Entrevista, Reportajes y Especiales

#MujeresDeFrontera | Como la llama de esa lámpara

15 de enero de 2024

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“Dios me tiene con vida para ayudar a los enfermos. Aquí llegan muchas personas que se sienten mal y nuestro deber es contribuir a que sanen, pero también confortarlos y que se vayan bien a su casa”



Norma Pérez



Las condecoraciones prendidas en la tela del uniforme de Rosalba Berbesí narran parte de su historia. Las muestra con justificado orgullo, pues son el reconocimiento a una labor que comenzó hace casi medio siglo y se mantiene de manera ininterrumpida.

Una en especial, con forma de lámpara, resalta entre las demás. Para ella es símbolo de la vocación inagotable que señaló su misión en la vida. Tenerla es un honor, pues con ésta se recuerda a la precursora de la enfermería en el mundo, Florence Nightingale.

Para Rosalba, con 70 años de edad y 45 de actividad profesional, es el ejemplo a seguir: “Una enfermera debe tener amor y mística por su trabajo, Que le guste, porque aquí si estamos de guardia una noche de navidad, año nuevo o feriado, hay que cumplir con nuestras funciones. La vocación es una llama que se enciende y nuestro deber es nunca dejarla apagar”.

Por las manos de esta rubiense, han pasado cientos de niños, ya que desde que comenzó a trabajar y hasta la fecha, lo ha hecho en las áreas de neonatal y pediatría del Hospital Central de San Cristóbal, el Hospital Dr. Patrocinio Peñuela Ruiz del Seguro Social y actualmente en el Hospital Justo Pastor Arias de Rubio.

Son muchas las anécdotas y los recuerdos a la par de los desvelos. Una existencia dedicada a servir. En ocasiones, robándole horas de atención a su familia, pero con la recompensa del deber cumplido.

Vivir para servir

Rosalba Berbesí de Rujano nació en Rubio el 14 de agosto de 1953. Es integrante de una familia numerosa; con ella son nueve hermanos, que durante su infancia vivieron cerca de la antigua sede del hospital de Rubio.

En su memoria está el recuerdo cuando la religiosa Sor Inés, que trabajaba allí, le decía a su mamá que enviara a sus hijas a estudiar enfermería.

“De niña no me llamaba la atención. Cuando escuchaba una ambulancia me asustaba y me escondía”.

Años después, al ver que su cuñada y su hermana estudiaron para enfermeras, se decidió a seguir sus pasos y descubrió lo que ella denomina “un don”.

Rosalba Berbesí tiene 45 años de servicio /Foto: Norma Pérez

“Hice un curso de un año en la Escuela Nacional de Enfermería, la sede estaba en el parque Ríos Reyna, donde ahora se encuentra la Biblioteca Pública. Esa escuela era regentada por religiosas. Lo terminé y de una vez me incorporé al servicio de obstetricia del Hospital Central de San Cristóbal, pues ahí había hecho mis pasantías en sala de parto. Comencé a descubrir que tenía un don para esta profesión”.

Durante diez años se desempeñó en el Hospital Central como auxiliar. Una época que define de aprendizaje y que le dio la oportunidad de adquirir cada día más experiencia.

“En 1981 me dieron el cargo fijo por el ministerio de Salud. Fue una recompensa porque un 24 de diciembre trabajé sola con treinta niños recién nacido en el retén. Me ayudó una camarera que vivía en Michelena, su nombre es Yolanda Casanova”.

También prestó sus servicios por espacio de tres años en la unidad de cuidados de recién nacidos del Seguro Social. “Allí compartí con excelentes médicos pediatras,  dedicados a sus pacientes”. Lo hacía de manera simultánea, en las noches estaba de guardia en el Central y en el día cumplía con mi turno en el hospital del Seguro”.

Siempre le ha gustado trabajar en las áreas de neonatal, pediatría y puericultura, esa es la razón porque su formación se ha orientado hacia cursos y talleres de lactancia materna, apego del recién nacido y parto humanizado.

Desde el 5 de mayo de 1989 se incorporó al hospital de Rubio al área de Pediatría y ahí permanece. Cumple horario nocturno de doce horas en emergencia pediátrica.

Solo en una ocasión que tuvo un percance de salud y debió ser operada fue que faltó a su trabajo. Se incorporó a sus labores mucho antes de concluir su reposo, por lo que se ganó una reprimenda del médico que la atendió.

Durante este periodo se graduó como TSU en Enfermería en el año 2010, para después obtener el título de licenciada. “Siempre me ha gustado estudiar, superarme, no quedarme estancada. Así puedo servir mejor a los pacientes”.

De vocación y corazón

Quienes la conocen la definen como una persona entregada a su profesión. Humilde, virtuosa, bondadosa y caritativa. De vocación y gran corazón. Hay personas que llegan sin contar con ningún recurso, Rosalba les ofrece agua, café y los apoya de muchas maneras.

Está consciente que la remuneración que percibe no le alcanza para cubrir los requerimientos básicos, pero esto no la detiene en su misión profesional de ayudar.

“Mi experiencia en el hospital de Rubio ha sido muy grata. Dios me tiene con vida todavía para ayudar a los enfermos. Estoy activa, sana; aquí llegan muchas personas que se sienten mal y nuestro deber es contribuir a que mejoren, pero también confortarlos, darles ánimo, que se vayan bien a su casa. Brindarles apoyo físico y emocional”.

Es madre de tres hijos, tiene cinco nietos.” Cuando mis hijos eran pequeños fue difícil porque me quedaba muy poco tiempo para atenderlos. Trabajaba muy seguido y no compartía mucho con ellos, pero siempre estaba en los momentos importantes. En ocasiones me ayudaba mi mamá. Pero todos salieron adelante y ahora son profesionales”.

Del Hospital de Rubio ha hecho un hogar. Habla con afecto y respeto de todos los trabajadores de este centro de salud, donde pasa gran parte de su tiempo:

Me siento segura aquí en el hospital, donde tengo excelentes compañeros; junto con los directivos y los jefes hacemos un gran equipo. Desde aquí puedo cumplir con mi labor, servir al pueblo de Rubio”.

Con su hija y su nieta /Foto: Norma Pérez

Uno de sus preceptos es que ante la adversidad se debe conservar la serenidad y hacer todo lo que esté a su alcance.

“Lo que me interesa que el paciente salga completamente sano del hospital. Para eso estamos las enfermeras, para dar un buen trato, seguir las indicaciones de los médicos para que las personas recuperen su salud. Cuando se presentan situaciones difíciles hay que afrontarlas de la mejor manera”.

Su mensaje para las nuevas generaciones: “Deben tener vocación, porque esta profesión es difícil. Ser nobles, obedientes y respetuosos. Mantener la mística y la dedicación”.

A las siete de la mañana, Rosalba Berbesí finaliza su jornada nocturna. Entrega la guardia, se persigna frente a las imágenes de la Virgen María y el beato José Gregorio Hernández, que se encuentran en la emergencia pediátrica y a pesar de sus sietes décadas de juventud acumulada se retira sin muestras de cansancio.

“Cuando ayudo a alguien me voy satisfecha a mi casa, sé que lo hice bien. Agradezco a Dios y duermo tranquila”.

En agosto celebrará su cumpleaños 71 y 46 de trayectoria profesional. Todavía no aspira a retirarse.

 

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