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8 de mayo de 2024
Le correspondió al excelentísimo monseñor, Dr. Alejandro Fernández Feo-Tinoco, presidir el acto de consagración del altar mayor de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, en acto que se cumplió en el mes de agosto de 1963 con la asistencia masiva de la feligresía, que aún celebraba con regocijo la erección a basílica menor que, por voluntad del papa Juan XXIII, había sido decretada en 1959, junto a la coronación canónica de la Virgen.
Los actos se iniciaron la noche del 13 de agosto, con una procesión litúrgica que partió desde la capilla del Colegio Salesiano, llevando las figuras de san Lucio, san Vicente, san Heliodoro, santa Ágata y santa Perpetua, como acto previo a la consagración del altar mayor.
El 14 de agosto, previo al día de la Virgen, el tercer obispo de San Cristóbal presidió la ceremonia de consagración conforme a la sagrada liturgia, que concluyó con la santa misa. Monseñor Fernández Feo, en su condición de
obispo, veneró las sagradas reliquias y procedió a la bendición del agua, previo al acto de consagración.
Es menester recordar los invalorables aportes que monseñor Alejandro Fernández Feo hizo, tanto en favor de la iglesia de Táriba como de su santa patrona, pues fue precisamente a instancias de una rogativa suya que el papa Juan XXIII accede a la elevación de la basílica a menor y aprobó la coronación canónica de la imagen de la virgen María, conocida como Virgen de la Consolación de Táriba.
Fue el excelentísimo Mons. Dr. Alejandro Fernández Feo quien, por decreto, ordenó el inicio de las actividades de reparación y refacción de la basílica, tras el pavoroso incendio ocurrido el 11 de enero de 1960, dejando graves daños.
El tercer obispo del Táchira organizó los actos de ascensión de la basílica y la coronación de la Virgen, esta última a cargo del primer cardenal venezolano, José Humberto Quintero, quien en ceremonia oficial colocó la corona votiva sobre la sagrada Virgen.
Profanación en la basílica de Táriba
Un hecho sin antecedentes en la historia religiosa y política del estado Táchira ocurrió en horas de la noche del domingo 19 de noviembre de 2017, cuando un grupo de personas que tomaban parte en un evento de tipo político irrumpieron violentamente en la basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, protagonizando una situación irregular que impidió la celebración de la santa misa e hizo que los asistentes al oficio religioso, por seguridad, fueran evacuados a través de las puertas laterales de la iglesia, para evitar el tumulto que se había armado en la entrada principal.
Las personas que protagonizaron este repudiado incidente, no conformes con entrar de manera indebida a la casa de Dios, se desplazaron hasta el altar mayor, consumando de esta manera la profanación, puesto que tomaron el espacio como escenario de escrutinio, para la revisión y conteo de votos. El hecho se repudió y se emitió un comunicado.
Tres sacerdotes yacen en la Basílica
Aproximadamente, son veinte las personas cuyos restos reposan en las bóvedas sepulcrales de la Basílica de Táriba, entre ellas tres sacerdotes que fueron llevados allí en reconocimiento a sus atributos terrenales y descansan en paz en las capillas laterales del altar mayor, conocidas como Capilla del Calvario, a la derecha, y Capilla del Nacimiento, a la izquierda. Las fosas fueron construidas para sepultar, previo consentimiento de las autoridades eclesiásticas, a personas de reconocida solvencia moral, comportamiento ejemplar y comprobada trayectoria cristiana.
Capillas Calvario y Nacimiento
La primera cuenta con diez fosas, que contienen los restos de miembros de las familias Cárdenas, Ochoa y Briceño y García, ampliamente conocidas y apreciadas por la comunidad del municipio Cárdenas. De acuerdo con lo que puede leerse en las diferentes lápidas, algunas de estas personas fueron sepultadas en la basílica de Táriba en el siglo XVIII y otras en el siglo XIX, como es el caso de Juana Rita Cárdenas Díaz, fallecida el 22 de mayo de 1898, y Carlota de los E. Cárdenas, cuyo deceso aparece registrado con fecha 13 de agosto del año 1900.
Estas fosas están en las capillas del Calvario y del Nacimiento, a donde suelen acudir familiares y personas piadosas a orar por el eterno descanso de sus almas.
Monseñor Briceño Picón
En la nave central, frente al altar mayor, están los restos del ilustrísimo monseñor Miguel Ignacio Briceño Picón, párroco de la Consolación, fallecido el día 8 de mayo de 1957 y considerado como el constructor, entre 1904 y 1911, de la Basílica Menor de Táriba. Fue sepultado en el mismo lugar donde vio transcurrir la mayor parte de su vida sacerdotal. Debido a necesarias remodelaciones, la lápida con su nombre fue colocada en el piso del presbiterio, sobre una cámara en la que se encuentra la fosa con los restos del ilustre prelado.
El religioso merideño falleció a la edad de 94 años, tras haberse desempeñado por 70 años en el ejercicio del sacerdocio y 53 años como párroco de Táriba, a donde llegó en 1904 y permaneció hasta el momento de su muerte. Hizo a la comunidad taribense, y de municipios vecinos, una gran cantidad de aportes en diversos órdenes, que junto a su trayectoria espiritual y religiosa fueron tomados como méritos para que, junto a su entrega y dedicación, diversos sectores del municipio Cárdenas solicitaran que fuera sepultado en el presbiterio de la iglesia, a la cual dedicó más de medio siglo de su existencia.
Dos sacerdotes tachirenses
También están sepultados en esta basílica dos sacerdotes tachirenses. Monseñor José Abad Buitrago Medina, de larga trayectoria en diversos sectores del estado, donde marcó pauta, siendo protagonista de episodios y acontecimientos que forman parte de la historia regional. Nunca ocultó su amor y entrega por la tierra que le vio nacer y donde transcurrió gran parte de su vida sacerdotal, llevando la palabra del Señor, esperanza y consuelo a los necesitados, en ocasiones en los lugares más recónditos de nuestra región. Monseñor Buitrago muere el primero de julio del 2017, a causa de una penosa enfermedad, y sus restos fueron trasladados a la santa basílica de Táriba para ser inhumados en acto cargado de gran solemnidad. De igual manera reposa en este lugar el excelentísimo monseñor José Hernán Sánchez Porras, nativo de Palmira, municipio Guásimos, quien muere en la ciudad de Caracas, el 13 de octubre del 2014, a la edad de 70 años.
Fue capellán militar de prolongada trayectoria, convirtiéndose en el segundo obispo castrense de nuestro país. El 28 de diciembre de 1981 fue nombrado capellán de Su Santidad, por el papa Juan Pablo II, y el 19 de diciembre de 2000 es designado como obispo del Ordinariato Militar de Venezuela.
Su deceso ocurre en Caracas, debido a un paro respiratorio, pues su salud se vio afectada debido a una neumonía que le sobrevino al contraer la conocida chikunguña. El 14 de octubre de 2014 recibió el ascenso, post mortem, al grado de general de Brigada y se procede a su traslado a Táriba, para ser sepultado en su basílica. El levita era primo del cardenal Baltasar Porras, arzobispo de la arquidiócesis de Mérida.
Una gran parte de los feligreses que suelen ir a la Basílica ignoran que allí, en la nave central, a pocos metros del altar mayor, donde se oficia la santa misa, enclavada en el piso está la lápida alusiva al ilustrísimo monseñor Miguel Ignacio Briceño Picón, el sacerdote que por 53 años rigió los destinos de ese lugar.
Armando Hernández
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