“Quisiera poder ser trasladado a una vivienda con buena ventilación, luz, sin humedad, donde no me caiga agua cuando duermo, ni se dañen mis pinturas”
Norma Pérez M.
Solo quedan vestigios de su antiguo esplendor. Algunos vecinos recuerdan que su construcción data de hace aproximadamente dos siglos. Que en sus inicios albergó un convento; y que todavía, en las noches, puede verse el alma en pena de una religiosa con un crucifijo en el pecho, deambular por la entrada posterior.
Ubicada en el Rubio Viejo, al pasar los Corredores del barrio La Palmita, se encuentra la Quinta Omaña. Lo que otrora fue una hermosa estructura arquitectónica, apenas se mantiene en pie. Es evidente el paso del tiempo; la falta de mantenimiento ha dado paso al deterioro. Los techos llenos de goteras, no aguantan una lluvia más. La humedad dibuja figuras de moho en las paredes. Una viga improvisada, apuntala los corredores derruidos. La instalación eléctrica apenas funciona, por lo que la mayoría de las habitaciones están a oscuras.
Allí habita Armando Piedraita, pintor de aves, verdor y todos los elementos que aporta la naturaleza. Bajo este mismo techo, cobijan sus últimos años Amanda Perdomo y su esposo. También, Kendy Cuellar con su pareja y su hijo de condición especial. Todos expuestos a la insalubridad del lugar.
“El sitio ya no está apto para ser habitable, fue declarado en estado ruinoso. Lamentablemente no tenemos a dónde ir. A través de los años, todo se comenzó a deteriorar y a caer. No había dinero para invertir en reparaciones y cada día fue más difícil”, relata el artista Piedraita, quien vive ahí desde hace cuarenta años.
En abandono
El pintor recuerda el hogar de su infancia, a donde llegó de la mano de su madre de crianza. Una casa hermosa, de dos plantas, con largos corredores, los techos altos, el piso de baldosas antiguas. Muchas plantas con flores. En el patio central, una Virgen los bendecía desde su nicho.
“Mi situación es crítica, vivir aquí es muy complejo por las condiciones de la casa, que perteneció a mi mamá de crianza. Quisiera poder ser trasladado a una vivienda con buena ventilación, luz, sin humedad, donde no me moje ni se dañe mi trabajo”.
A su petición se unen las voces de Amanda Perdomo, quien cojea porque hace unos días sufrió una caída, al tropezar en el piso irregular; y Kendy Cuellar, que se mantiene a la espera de mudarse al apartamento que le prometieron en el sector La Quiracha. Aspira dar una mejor calidad de vida a su pequeño hijo, quien también padece una afección respiratoria, agravada por el moho y la humedad.
Pintor de naturaleza
“Mi obra es inédita, de muchos años, ecológica, ambientalista. Es un trabajo que comencé desde niño; a esa edad empecé a crear, a dibujar. Previamente hacía una investigación minuciosa. Fui a diferentes lugares, donde logré intuir la naturaleza. No he vendido ninguna obra, porque más que comercializarlas, quiero exhibir la colección completa, que consta de sesenta pinturas”.
En una habitación de dimensiones reducidas, escasamente iluminada, se encuentran sus obras; algunas de gran formato. Corren peligro de sufrir daños, por la humedad inclemente y las múltiples goteras del techo.
“Pinto aves de países latinos, Colombia, Perú, Chile y Venezuela. Investigué aves del Amazonas. Uso creyones y acrílicos. He participado en exposiciones nacionales e internacionales, y recibido algunos reconocimientos”.
Su trabajo ha sido reconocido dentro y fuera del país, pero ahora enfrenta una circunstancia aciaga que no le permite retomar su creación, de trazos certeros, colores alegres, ecología y naturaleza.
“Es muy triste estar en una condición precaria, mi salud se debilita. Para mí, es fundamental que mi trabajo se preserve, porque es una obra ecológica, ambientalista e inédita.
Las ruinas
Lo que en una época pasada fue una joya arquitectónica, que pudo ser un patrimonio rubiense, hoy es una ruina. Las flores dieron paso a la maleza en los corredores derruidos. La imagen de la Virgen del patio, permanece erguida, pero requiere una restauración urgente. Escombros en los rincones, techos rotos, maderas podridas, paredes desconchadas y las de la cocina, ennegrecidas por el humo de la leña. Todo se complica por la falta de recursos. La lucha diaria es por el sustento. Los problemas más grandes deben esperar.
No hay sosiego ni a la hora de dormir. Las camas de los residentes de la casa de nombre ostentoso se mojan cuando hay lluvia. Jocosamente dicen que llueve más adentro que afuera. El olor a humedad daña sus pulmones, propicia enfermedades y pone sus vidas en riesgo.
Ahí se quedaron estos valiosos seres humanos. Con los fantasmas del pasado; la indiferencia y la desidia del presente. Con la esperanza de que algún día no muy lejano, alguien se apiade de ellos. La Quinta Omaña. Existir entre ruinas de orfandad.