibe la guardia, revisa los insumos que hay en la ambulancia y hace un inventario de lo que se utiliza. Además colabora con la preparación de los alimentos del personal y la limpieza de la sede.

“No todo es alegría, algunas veces hay momentos de tristeza, cuando presenciamos un desastre o un accidente, pacientes que sufren o pierden la vida. Es duro, a pesar de estar preparados para atender estas situaciones, no dejamos de sensibilizarnos”.

También realiza turnos nocturnos de cuatro horas; generalmente le corresponde en la madrugada. Cuando hay emergencias en el municipio, todos deben presentarse en el comando; por eso, en su trayectoria como funcionaria del Cuerpo de Bomberos ha atendido diversos sucesos, entre los que figuran rescates, incendios y accidentes de tránsito.

Se encarga de repartir agua en las comunidades que lo requieren, desinfección de calles y edificaciones durante la pandemia, y por varios meses estuvo abocada junto a sus pares a efectuar los trabajos relacionados con la vaguada que en noviembre del año pasado afectó al municipio Junín.

Ha debido superar circunstancias adversas, pero la que recuerda con mayor sentimiento fue cuando acompañaba en la ambulancia a una niña de doce años que iba al Hospital Central y la pequeña falleció durante el trayecto. “Murió en mis brazos; tenía la edad de uno de mis hijos, es lo más triste que he tenido que presenciar”.

Abnegación y vocación

Al igual que sus compañeros, Karina Jiménez ha puesto en riesgo su vida durante los diversos procedimientos que realiza. Aun así, ninguno de ellos recibe el reconocimiento acorde a esta compleja labor que cumplen día a día; su remuneración es mínima y no compensa su esfuerzo.

“El salario no nos alcanza para cubrir los gastos básicos. Los que estamos aquí, lo hacemos por vocación y por amor a nuestro trabajo y por nuestros semejantes”.

Explicó que en cuanto a insumos y parque automotor existen muchas carencias, que algunas veces no permiten un accionar eficiente:

“Requerimos que se reparen los vehículos. Hay una ambulancia que está en funcionamiento, pero es insuficiente; también es importante que estén operativos los camiones, se necesitan repuestos y cauchos para mantener las unidades en buenas condiciones”.

A pesar de estas limitaciones, manifiesta su satisfacción por estar presente en muchas actividades que redundan en beneficio de la colectividad, y destaca el trato que recibe de parte de los demás efectivos.

“Ellos son respetuosos con nosotras, nos cuidan durante los procedimientos, donde por diversas razones exponemos nuestras vidas”.

La mano extendida

Karina Jiménez siente gran empatía por las personas en estado vulnerable. Por eso, durante su guardia dispone de algún tiempo para brindar apoyo a indigentes que acuden en busca de una mano amiga.

Por decisión propia, asumió la tarea de cooperar con quienes se acercan a la sede y reciben de ella implementos de aseo personal, les corta las uñas y el cabello, y si requieren de alguna curación se encarga de hacerla, así como de darles un plato de comida o ropa que recolecta para donarles.

“Para ellos, nosotros somos su familia y así lo expresan. Hay un señor, apodado Poncho, que vive en las calles, y aquí ha conseguido lo más parecido a un hogar, con afecto y respaldo. Siempre nos saluda a gritos desde la calle para agradecernos”.

Estos gestos le proporcionan alegría y reafirman su vocación de servicio: “Me gusta mi trabajo, ayudar a las personas, a todos los que nos necesiten. Es una experiencia muy bonita, donde siempre hay interacción con la comunidad y eso nos hace crecer como seres humanos”.

Karina Jiménez representa a la funcionaria valiente y luchadora. Pero, sobre todo, a la persona solidaria y amable que, más allá de sus funciones, manifiesta su ánimo de ayudar a los demás. Servir es su emblema. En ella palpita un gran corazón vestido de uniforme azul.