Reportajes y Especiales

“En los apagones extrañé más a mi esposo que se fue al extranjero”

3 de marzo de 2020

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”Los sancristobalenses estamos en SOS. Necesitamos que la gente que puede darnos las soluciones se asesoren de expertos”

“Antes en esta ciudad avisaban –afirma Yolimar– cuando se iba a ir el agua, se iba a ir la luz, cuando iba a subir el pasaje. Ahora todo lo hacen de sorpresa y nadie impone controles”


Por Freddy Omar Durán

En medio de la más profunda oscuridad,  Yolimar Granados Chirinos ha llorado.

Cuando por fin pudo conseguir una cocina eléctrica, los recurrentes apagones no le han hecho la vida tan fácil. (Foto/Gustavo Delgado)

Lo hizo por la ausencia de sus seres queridos, que tuvieron que emigrar en búsqueda de mejores oportunidades. En el tránsito de la incertidumbre de no saber cuándo regresará el servicio eléctrico, para ir a preparar sus alimentos; ha sido abrumada por múltiples pensamientos, intentando interpretar lo que está ocurriendo en el país

Hoy en día la tranquilidad se  ha devuelto a su espíritu en parte, pues luego de 7 meses de estadía en Perú, su esposo Eduardo Gómez ha vuelto, quien tuvo que anteponer la unión familiar, a cualquier ingreso económico, que pudiese haber obtenido del extranjero.

Fueron siete meses en los que a toda costa, mantenían el contacto diariamente, en la medida en que la luz y las telecomunicaciones se lo permitían. En busca de ese fin, ha tenido que incluso recorrer callejones oscuros, por endémicos daños en el alumbrado público en su barrio, para usar la conexión wi fi de una vecina que gentilmente se la cede, y a quien incluso un día estuvo a punto de pedirle quedarse en su casa, porque necesitaba comunicarse urgentemente con su pareja. Incluso ésta en reiteradas ocasiones, había tenido que exigirle desde Perú, que no corriera los peligros para comunicarse, peligros propios de andar por ahí a  horas cuando los pobladores ya desde las ocho de la noche, están encerrados en sus casas, y solo en las afueras rondan  en sus vehículos personas sospechosas. Pese a las advertencias, y las incomodidades, sin datos, o ante una telefonía literalmente muerta, no le ha quedado otra.

De hecho, no pocos atracos han ocurrido en el popular sector de Pozo Azul en el 23 de Enero, bajo el amparo de las tinieblas, especialmente en horas de la madrugada, tiempo en que los trabajadores se dirigen a sus sitios de trabajo a pie, ante un deficiente servicio de transporte, que apenas en estos meses se ha acomodado; y que aún no gusta de  madrugar, como antaño lo hacía. Es de extrañar, por igual razón, las rondas de patrullas policiales, especialmente en la tentativa que alguna vez se dio de implementar los cuadrantes de seguridad en la zona.

Sobrellevando las carencias

Ella habita el popular sector de Pozo Azul en el 23 de Enero, y junto a sus vecinos se ha hecho de todas las estratagemas posibles para sobrevivir, y siempre de oído y boca está pendiente cuando las soluciones para todos pueden llegar a la barriada, especialmente cuando de beneficios del estado venezolano se trata, motivo de solidaridad pero al mismo tiempo de querellas entre los vecinos. Pues sin comida suficiente en las alacenas, ni gas en la cocina, obvio que obtener estos productos sea una prioridad, e igualmente, un motivo para ansiedad ante la posibilidad de conseguirlos sin tener que desembolsillar pesos,  sin mayores desplazamientos, y por lo mismo, un motivo de rencillas entre vecinos, y  el consejo comunal, al cual Yolimar Granados reconoce su labor, pues al fin y al cabo ellos solo son mediadores a favor de la comunidad, y son los que tienen que dar la cara, recibiendo insultos y regaños por demoras, por pagos a destiempo, y otros detalles, que salen de sus manos.

En la peluquería ha encontrado su modo de subsistencia; sin embargo, la falta de efectivo de sus clientes y los cortes de luz se confabulan en contra de su trabajo. (Foto/Gustavo Delgado)

En vecindad se han plantado en la calle con las  bombonas de gas en la fecha fijada para que  el camión se acercase por allá , y se las llevara para su respectivo llenado, devolviéndolas en un tiempo indefinido, más allá del mes;  en vecindad han tenido que correr con las bolsas de basura a cuestas, al punto donde el compactador, que puede aparecer en el momento menos esperado, se estacione, especialmente, en  algún lote o esquina convertidos por los residentes en vertedero.

Por el problema del agua también ha tenido que recurrir a sus vecinos. Una vez, lo cual ocurrió precisamente durante la estadía de su pareja en Perú,  vino el flujo con tal fuerza, que le reventó una tubería interna, botándose agua por todos lados,  no pudiendo recurrir a ningún técnico, pues, todos cobraban demasiado caro y en pesos. La buena voluntad de un vecino puso fin a tres días de sequía total, apenas suplida por su hermana, que le permitía abastecerse en su casa. Hizo el reclamo en Hidrosuroeste, y le respondieron que no era posible regular la intensidad del chorro. Hoy problema va en sentido contrario, pues día por medio, debe padecer el racionamiento del agua, y hacerse de cualquier pipote para recolectarla. Eso causa muchas dificultades tanto para la cocción de sus alimentos, como para  su aseo diario personal y de su vivienda, situación que también afecta a sus nietos, a los cuales debe, cuidar. Dicho sea de paso, Yolimar Granados es madre de Heiten Jesús, Lyn Estefany, y Sara Miyoshy, en una  línea generacional a  la cual también pertenecen  sus seis nietos Nicolás, Yhon, Jimmy, Bella, Eva y Zoe.

Ella puede entender que pudieran existir justificativos para esta crisis en servicios, por ejemplo, la la actual  sequía producto de un verano como pocos se han conocido,; pero lo que no acepta es tanto sobresalto, tanta desorganización a la hora de ser afrontado por los organismos competentes cada problema, y de ser programados los racionamientos; no acepta vivir en el vilo de inconvenientes y soluciones, de aparición intempestiva, que se abalanzan encima de los ciudadanos como fieras salvajes.

“Antes en esta ciudad avisaban –afirma Yolimar– cuando se iba a ir el agua, se iba a ir la luz, cuando iba a subir el pasaje. Ahora todo lo hacen de sorpresa y nadie impone controles. Se va la luz y nadie sabe a qué hora volverá, o si se repetirá ese apagón a lo largo del día. El transporte estaba funcionando muy bien cuando estaban los Transtachira, y de repente los quitan, y a nadie avisa nada. Nadie está seguro si hoy pasará la buseta o no, si pasará el aseo o no”.

Regreso obligado

No solo su esposo regresó, una de sus hijas también, quien en este momento se encuentra desempleada. Mientras tanto su hijo desde el extranjero la socorre. Además de sus funciones de ama casa, se dedica a la peluquería –un negocio montado en su propio hogar en lo que vendría a ser la sala de estar; apenas separado por una cortina del resto de su humilde vivienda- y al cuidado de sus nietos, labor que realiza con mucho esmero: Hoy en día ser abuelo debería ser considerado una profesión.

“Mi esposo acaba de llegar y para mi ha sido una felicidad muy grande. Fueron siete meses y medio sola. Cuando se iba la luz me ponía a llorar. Si se dañaban los aparatos eléctricos y sufrían pequeños desperfectos de la casa yo no hallaba que hacer. En dos días que el llegó ya me ha hecho bastantes arreglos”.

Desde su estadía en Perú, su esposo Eduardo Gómez puso solventar gastos como una hornilla eléctrica, y la reparación de la nevera, dañada por las violentas altas y bajas de luz. Aseguró que en Perú vio a realidad de los venezolanos, en un aspecto triste como el de los desempleados casi en condición de indigencia, y uno más positivo, promovido por quienes realizan un trabajo honesto, y son reconocidos por su productividad. Admite que hay una mala publicidad, por unos pocos que se empeñan en hacer lo indebido; no obstante, la mayoría solo quiere progresar, salir adelante, y ayudar a los que están pasando necesidades en nuestro país.

La peluquería se ha puesto dura, y ha tenido que cobrar en pesos. Además de cortar pelo, hace barbería e incluso otros oficios relacionados con la cosmética, como el trazado de cejas, y el pintado de uñas. Pero un estado generalizado de depresión económica de la que no ha salido indemne,  al irse  la luz,  sencillamente debe suspender sus actividades, o esperar, mientras a cada rato pasan preguntando, quien desea de sus oficios, si ha llegado o no,  la energía. Entre su clientela se encuentran personas de la tercera edad, que lo único con que cuentan para pagarle, es lo poco que sacan en efectivo de su pensión. Muchos sencillamente no han vuelto, porque siempre que van al banco, o no hay línea, o no hay suficiente efectivo, o si les queda algo de este, lo reservan mejor para el transporte, en tanto el límite de retiro diario, apenas –siempre y cuando se movilicen por el casco urbano de San Cristóbal- da para 8 viajes.

Fe cristiana ante todo

Se declara una persona cristiana con gran confianza en el Señor. Incluso en su vivienda opera una célula cristiana donde se comenta la biblia y se ora muro. Entre las peticiones al altísimo de la congregación, muchas se han relacionado a los servicios públicos. Asegura que Dios la escuchó cuando rogaron por el regreso de las busetas al sector, pues por un tiempo ni una pasaba, y para dirigirse al centro de San Cristóbal o a La Concordia, se hacía necesario escalar empinadas cuestas, gracia que solo personas con juventud y salud, podían hacer. Afortunadamente una unidad de Transtachira comenzó llenar el vacío dejado por una línea otrora una de las más activas de la ciudad; no obstante, cuando a medias se regularizó el servicio, el “bus rojo”, ya no volvió a pasar.

La recolección del aseo, también debería estar entres sus oraciones, especialmente para que los trabajadores encargados de la recolección, se les toque un poco la humanidad, y pasen por las casas, y no obliguen a los usuarios a arrastrar los desechos por cuadras, ni los hagan objetos de burlas, si se han demorado, o se les dificulta ese acarreo.

Retos de la crisis

Sin embargo, el Señor también la ha puesto en duros retos, con el hambre incluida, pues llegó por un momento a no tener ni nevera, ni gas, ni cocina eléctrica. Los apagones han representado para ella un total desbarajuste de su rutina diaria

“Hemos perdido el horario para comer a veces estamos almorzando a las cinco de la tarde, y tenemos que adaptarnos a la hora en que regresa el fluido eléctrico. Si se va la luz a las siete de la noche, uno se va a dormir porque qué más vas a hacer. Después uno se levanta como un zombie a las diez de la noche, a lavar la loza a hacer las cosas que no se pudieron hacer temprano, y  come y otra vez empezar a dormir. Uno tiene que estar pendiente de conectar y reconectar una nevera para evitar su daño. Hasta se nos ha descontrolado el ritmo del dormir”.

Yolimar asegura que la situación del país no está bien, y que gracias a la índole pacífica del venezolano no ha ocurrido.

“Estamos en SOS: los sancristobalenses somos personas muy tranquilas, estamos exigiendo  el cambio pero no somos violentos. Todo esta muy mal. El gobierno debe actuar y buscar a sus economistas, a sus asesores: el bolívar está totalmente devaluado, aquí lo que se mueve es el peso. Me han contado que en Caracas lo que se mueve es el dólar. Yo voy a Cúcuta a comprar de vez en cuando, aunque últimamente no hay necesidad porque muchas cosas se consiguen al mismo precio en el Terminal, pero siempre pidiendo pesos, pues pocos quieren algo con bolívares”.

 

 

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