Reportajes y Especiales

Tachirenses en el mundo // Devoción y acción por el bienestar común

18 de junio de 2021

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Norma Pérez


Un valioso aporte a Venezuela hace este sacerdote nativo de La Grita, quien durante cuatro años consolidó su formación en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma


 

Hace apenas dos días, Johnny Alberto Zambrano Montoya culminó una de sus más importantes metas académicas. En la Pontificia Universidad Lateranense de Roma defendió su tesis de doctorado, obtuvo la máxima calificación y la mención honorífica summa cum laude.

Desde hace cuatro años, este sacerdote nativo de La Grita, estado Táchira, reside en Italia, donde acudió a consolidar su formación profesional, primero con una especialización y después con el doctorado en Doctrina Social de la Iglesia, que acaba de finalizar con honores.

“En los próximos meses regresaré a Venezuela, con ilusión y alegría, a poner ese granito de arena para refundar la sociedad venezolana desde mi propuesta pastoral y a través de un proceso formativo, tanto en la academia como en la vida eclesial, transmitir lo que he podido estudiar, analizar y proponer en mi tesis doctoral”.

“Un nieto sacerdote”

Aun cuando menciona a sus padres, Humberto Zambrano y Carmen Emilse Montoya, con especial afecto, considera que sus abuelos maternos ejercieron una gran influencia en su niñez y adolescencia:

“Fui el primer nieto, pasaba mucho tiempo con ellos. Mi abuela Evangelina me enseñó a desarrollar el liderazgo, a ser emprendedor, un hombre de bien. Con mi abuelo Modesto aprendí a rezar el rosario, él iba todos los domingos a misa, tenía gran devoción y fe cristiana. Ambos querían un nieto sacerdote y lo consiguieron. Son un baluarte en mi historia de vida”.

Estudió primaria y secundaria en su pueblo natal. Le gustaba mucho leer, conocer, explorar y querer saber. En el bachillerato se graduó con el primer promedio de su promoción y ocupó el primer lugar entre 260 estudiantes.

Esto le dio la oportunidad de obtener un cupo en la Universidad de los Andes, pues quería estudiar Derecho, pero debió esperar un año para ingresar; durante ese tiempo, por invitación de unos amigos, fue a un grupo de oración en la Basílica del Espíritu Santo. Tenía 16 años de edad.

“Allí tuve, a través de la música, la oración y la palabra de Dios, la experiencia con el Señor. Puedo definirlo como un primer encuentro de amor y misericordia de Dios Padre. Esto marcó mi existencia; la señora Benigna Morales fue quien me explicó cómo era ese encuentro de vida y oración”.

Recuerda que para esa fecha se organizaba el Jubileo del año 2000. El Papa había llamado a tres años de preparación: el 97 dedicado a Jesucristo, el 98 al Padre y el 99 al Espíritu Santo.

En ese momento, 27 de marzo de 1997, hubo un encuentro de oración organizado por la renovación carismática católica y coordinado por monseñor Roberto Arellano, a quien califica como uno de los sacerdotes con gran experiencia de predicación de la diócesis y quien dejó un gran legado.

“Ahí tuve una conexión muy bonita con Jesús en la eucaristía, en el momento de la adoración al Santísimo. En ese encuentro sentí la llamada al sacerdocio. Que Dios me convocaba a seguirle. Tomé la decisión y empecé el proceso de seguimiento a los seminaristas que se reunían cada sábado con nosotros, para hacer el cursillo del mes de julio. El 27 de septiembre de ese mismo año pasé a formar parte de esa bella familia, que considero mi segunda casa, mi alma máter”.

Durante el último año de preparación, acompañó a la comunidad de Sabana Grande, de donde proviene su familia, en la organización para convertirse en parroquia eclesiástica.

Trabajar por el Reino de Dios

Hace dos días presentó su tesis doctoral.

Una vez ordenado como diácono, en el año 2005, lo enviaron a prestar servicio en la parroquia “San Juan Bautista” de la población fronteriza de Ureña: “Allí hay laicos excepcionalmente formados en la doctrina cristiana. Junto al párroco que había en aquel momento observé de cerca cómo se formaban las comunidades eclesiales de base. Una experiencia que me marcó y tengo presente a lo largo de mi ministerio sacerdotal”.

Seis meses después, monseñor Mario Moronta lo ordena sacerdote en la Basílica-Santuario del Santo Cristo de La Grita.

“Fue una fecha muy importante para mí, el 22 de abril de 2006, víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, pues me convertí en un ministro de Jesucristo. Iba con mucha alegría y deseos de consagrar mi vida a la Iglesia. Fue muy significativo cuando me ungieron las manos con el Santo Crisma, porque desde ese momento eran portadoras de la bendición, la caridad, y trabajarían por el Reino de Dios”.

Permaneció como vicario parroquial durante cuatro años en “Nuestra Señora de Coromoto”, en San Cristóbal, donde trabajó con la Pastoral Juvenil de la Diócesis, en la escuela de formación “Maestro Tú, discípulo yo”, con la fundación Verbo y Vida; también como capellán de las Hermanas de clausura redentoristas.

A la par estudiaba licenciatura en Educación, mención Filosofía, en el Instituto Universitario Santo Tomás de Aquino. Al finalizar, cursó la carrera de Comunicación Social, mención Desarrollo Social, en la Universidad Católica Cecilio Acosta, de donde egresó con la mención summa cum laude.

“El primer paso de mi crecimiento es escuchar a la gente, sus necesidades, proyectos e ilusiones. Cada persona es una historia, es importante que un sacerdote acompañe a la gente en el discernimiento, qué es lo que Dios quiere, aquí y ahora. Unido a esto, viene la gracia que proporcionan los sacramentos, la celebración de la eucaristía, donde se transmite un mensaje que puede animar a quien lo escucha,  al consagrar el pan y el vino, donde Jesús nos hace el regalo de su cuerpo y su sangre”.

En 2011 asume la parroquia “San Pedro Apóstol”, de La Palmita, durante seis años, tiempo que considera le permitió tener una experiencia maravillosa.

“Esta es una parroquia que tiene quince comunidades en torno a la Panamericana, con una población para ese momento de 15 mil personas. Son habitantes que conocen la realidad de la montaña y del llano. Con ellos tuve contacto con los campesinos, gente sencilla y humilde. Me dediqué a la formación del laicado, pastoral familiar y a la catequesis. También se crearon grupos de apostolado”.

Manifiesta que es una comunidad muy laboriosa, servicial y con una profunda fe. Aun cuando existía una casa parroquial muy amplia, gracias a la labor del anterior párroco, el templo era una pequeña capilla que tenía 40 años de haber sido construida.

“Después de un trabajo en equipo con la comunidad, colocamos la primera piedra del nuevo complejo parroquial. Se construyó un templo de dos pisos, que en la parte inferior tiene un auditorio con capacidad para 400 personas, cuenta con áreas verdes, de servicios y un espacio para la ermita de San Isidro. En el segundo piso, un templo con estilo minimalista, para 700 personas sentadas y unas mil 500 de pie. Con los elementos litúrgicos que ayudan a vivir la experiencia de comunidad cristiana y de fe”.

Explicó que todo se realizó con recursos propios de la comunidad, los cuales se recabaron durante diversas actividades, como rifas, vendimias y donaciones. En cinco años se construyó, y fue consagrado el 9 de junio de 2016 por el nuncio apostólico, monseñor Aldo Giordano, en representación del papa Francisco.

Durante su estadía en La Palmita, en el año 2013, se encarga de la dirección del Secretariado de medios de comunicación de la Diócesis. En este lapso y durante 4 años, formó a los agentes de pastoral de las parroquias, se integraron periodistas y algunos laicos que ejercían labores de comunicación.

Especialización y doctorado

En un encuentro con el papa Francisco.

Una vez culminado su paso por “San Pedro Apóstol”, viaja a Roma para ingresar a la Pontificia Universidad Lateranense, la universidad del Papa, donde obtuvo una beca para estudiar la especialización en Doctrina Social de la Iglesia.

“Del 2017 al 2019 hago la especialización, con el honor de haber conseguido la distinción summa cum laude. Venía formándome en la parte interna de la Iglesia, y comprendí cómo esta institución podía acompañar el trabajo hacia fuera; cómo iluminar desde el evangelio las realidades sociales”.

Su tesis de grado se orientó hacia la formación de la clase dirigente popular a la luz de la quinta Conferencia del Episcopado en Aparecida. Por su desempeño académico le otorgan una nueva beca, esta vez para hacer el doctorado en la misma línea de investigación, pero con una propuesta pastoral para una acción política en Venezuela, desde el pensamiento social de San Pablo VI, que tuvo como relator principal a don Paolo Asolan.

“Mi planteamiento gira en torno a cómo los ciudadanos desde una acción política pueden buscar su bien común, haciendo presentes los principios del evangelio, como la justicia, el respeto a la dignidad de la persona, la práctica de la solidaridad y la fraternidad, predicar la verdad para que pueda haber justicia”.

La comisión evaluadora de su tesis doctoral la valoró como una investigación novedosa y con argumento de originalidad. Obtuvo la máxima calificación que otorga esta casa de estudios y la mención honorífica summa cum laude.

“Estos cuatro años de compartir la universalidad de la Iglesia, aquí en Roma, corazón de la Iglesia católica, son una experiencia enriquecedora a nivel eclesial; conocer la fe, que es una, pero vivida desde cada realidad cultural; interactuar con sacerdotes y laicos de diferentes continentes, ellos, unidos a nosotros en la fe, la viven según sus necesidades, dificultades y fortalezas”.

Piensa que el contacto con la cultura europea le ha permitido ampliar sus conocimientos a nivel literario, artístico, de la tradición que por tantos siglos ha podido compartir con la humanidad.

“Se dice que Roma es la Ciudad Eterna, y allí he tenido un gran encuentro con hermanos sacerdotes, que me ha hecho crecer”. Esta es una vivencia óptima que ha logrado en mí un crecimiento humano, espiritual y fraternal. Seguiré como evangelizador de las realidades sociales desde lo que el Señor nos presenta con su palabra”.

En quince años de ministerio sacerdotal, al padre Johnny Zambrano lo respaldan su labor en las comunidades, una sólida formación en diferentes áreas, que hoy consolida con sus estudios en Roma, y su interés por llevar a la práctica lo aprendido.  Devoción y acción por el bienestar común.

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