Reportajes y Especiales

Aprender a vivir sin Modestico y Locho

20 de febrero de 2021

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Raúl Márquez


Los Pérez Pernía son una reconocida familia del sur del Táchira. Viven en Chururú, municipio Fernández Feo, donde se dedican al comercio. Además, desde hace 6 años llevan adelante, contra viento y marea, la Fundación Casa Hogar Los Abuelos de Jesús, una institución sin fines de lucro que brinda atención a personas de la tercera edad que por diversas circunstancias han sido abandonadas por sus familiares.

Según cuenta el señor Modesto Pérez, esta obra nació de un llamado que tuvo de Dios, quien una noche se le apareció en un sueño. Un mandato que él, junto a su esposa, Elvia Pernía de Pérez; su hija, Andreina, y sus hijos, Modestico y Edixon, hizo realidad en 2014.

Ahora, a ese mismo Dios le pide fuerza y entendimiento para proseguir con su vida, junto con su esposa y su hija, los tres sobrevivientes al covid-19, pandemia que irrumpió en su hogar en diciembre de 2020, llevándose consigo a sus dos hijos, en el mes de enero.

Aún perplejos por esos días de angustia e incertidumbre, y con el dolor todavía a flor de piel, se preguntan si actuaron bien, si las decisiones con respecto al cuidado de los muchachos fueron las correctas, interrogantes estas que suelen asaltarlos cuando en las tardes se reúnen a tomar café y los recuerdan con nostalgia.

—Nosotros hicimos todo lo que estaba en nuestras manos: medicinas, atenciones médicas, alimentación. Yo particularmente le pedía a Dios que, si alguien debía marcharse, me llevara a mí, pues lo normal es que los padres mueran primero, pero Nuestro Señor sabe por qué hizo las cosas así— comenta la señora Elvia.            

Modestico apoyaba en la casa hogar 

Modestico y Locho eran muy unidos (Foto/ Cortesía)

José Modesto Pérez Pernía, conocido cariñosamente como Modestico, vivió parte de su infancia en Pregonero y otra parte en el sector Los Bancos, cerca de Abejales. Tenía once años cuando la familia llegó a la población de Chururú, en el municipio Fernández Feo, zona sur del estado Táchira. Lo inscribieron en la Unidad Educativa Andrés Eloy Blanco, de San Rafael de El Piñal, donde culminó la primaria y estudió el bachillerato.

—En esa época, como todo muchacho de su edad, era inquieto, le gustaba salir con sus amigos a los ríos, donde se dedicaban a pescar y a echar broma. Así fue atravesando la adolescencia. Luego se graduó de bachiller y, aunque empezó a estudiar Contaduría, finalmente abandonó la carrera para dedicarse de lleno a apoyar a su papá en la ferretería— relata Andreína Pérez Pernía, su hermana.

Coinciden en que desde ese momento estuvo al tanto del día a día en el citado local familiar, atento a las ventas y a la reposición de los materiales. Vivía con su esposa e hijos —una muchacha de 21 años y un niño de 11— en el hotel, que también administra la familia, ubicado al lado de la ferretería, por lo que estaba siempre a disposición de su padre.

Así como apoyaba en lo concerniente a la ferretería, asumió la Casa Hogar con vocación de servicio, abasteciéndola de los alimentos y comprando las medicinas, cuando era necesario. «Una vez Modestico nos dijo, a su papá y a mí, que si algún día nosotros faltábamos, él se haría cargo de los abuelitos; y mire lo que pasó», comenta la señora Elvia.

Edixon «Locho» fue director técnico

—Bueno, no sé si Locho jugaba o no, pero patrocinó y decía ser el director técnico de algunos equipos de fútbol, en Chururú y San Lorenzo. Yo le echaba broma: le decía que no podía ser el técnico con esa gordura; que lo que parecía, más bien, era el aguatero—cuenta Andreína, quien sonríe recordando a su hermano Edixon Javier Pérez Pernía.

Edixon era conocido por su familia y amigos como Locho, por su cabellera rojiza. Se caracterizaba por ser un joven risueño y popular. Estudió la primaria en el Antonio José de Sucre y el bachillerato en el Andrés Eloy Blanco, ambas instituciones ubicadas en San Rafael de El Piñal. Estaba casado, y tenía un niño de 3 años y medio.

Y efectivamente, fue director técnico del equipo Sub-19 de San Lorenzo Fútbol Club, y entre mayo y julio de 2019 dirigió en la Tercera División del citado club, en Barinas. Otra afición de Locho era el Sound car.

“Todos nos contagiamos”

El primero en mostrar síntomas del covid-19 fue Modestico, el 09 de diciembre. Decaimiento, dolor de cabeza, malestar de gripe. El 13 de diciembre perdió el gusto e inició el tratamiento en casa. El 20 de diciembre necesitó oxígeno, pues la saturación estaba en un 60 por ciento. Dos días después fue conducido a San Cristóbal, para seguir el tratamiento en una casa, cerca del Hospital Central. Al complicarse su cuadro clínico, lo trasladaron de emergencia a la Unidad de Cuidados Intensivos del primer centro de salud del Táchira, donde fue intubado, pero falleció el 08 de enero de 2021, a la 1:21 de la tarde, a los 40 años de edad.

El señor Modesto y la señora Elvia también habían necesitado oxígeno, pero reaccionaron positivamente. Mientras que Andreína sobrepasó el covid-19 sin complicaciones. Una semana antes de la muerte de Modestico, Locho, que había apoyado a la familia durante el trance, comenzó a sentirse mal. Su padre le dijo que se hiciera los exámenes y acudiese a los especialistas, pero no lo hizo. Su salud fue desmejorando, rápidamente. El 20 de enero fue llevado al Hospital Central. El 21 de enero, a las 9:00 de la mañana, dejó de existir, trece días después que su hermano. Tenía 30 años de edad.           

Su fallecimiento fue el más inesperado, pues según los informes médicos padecía de una enfermedad del corazón, de la cual ni él ni la familia eran conscientes. Por lo tanto, los efectos del coronavirus en su organismo fueron letales.

—Ante cualquiera de los síntomas acudan de inmediato al médico. No dejen para tarde. La peor decisión es quedarse encerrado, y no suministrarse el tratamiento adecuado. Eso es vital—precisa la señora Elvia.

Por otra parte, indica que es necesario cuidarnos, mantener un buen estado de salud, pues de este modo, a su juicio, habrá más posibilidades de salir adelante, frente a una pandemia tan terrible como esta.

—Y debemos dejar todo en manos de Dios… —apunta la dama antes de dirigirse a la capilla de la casa hogar, donde los ancianitos la esperan, como cada tarde, para rezar el santo rosario.

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