Regional

Vivir entre aplausos, luces y sonrisas

29 de julio de 2023

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El circo Los Valentinos, con las figuras principales, los hermanos Valentino y Renato Fuentes Rosales, regresa a Venezuela. Están en San Cristóbal. Han planificado recorrer todo el país con su espectáculo en los próximos tres años

El dato…

Cuarenta artistas son protagonistas en cada uno de los actos de la función. Su vida es dedicada al entretenimiento y trabajar para hacer reír a los niños y niñas, sin dejar de lado a los más grandes.

Es todo un mundo mágico dentro de una enorme carpa. Hay luces multicolores sobre el escenario, rodeado de, al menos, 1.500 asientos, en lleno total de espectadores. La música invita a la fiesta dentro del enorme y moderno toldo sostenido por 10 columnas, en la parte central. Alta tecnología para la diversión. Niños, niñas, adolescentes y adultos ingresan al interior del circo con mucha expectativa a presenciar un espectáculo en vivo.

Son 86 años de historia, de entretenimiento. Creación artística de Jesús Fuentes Abalza, por la ciudad de Villa de las Flores, México. Sus 13 hijos siguieron sus pasos. Juventinos Fuentes Gasca, conocido por quienes viven en el mundo de los circos como “el Tarzán mexicano” fue uno de ellos y creó, hace 46 años, el circo Los Valentinos. Montó su empresa, buscó talentos, amaestró animales y creó su mundo circense para recorrer toda América, de esquina a esquina. En 1989 llega a Venezuela y en alianza con el canal de TV Venevisión, se fortalece y da más vida al entretenimiento para ganarse el cariño de tres generaciones de venezolanos.

Juventinos Fuentes muere en el 2013. Un infarto lo hizo volar del escenario. Sus dos hijos varones, los hermanos Valentino y Renato Fuentes Rosales, quienes crecieron en el circo, asumen el reto. La tercera generación sigue bajo la carpa y están en San Cristóbal, luego de recorrer América del Sur durante los últimos 7 años.

Valentino es el maestro de ceremonia. Da vida a la madre de todas las artes. Tiene el don de la palabra y sabe llegar, con gracia y ocurrencias, a los más pequeños. Su hermano, Renato, destaca a lo largo de los 90 minutos de cada función con “muchas locuras” que hacen reír a grandes y pequeños. Ambos son piezas fundamentales en la obra artística que proyectan todas las noches por Pueblo Nuevo, parte alta de la ciudad de San Cristóbal.

—Es un espectáculo hecho con amor, con cariño. Es un espectáculo súper familiar. Somos el más grande circo de Latinoamérica, ganadores de reconocimientos importantes. Todo el que venga se va a divertir mucho con la puesta en escena moderna, actualizada. Nuestra misión es hacer reír, hacer feliz a los espectadores que nos ovacionan con sus aplausos, sus gritos, con su alegría— dice Valentino, sentado a un lado de la entrada principal que nos lleva a la carpa principal, junto a su hijo, de 9 años, quien desde ya se vislumbra como el protagonista de la cuarta generación de esta empresa.

Las luces se apagan. Son las 7:00 en punto de la noche. Los gritos de los niños y niñas, los aplausos y el fuerte ruido se escuchan con mucha fuerza. Todo emociona a los protagonistas de la noche, a los artistas, listos para salir a darlo todo en el escenario, y a los asistentes, ansiosos de verlos actuar. Comienza la cuenta regresiva de cinco a cero en las amplias pantallas. Todos gritan: ¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! y arranca la función.

La luz retoma los espacios, la música y los efectos especiales en las pantallas led demuestran el uso de alta tecnología. Uno de los niños, Ángel Josué Duque Rojas, está inquieto. Sus ojos brillan de emoción y no deja de aplaudir. Mira al centro de la pista. Tiene seis años y es la primera vez que asiste a un circo.

Es Valentino junior quien abre la fiesta circense como malabarista sobre la malla elástica. Está rodeado de jóvenes artistas, hombres y mujeres que invitan a disfrutar de la función. Bailan, cantan, aplauden. Hay mucha algarabía. El pequeño, de cabello dorado, da paso a más de cuarenta artistas de muchos países de América, que destacan en cada uno de los actos. Varios de ellos son venezolanos.

Otras 35 personas forman parte de la comitiva del circo: choferes, electricistas, representantes, técnicos, mecánicos, a quienes se suman los contratados en cada ciudad donde se presentan. Generación de empleos directos e indirectos, de apoyo a las actividades. Donde está el circo hay un movimiento económico con la publicidad, compra de alimentos, servicio de taxis, ventas de entradas, vigilancia de vehículos.

— ¿Cuándo descansa el circo? ¿Cuándo cierra sus puertas?

— El circo nunca para. Nunca cierra sus puertas, excepto en la pandemia, que ha sido el momento más terrible para el circo y para todo el mundo. Permanecimos dos años cerrados, parados, sin dar funciones. Nos agarró en Nariño, Pasto, Colombia, frontera con Ecuador. Fuimos muy bien cobijados por la ciudad en un momento difícil. Nunca hemos cerrado sus puertas. Individualmente cada uno de sus trabajadores toma sus vacaciones y las disfruta.

— ¿Llegan a Venezuela a gira nacional?

— Estamos muy emocionados por la gira nacional, prevista para estos próximos tres años. Muy contentos porque Venezuela es el país de mayor éxito para nosotros, porque el éxito no es solo económico, es familiar, personal. Aquí tenemos amigos, familia. Es nuestro país, es nuestra casa.

— ¿Cómo es el público venezolano?

— El público de toda América es especial y lo agradecemos, pero el público venezolano es el mejor del mundo, lo digo de corazón, es algo más especial.

— ¿De dónde surge la expresión “Qué barato, qué barato”?

—Salió al azar. Una vez llegó uno de nuestros artistas que se había comprado unos zapatos que en verdad le habían costado muy caros. Los trajo a presumir y todo el mundo le dijo que eran muy caros, y Renato, por contradecirlos a todos dijo: “Noooo, no, no. Eso está… qué barato, qué barato”. Fue echando broma. Nos gustó y se metió en el show de la escuelita.

La función destaca por toda la creatividad de sus artistas. Se divide en dos partes. Solo hay perros. Los animales exóticos son reemplazados por hombres y mujeres en los trapecios, en el Hombre Bala, el Globo de la Muerte, Renato maneja la bicicleta más pequeña del mundo, por los payasos.

Otros hombres simulan ser el famoso Mickey Mouse y se mueven por todas las graderías buscando captar clientes para la fotografía de recuerdo. Lo grande de la cabeza del ratón destaca en su recorrido. La espada luminosa, con luces multicolores, se ve entre algunos visitantes. Ambos servicios tienen un costo de 5 dólares o 20 mil pesos. Está prohibido ingresar alimentos y bebidas. Hay cotufas, perros calientes, algodón de azúcar, manzanas acarameladas, pero no todos pueden comprarlos.

El Globo de la muerte una de las atracciones que más gusta a los espectadores. Uno, dos, tres, cuatro y cinco motos en movimiento, una de ellas es manejada por Renato. Un acto de mucha velocidad donde se demuestra alta tecnología, entrenamiento y profesionalismo.

Cuatro hombres son los trapecistas que se lucen vestidos de blanco entre las cuerdas y el aire en lo alto de la carpa, allí, de nuevo, la presencia de Renato.

Por un instante Valentino deja ser maestro de ceremonia y se transforma en hombre bala, para volar por el aire; los payasos son partícipes del evento en todo momento.

—También hay riesgos en algunas actuaciones ¿Cómo garantizan la seguridad personal y grupal?

— El circo es el mundo del riesgo calculado. Nosotros contamos con los más altos niveles de seguridad, con personal técnico y artístico que está activo en entrenamientos y talleres. No hemos tenido accidentes fatales y se trata de que todo sea seguro. Atentos a cursos, talleres, capacitaciones; tenemos aparatos que se revisan todos los días, cables de acero resistentes.

La función ha terminado. La magia llegó a su final. Todos los artistas regresan a la pista y las luces los destacan. El niño Ángel Josué Duque está feliz y no deja de aplaudir. Vive su infancia, su primera vez en el circo. El aforo se queda vacío. Las luces se apagan.

Los artistas se despojan de sus vestimentas en cada uno de los camerinos. Conversan si hubo algún error, o detalles de la noche con el comportamiento del público. Se disponen a cenar, a descansar o a recorrer algún sector de la ciudad. Renato y Valentino saben que el objetivo de llevar felicidad se ha cumplido. Todos los artistas también lo saben. Han cumplido su trabajo.

Al caer la noche todos duermen. Al día siguiente la rutina se retoma: ensayos y más ensayos para ser perfectos frente al público. En los ratos libres se recorre la ciudad, sus centros comerciales, sus sitios de interés. Comen pasteles y toman masato, alimentos que Valentino gusta saborear junto a un pabellón criollo.

Viven en el circo, entre aplausos, luces y sonrisas…

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